Oriol Pla

Oriol Pla GALA ESPÍN Barcelona

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Oriol Pla: “La cultura puede jugar en el mercado, pero es un bien social que debería ser gratuito y deficitario para el Estado”

El actor, nominado a los Gaudí y al Goya, vuelve al teatro junto a su familia en una obra que juega entre los límites de la ficción y su historia personal

31 enero, 2024 01:18

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Oriol Pla asegura que piensa en poner el freno. Lo dice a la espera de que se resuelvan sus nominaciones a los Goya y los Gaudí por su papel en Creatura. En las pocas horas que puede sacar para una entrevista antes de irse al rodaje de la última película de Mar Coll, Las madres no, y a pocos días del estreno de la obra que llega este 31 de enero a la Biblioteca de Catalunya, Travy.

Algo parecido dijo en 2022 cuando este mismo montaje se representaba en la Sala Beckett de Barcelona. Y ahí lo tienen, de vuelta con este proyecto que le encargaron desde el Teatre Lliure cuando sólo tenía 23 años.

Él mismo revela que en su día temía que no pudiera contar nada de la vida, por eso, miro hacia lo que más conocía, su propia familia. Aquella madre, padre y hermana con la que tantas veces salió de bolos. Una familia multidisplinar y dedicada al arte en cuerpo y alma. Desde los escenarios a la calle e incluso en los departamentos técnicos, allí se han movido siempre los Pla-Solina

Ellos sirvieron de inspiración y de referencia a Oriol Pla que, con Travy no sólo los homenajea, sino que también discute con ellos. Sobre el escenario debaten sobre la función y el camino que debe seguir el arte, la cultura y, a su vez, habla de la vida misma. Travy interpela al espectador, ¿cómo? A través de sus miedos, su ambición y sus deseos. Pla, por eso, prefiere no concretar.

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¿Cómo definiría la obra?
Yo, si pudiera, no lo definiría. Creo que es reducirlo, generar una expectativa, y hacerle el juego al marketing. ¡No! Ven, si quieres. Yo hablo de una situación cercana a la familia, pero no de nosotros. Se mezcla realmente la realidad con la ficción, y la gente, de repente, da por hecho ciertas cosas.
¿Es una manera de reivindicar su profesión?
Claret Papiol, cuando le dieron el premio honorífico a los Premios Circòlica, reivindicaba la cultura de autor, en contraposición a la cultura de entretenimiento. En este momento en que todo parece que lo ha de romper, yo sólo veía a mis padres, con un amor absoluto al arte, al teatro, a la gente y al público. Seguían trabajando en el oficio, pero a la vez no se reconocía. Así que, supongo que, de alguna manera, se reivindica la cultura de. Aunque de repente la obra haya sido un éxito.
Ese choque está en la obra: los hijos quieren arriesgar y triunfar y los padres disfrutar de lo que hacen.
Exacto. Está este hijo que quiere triunfar y tiene miedo de cómo quedará y qué pensará la gente. Es algo en lo que la sociedad está ahora mismo, en qué pensará la gente. ¿Hasta dónde llega este filtro en la toma de nuestras decisiones vitales y profesionales? Es ahí cuando los padres, en la obra, dicen que la cuestión es pasarlo bien y ambicionar. Pero se puede ambicionar hacia dentro o en horizontal y no en vertical, sin avaricia. En definitiva, la obra va de aceptar lo pequeño, lo imperfecto, y decir: ya es suficiente, lo que somos es suficiente.
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¿Pero no es muy difícil no ambicionar más cuando uno parece estar en la cresta de la ola?
¡Y tanto! Está por todas partes, es nuestra cultura. Yo me lo planteo. Y eso de estar en la cresta de la ola… La ola sube y baja. ¿Pero por qué piensas que lo estoy?
Segundo año consecutivo nominado al Goya, éxito con su anterior obra, 'Ragazzo', regresa con 'Travy' y ya hay entradas agotadas, está en pleno rodaje de una película… ¿Selecciona mucho?
¡A saco! Selecciono cosas que me apetecen mucho y valen la pena. Y tengo la suerte de que estas obras que me apetecen y en las que me meto, están hechas con amor y por eso llegan a lugares bonitos. Es importante seleccionar y no dejarse llevar porque si no ¿quién está pilotando? Yo esto me lo planteo mucho. De hecho, me planteo dejar de trabajar un tiempo, porque, de repente, hay mucha niebla. Es importante parar y preguntarse por qué hacemos lo que hacemos y por qué decidimos lo que decidimos. Sobre todo, en este trabajo. Este trabajo pasa mucho porque te reconozcan, pero si la cultura, en general, estuviera bien pagada, quizás no tendríamos tanto este problema. La cuestión es que la precariedad hace que un lugar más humilde sea insostenible. Entonces, hay un momento que te rayas, porque la pasión también tiene nervio. Hay un momento que dices, hasta aquí, quiero que me cojan en esta plataforma, porque lo que quiero es pasármelo bien, pero también tener dinero. Además, quizás estás contando cuentos para niños y abriendo corazones y mentes, y en lo otro duermes a la gente o la tienes mirando el móvil. Pero, claro, si esto estuviera mejor pagado, quizás estaríamos un poco más serenos y la salud cultural sería de otra manera. Yo no me dejo de preguntar por qué hay tanta autoficción, por qué nos tenemos que mirar hacia adentro. ¿Por qué ya no estamos hablando de fuera? ¿Por qué no estamos criticando? ¿Cómo es que el foco no está en lo que está pasando política y socialmente y dices: voy a hablar de mí? ¿No nos atrae hablar de esto? No lo sé, pregunto, no tengo ni idea.
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Además, da la sensación de qué la cultura vive en su mundo, ensimismada. ¿O es que no se atreve a hablar?
No lo sé. Sí que es verdad que estamos en un escaparate constante. Instagram es un canal de nosotros mismos en el cual nos estamos representando. No me parece extraño porque la cultura es autorrepresentarse y autoexplicarse. Quiero decir, al son de esta música te salen estos pasos.
Pero usted va con un móvil sin Internet. ¿Cómo lo lleva?
Bueno, me vi obligado a abrir un Instagram de Travy, que es por trabajo y tal. Es verdad que está muy bien hecho y te enseña cosas, pero vi que chupa un montón. Hace tiempo que voy con este móvil y realmente es bastante espectacular. No deja de ser sorprendente lo incómoda que es la realidad, al principio.
¿Por qué?
Porque es incómodo, porque no estamos acostumbrados. Estamos todo el día con ello, al abandonar una conversación, en el tren. Vas al trabajo y luego vas al móvil. Estamos en una sociedad adictiva, y la adicción es lo contrario de la conexión, de la sobriedad. Por tanto, es incómodo, porque vivir es incómodo en general, pienso yo (ríe), y al sacar esto y no tener ciertas cosas, te acercas a ti. Y al hacerlo, observas, puedes acercarte más hacia afuera, ves con más claridad. Tampoco es que viva en Matrix, pero ahora, vas a sitios, ves videos, ves a la gente y piensas "tengo que","he de hacer tal". El "tengo que" genera ansiedad, porque es una obligación, no es el "quiero hacer". No es un deseo, es un mandato.
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¿La cultura ha caído en eso, entonces, y queda tocada, precarizada, superficial?
Creo que sí. Se está generando un tipo atención muy efímera y muy superficial. Tal ver por eso, el cine y sobre todo el teatro son actos más subversivos o de resistencia ahora mismo. Ahora, no te ves con la obligación de mirar a los ojos de una persona y tener que pensar en ser sincero, o no, de lidiar con tus voluntades, ahí, en directo. Se piensa en el mensaje de texto que vas a enviar. En cambio, estar en un teatro, que te vea alguien, conectar parece que es un acto revolucionario. Estar sentado en un cine tres horas, con gente desconocida, mirando una pantalla grande parece un acto revolucionario, porque es comprometerse con eso.
En cualquier caso, vistas las cifras de taquilla de cine y el número de espectadores y recaudación en el teatro, parece que la gente apuesta más por el último, ¿no?
El teatro es innegable, porque podemos hacer teatro en las casas de la gente, pero no es cuando ellos quieren. Es un acto ritual, como los conciertos de música que ya hace años que lo están petando, porque es el teatro de la gente joven, realmente. C. Tangana, el Niño de Elche, Rosalía tiene un concepto teatral del show. Es aquel día, a esa hora, vamos juntos, nos gusta eso, vamos a ver qué pasa, y esto pasa, nos encontramos, compartimos un momento, y luego se acaba. Ya está. El cine ahora se ha traído a casa y nos han robado el ritual, nos lo han fastidiado. Y el teatro supongo que ahora tiene más presencia porque nos acerca a algo que nos gusta y que nos conecta.
Con este panorama y con la cultura precarizada, como ha dicho, ¿qué se puede hacer para defenderla?
Creo que es responsabilidad del Estado la salud mental, corporal y espiritual de la gente. Entonces, sí que hay sistemas económicos y laborales, como los autónomos, que son un asesinato deliberado a la persona trabajadora. Se está castigando a una persona por ser emprendedora y los autónomos que tenemos son increíbles. Mi madre lo es. Después, el gasto que hay en cultura en este país es 20 veces menos por persona que en Francia.
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Pero se la acusa de estar demasiado subvencionados a los autónomos.
Mira, John Berger dice que el arte es un acto de resistencia. Es una respuesta creativa ante la opresión e injusticia. Es una respuesta social. Yo creo en la profesionalización, pero el arte lo tomamos en el marco del mercado, que es lo que está rigiendo ahora mismo. ¿El arte y la cultura son mercado? Puedes jugar en el mercado, sí, pero es un bien social que debería ser gratuito y deficitario para el Estado. Igual que la educación. Es implicarse en la autosuficiencia del ser humano, de la gente con la que estás. La cultura si quisiera ganaría la hostia, pero la cultura no debe ganar, no es su función. Porque si está regida por las leyes del mercado, ¿qué tenemos? Si nos regimos por las leyes, nos puede defraudar. Creo que el concepto de base es una cagada. La cultura puede ser más rentable para la economía, pero simplemente se tiene que facilitar, y es una cuestión de salud psicológica, espiritual.