No siempre es fácil trabajar en multilateralidad en la igualdad de género. Ni establecer una serie de objetivos comunes, ya que las barreras pueden diferir según el país y la región en que se encuentren, puede haber leyes discriminatorias, políticas gubernamentales inadecuadas y falta de acceso a recursos o a redes de contactos profesionales. Sin embargo, es positivo trabajar este multilateralismo aprendiendo unos de otros, aplicando en un país lo que ha funcionado en otro. Pero hay que ir con cuidado con las imposiciones, y tener en cuenta la cultura, la religión, los aspectos propios de cada uno.

Abordar la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres significa abordar las normas sociales restrictivas y los roles de género rígidos que afectan a cómo participan las mujeres en los sistemas. No todo funciona de la misma forma en los distintos países y esto hay que tenerlo en cuenta. Llegar a los objetivos 2030 evidentemente no será posible, y no solo en países menos desarrollados.

Como ejemplo, y a pesar de que España ocupa por primera vez el cuarto puesto en igualdad de género en Europa, las emprendedoras en el país representan el 35% de las pymes (uno de los mayores registros en el continente). El emprendimiento en España sigue reflejando desigualdad: sólo el 20% de las startups están fundadas por mujeres. No llegaremos a cerrar la brecha salarial hasta por lo menos dentro de 30 años.

Solo el 15% de las pymes españolas que exportan en todo el mundo son propiedad de mujeres. Y si hablamos de países menos desarrollados, para 2030 casi el 60% de la población empobrecida vivirá en África y los más afectados serán mujeres y niños.

África está a la cabeza en cuanto a número de mujeres empresarias. En los países de ingreso bajo, trabajar como empleado es la excepción, no la norma. En todo el continente, las mujeres se inclinan naturalmente por el espíritu empresarial no por pasión, sino, sobre todo, por falta de alternativas. Las oportunidades de empleo son escasas, especialmente para las mujeres, que se enfrentan a prácticas de contratación discriminatorias.

Pero los obstáculos legales que las emprendedoras encuentran con frecuencia incluyen leyes y reglamentos que restringen su capacidad para establecer o administrar un negocio. En algunos países, las mujeres deben obtener la aprobación de sus esposos o padres antes de iniciar un negocio o tomar decisiones financieras importantes. También experimentan discriminación en el acceso al crédito financiero esencial para el éxito empresarial.

Según el informe del Banco Mundial de 2022 Women, Business and the Law, todavía existen más de 100 países que tienen al menos una ley que impide la igualdad de género en el ámbito empresarial. Estas leyes pueden limitar la capacidad de las mujeres para poseer propiedades, acceder a crédito o tomar decisiones financieras importantes o, en algunos países, heredar.

Si hablamos de las mujeres africanas, su aportación al desarrollo del continente no está́ contabilizada, pero en algunos países producen hasta el 80% de los alimentos y prácticamente gestionan la totalidad de la economía informal.

Pero las mujeres agricultoras encuentran muchas dificultades a la hora de acceder a los recursos de que disponen los hombres. El acceso a la financiación solo llega a un 8% de esas mujeres. La FAO ha calculado que, si fuese equitativo, entre 100 y 150 millones de persones dejarían de pasar hambre.

Es verdad que los proyectos se dirigen cada vez más a aumentar el empoderamiento de las mujeres y a medir cómo influyen las intervenciones tanto en la capacidad de acción como en el empoderamiento. Pero para hacer todo esto de manera efectiva, es preciso que los hombres, los niños y los líderes de las comunidades participen en los procesos transformadores en materia de género. Y todavía no estamos en ello.

Los programas multilaterales en igualdad de género que provienen de organismos internacionales multigubernamentales son necesarios, evidentemente, pero son demasiado rígidos, se necesita más flexibilidad y más adaptación a cada caso. Y sin una mayor integración del sector privado, sobre todo empresas, será difícil alcanzar los objetivos.

Sensibilización y cambio cultural, esto lleva tiempo y requiere la participación de todos, sobre todo de los hombres, que muchas veces están excluidos de estos programas. A ellos también hay que educarlos en la igualdad.