Encontrarse con Teresa Font es tener frente a uno la historia viva del cine español. Por sus manos ha pasado Numax presenta, Amantes, Jamón Jamón, Días contados, La pasión turca, El día de la bestia, Juana la Loca, Carmen o Dolor y Gloria. Eso sólo por citar algunas de las más conocidas.
En su currículum aparecen cerca de un centenar de películas en las que ha participado como montadora. Y las que quedan por llegar. Confiesa, más contenta que una rosa, que le han dado ya el permiso de trabajo para viajar a Nueva York con Pedro Almodóvar a rodar su nueva película junto a Tilda Swinton y Julianne Moore.
Al manchego, lo conoció por casualidad. "Yo no me lo esperaba nada", asegura. Recuerda que “Almodóvar trabajaba con Pepe Salcedo desde que rodó sus primeros cortometrajes” y cuando el montador murió supuso un duro golpe para el realizador.
Ella misma fue testigo de cuánto significaba Salcedo para el responsable de Todo sobre mi madre. Durante un homenaje que le hicieron al fallecido en la Academia de cine, Almodóvar llegó a decir, “todo lo que sé del cine lo he aprendido por Pepe. ¿Cómo puedo seguir haciendo cine sin Pepe?”.
La llegada de Almodóvar
Font lo tiene grabado en su memoria. “Lo dijo con lágrimas en los ojos”, asegura y “los que estábamos allí pensábamos: pobre el que venga detrás”. Poca sabía que esa sería ella. “Al cabo de un tiempo, Ester García me llamó. Yo tenía otro proyecto y le dije que no”, relata. “Me llamó José Luis Alcaine, luego la script. Y me daba entre miedo y respeto. Tres semanas después me lo repensé y dije que sí”, concluye.
Desde entonces, son inseparables. Empezaron con Dolor y gloria y no ha dejado de ser su montadora desde entonces. Se entienden a la perfección desde que se conocieron y asevera que es muy fácil trabajar. Eso y que “decir que eres la montadora de Almodóvar ya sabes que te abre puertas”.
No lo dice por ella, que ya tenía una carrera una carrera a sus espaldas que la avalaba por aquel entonces, y como dice ella "yo soy la misma, antes y después de él", sino porque fue testigo de ello cuando conoció a uno de sus ídolos Malcolm McDowell, el protagonista de La naranja mecánica. Fue en el Festival de Valladolid, ella quería conocerlo y, cuando la presentaron como la montadora de Almodóvar, él estuvo encantado.
Pero si trabajar con Pedro es trabajar con uno más, encontrarse a su ídolo en un homenaje a La naranja mecánica tampoco le impidió decirle al actor que ella lo prefería en If. Genio y figura. Lo que podría haber acabado con malas caras, se convirtió en un abrazo en el que se fundieron actor y montadora. Un momento que fue breve, pero que recuerda con especial cariño.
Teresa Font: los orígenes
Este es solo un ejemplo de lo decidida que siempre ha sido esta catalana. Nacida en Gallifa en 1956, sostiene que en su cabeza nunca entró la idea de dedicarse al cine. “En absoluto”, exclama, “yo empecé muy tarde”.
“Yo era de un pueblito que no había nada. A partir de irnos a vivir a Castellar del Vallès, poco a poco, empecé a ir al cine. Iba a las sesiones dobles. Lo veía todo. No era muy consciente de que las que películas que veía eran muy buenas, fue por casualidad. Luego, gracias a la gente que venía los veranos me escapaba a ver películas a Barcelona”, recuerda.
En la ciudad condal, se encontró con aquello que se solía llamar cine “de arte y ensayo, mucho cine francés, la Nouvelle Vague”. Todo muy sin querer. En cualquier caso, “ese primer clic que hizo en mí el cine venía de los veranos de mi pueblo, lo cual demuestra lo importante que es conocer mundo”. Y lo hizo.
No se lo pusieron fácil. “La costumbre era que las mujeres trabajaban y los chicos estudiaban” en los tiempos de Franco. Y ellos eran siete hermanos. “A mi hermana mayor la pusieron de peluquera y yo no me dejé nunca, tiraba todo si me ponían de peluquera. Hasta que me llevaron al cole”, relata.
Escapando de la secretaría
“Desde los 15 años trabajaba en la Clínica Santa Fe de secretaria de un médico y por la tarde estudiaba en el instituto Egara. Y antes de hacer 6º ya dije que me quería ir. En casa dije que era muy importante aprender inglés para ser secretaria”, cuenta. “Engañé a mis padres, pobres”, suelta con voz tierna. En cualquier caso, nunca pensó que ese engaño iba a dar tantos frutos.
Se fue a Londres au pair, “estudiaba inglés e iba a la filmoteca los fines de semana. Ganaba poquísimo, pero invertía todo en hacerme socia de cines”. Lo hacía porque había pillado las costumbres con los veraneantes de Castellar y para aprender inglés.
“No tenía ningún nivel de inglés, y, aparte de ir a clase tres horas diarias, decidí ir al cine y fue una de las maneras con las que aprendí el idioma”, sostiene. “Como no me gustaba el cine americano de la época, estilo Tower Inferno y grandes dramas, me dediqué a ir a la Filmoteca británica. Me saqué como un carnet y empecé a ver Hitchcock”, desde entonces, se convirtió en uno de sus referentes.
“Lo primero que vi es Frenesí, y como no entendía porque no había subtítulos, para entenderla mejor, lo que hacía era entrar a la siguiente. A fuerza de ver varias veces la misma película, cada vez entendía más y acabé viendo el montaje”, sostiene. Desde entonces, lo considera sino el mejor, uno de los mejores. “Me parece perfecto”, afirma taxativa.
El factor Hitchcock
Hitchcock no fue el único director que conoció en esos viajes al British Film Institute (BFI), ni lo único que haría en Londres. “Me puse a trabajar en el Barcelona restaurant y allí estaba exiliado Sabina, que me enseñó un Londres muy moderno”, prosigue. Pese a todo, tuvo que regresar a la capital catalana.
“Yo no quería volver. Pero era muy difícil vivir allí”, sostiene. Claro que, de primeras, la vida en Barcelona no fue mucho mejor. Volvió al secretariado, en una clínica. Cada tanto regresaba a Londres, se movía por los cines de la ciudad condal y tras varias idas y venidas se decidió.
Font estaba fascinada por el mundo del séptimo arte y fue a por a por ello. “Fui a ver a Pere Joan Ventura, que era un chico de mi pueblo que hacía cine. Me presentó a Jesús Garay, que había estado en la Filmoteca y otra gente que me ofreció montar una película que se llamaba Nemo, con 16 milímetros y tal”. Todavía a día de hoy no entiende cómo le dieron esa oportunidad “¡sin saber nada!”, exclama. Pero lo hicieron y le cambiaron la vida para siempre.
Señala que “antes se aprendía así”, sobre la marcha. Y picando puertas y piedra. “Yo y estos amigos veraneantes en Castellar, que eran de Barcelona, íbamos de productora a productora para ser meritorios. Ellos sabían más que yo, porque uno había estudiado en el Institut del Teatre, el otro no sé qué. Entonces íbamos allí, los tres. Y ellos querían hacer cosas de rodaje”, recuerda.
Dos opciones sobre la mesa
Cuando tenían suerte y esas puertas se abrían para ella y sus colegas a la pregunta de qué quería hacer allí su respuesta era, “no sé”, lo que dio pie a que sus interlocutores decidieran por ella: “bueno, siendo mujer, elige: o script o montaje”, le lanzaban.
No tenía idea de ninguna de las dos cosas, pero ante esa dicotomía ella respondió “lo que yo quería era ver algún rodaje”. Así que empezó como script en dos rodajes. No sabía lo que era. Pero al verlo tuvo claro que “no, esto es un caos”. “Tomando nota de todo, todos hablando a la vez… y yo quería al director para mí sola”, recuerda. Fue entonces cuando tiró hacia el montaje. Una profesión a la que no entró con facilidad pero que ahora ama con locura.
- ¿Cómo fueron esos inicios?
- Empecé de meritoria con una película con Ramón Cabreny, que tenía mucho prestigio, pero montaba en su casa con su señora que le hacía de ayudante. Me puso a numerar los rollos, pero no veía el montaje, que estaba en otra sala. Así que cuando acababa, yo intentaba entrar en la sala de montaje, pero me echaban y acababa yendo a comprarles al supermercado, limpiando la sala de montaje. O sea, tremendo. Era mejor ser lento.
- Muy difícil todo, ¿no?
- El caso es que había aún unos sindicatos verticales que obligaban a hacer cinco películas de meritorio, cuatro de auxiliar, doce de ayudante. Allí te sellaban cada trabajo y hasta que no hacías una cosa no te permitían pasar a otra. Igual, en el 78 empezaron los primeros proyectos de intentar montar saltándose los sindicatos, y Jordi Cadena me cogió a mí el ayudante para su primera película, La oscura historia de la prima Montse, porque ya hice mis cosas. Luego hice oposiciones a TVE y allí la práctica fue brutal. Se trabajaba con material reversible y si sudabas quedaban allí los dedos marcados. Allí trabajé con Sergi Schaaff y me dieron cosas que estaban muy bien. Y yo, cualquier oportunidad quería hacerla bien. Hasta que un día me llamaron para hacer la serie Pepe Carvalho en Madrid.
- O sea, que no paró.
- Yo he tenido mucha suerte, porque cada cosa me ha llevado a la siguiente.
- Tanto que siguió con Vicente Aranda…
- ¡Fíjate lo que es la actitud! Yo estaba en televisión con José María Aragonés, un montador de TVE que nos organizaba el trabajo, todos. Joaquim Jordà le ofreció montar Numax, pero él estaba muy ocupado y dio mi nombre, porque hice una película de Garay. Esa era la única manera en la época. No me pagó, pero fue tan interesante y aprendí tanto… Y Joaquim estaba haciendo un guion con Vicente Aranda y me recomendó para el montaje. Es decir, que a mí me ha pasado cosas que me han ido bien. Aun así, he tenido unos años, del 2011 al 2015 o así que no me salía ninguna película.
- ¿Por qué?
- Pues porque los nuevos directores, o ya no hacían tantas películas, como el caso de Imanol Uribe, al que le he montado ocho películas, o Vicente ya no rueda, con Álex de la Iglesia nos acabamos agotando. Pero, así como de repente trabajas y dejas de trabajar, los nuevos directores que empezaban daban con mi nombre, como pasó con Álvaro Brechner en Mal día para pescar. Por eso dijo que esto es casualidad.
- Casualidad o esfuerzo, pero trabajó también con un director internacional de la talla de Terry Gilliam en ‘El hombre que mató a Don Quijote’. ¿Qué tal?
- ¡Ay! Terry Gilliam para mí es uno de los mejores. Además, es un tío que confía y que se valora cero. Dice que él no sabe hacer cine, me decía que no sabía rodar. Para mí es uno de los mejores. ¿Porque sabes qué pasa? Los mejores son los más humildes.
Ella puede hablar con experiencia. Su experiencia con directores como Imanol Uribe, Almodóvar, Vicente Aranda, Bigas Luna lo demuestran. Eso y los reconocimientos y premios recibidos.
Además de ser la ganadora de dos premios Goya al mejor por montaje por Días contados y Dolor y gloria, es la única montadora de este país en haber recibido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Eso fue en 2022. Aún le quedan muchos premios más por recoger y muchos trabajos por hacer.
Carta Blanca
Ahora, la Filmoteca de Cataluña le ha dado una Carta Blanca, para que programe las películas que ella quiera. Un reto que afronta con muchas ganas, algunas limitaciones y mucho respeto. “Cuando me lo propuso Esteve [Riambau], la impresión fue brutal por la enorme cantidad de películas que habría puesto”, indica. Claro, ella quería poner a Hitchcock, “el director que más me ha influenciado a mí por el montaje”, pero ya le hacían un ciclo.
- ¿Algún otro que le haya influenciado?
- El otro director que a mí me ha influenciado muchísimo es Kubrick, pero esto es porque vi 2001. Una odisea en el espacio. Me impactó tanto la capacidad intelectual de este hombre, la imagen de la evolución, del despertar del hombre, como iba intuyendo la inteligencia artificial. Me pareció tan impactante que creo que la vi como 8 veces seguidas. Y a partir de eso, siguiendo a Kubrick constantemente, y me ha influenciado mucho. Y el otro grande, para mí, es el que creo que es uno de los mejores directores, Polanski. Digamos, que los hechos de su vida personal han afectado su carrera, pero yo creo que, en estos momentos, no hay otro como él. Yo vi, desde el cortometraje ese de Dos hombres y un armario. Luego Cul-de-sac y El cuchillo en el agua. ¡Guau! Esos primeros ya me impactaron mucho. Soy súper fan de estos tres. Kubrick dominaba mucho la escena por el pánico a quedar mal y a saber menos que su gente y llegaba preparadísimo. A cualquier persona que quisiera saber de guion, le diría que mirara Hitchcock. No hay ninguno que controle la estructura como él. Él utiliza elementos siempre elementos locales, sin que te des cuenta, y los va metiendo dentro de la historia, y no necesita hacer películas larguísimas. ¡Él es tan visual! Kubrick era muy frío, pero un gran inventor de la forma. Si creía que una película necesitaba un estilo determinado, hacía lo que fuera para encontrarlo, y si no existía se lo inventaba. Y, en cambio, Polanski, a mí me parece más orgánico, con una gran capacidad natural.
- ¿Hubiera puesto alguna muy actual?
- Si hubiera podido, Anatomía de una caída. Me parece el montaje más espectacular que he visto. Es una película que se toma su tiempo, que no tiene un montaje con un ritmo cortado y tiene una precisión del montaje tal, que a mí me parece el más espectacular que he visto. La más reciente que he puesto es Otra ronda, que me parece ¡brutal! Es maravilloso, impresionante. Me impactó muchísimo en el cine y me parece un film recurrente. Tiene un ritmo que está superbién. De hecho, me impacta tanto el montaje, que he acabado contactando con los dos montadores y hablamos y me contaron anécdotas sobre las discusiones que tenían sobre el final. Ambos tenían razón, pero es que esta escena es… Si piensas en el poder del cine, este es un caso espectacular, donde tú te olvidas de todo y te dedicas a disfrutar de este momento mágico. Celebrar esto, este canto brutal, en el que notas como el personaje se libera de todos los pesos, de todo lo que ha estado sufriendo… Y, el juego con los ritmos, con la música, y es mucho el montaje. Los cortes son preciosos, con este material han tenido que estar buscando esta experiencia de sincronía con la música y los movimientos. Y siempre a favor del personaje, del ritmo de la escena y de la emoción. Por eso los contacté y les escribí para hablar del montaje, de esta escena. ¡Y querían venir! Pero no pueden. Bueno, todos los de las películas que he seleccionado querían.
“Otro que me gustaba era Charles Laughton, pero yo misma me di cuenta de que la habían programado antes. O sea, que entre las que me autocensuré y que había otras que no podía, y que a mí me agarró con muchísimo trabajo, me costaba mucho decidirme. Y lo quieres hacer perfecto, y eso es imposible. Le dije a Esteve que era imposible, pero él matizó que allí está la gracia”, zanja el tema de la selección.
Difícil o no, la sección ya está hecha. El pasado 16 de febrero se inauguró su carta blanca con la película Funny Boy, de Deepa Mehta con quien presentó la cinta. A ella le van a seguir este mes de febrero Akelarre, de Pablo Agüero, Mal día para pescar (Álvaro Brechner); La enfermedad del domingo (Ramón Salazar) y Vadio (Simão Cayatte). Y ya en marzo, la citada Otra ronda, de Thomas Vinterberg, El sirviente (Joseph Losey), El delator (John Ford) y dos de sus favoritos: Atraco perfecto, de Stanley Kubrick, 1956), servirá de homenaje al realizador en el 25 aniversario de su muerte y El escritor, de su amado Roman Polanski.
Las claves del montaje
Pero claro, ante tanta selección y experiencia. Hay preguntas que son inevitables.
- Para terminar, ¿cuál diría que es el secreto del montaje?
- El montaje es muy intuitivo. Y el punto de corte entre un plano y el siguiente es algo tan íntimo que tiene que ver con tu sentido del ritmo, con una intuición personal que no todo el mundo tiene. Yo veo gente en las escuelas de cine que teorizan muy bien y luego veo el corte que hacen y me quedo desesperada porque digo no lo han pillado. Y quizás hay gente que no tiene tanta capacidad de analizar lo que hace, pero tiene esta intuición, ese ritmo. Esto es lo primero. Lo segundo, no rendirse, sentarte en la silla y no levantarte hasta que encuentres una solución. Mi experiencia me dice que las escenas con que teóricamente deberíamos tener problemas son las que tienen más facilidad. Después, te tienes que entender con el director, que tienen que coincidir las personalidades.
- ¿Esa no es la peor parte?
- Han de coincidir las personalidades. Cada director nuevo es una cita a ciegas. Para ambos, porque para un director también es muy duro no entenderse con su montador. Yo he tenido directores que me han venido a llorar. Y, en cambio, para algunos he sido una montadora muy buena y para otros no.
- ¿Y cuál diría que es para usted su montaje ideal?
- A mí por ejemplo no me gusta que se note el montaje, no me gustan esos montajes picados a no ser que lo exija la película. Y me gusta sentir los personajes. Yo me meto en uno y otro personaje para saber cuándo has de saltar, cuando te has de distanciar y saber qué quiere el público. El cine puede jugar en el tiempo y pararlo. Esa capacidad es fundamental. Cuando montas debes tener en cuenta la subjetividad. Si yo mantengo un plano cuando el personaje ha dejado de hablar, añado una sospecha. Por tanto, el montaje tiene que ver con una sensibilidad y una subjetividad. Eso se logra con el tiempo. No has de tener prisa por acabar.