A Sílvia Munt le gusta emocionar. Está convencida de que el cine, el teatro, el arte está para eso. También para hacer reflexionar, y su método de trabajo es hacerlo desde la emoción.
Para su nueva película como directora, Las buenas compañías, la catalana apuesta por contar la historia desde los ojos de Bea, una joven de 16 años que vive con su madre, que lucha por la libertad de las once de Basauri, por el derecho al aborto y por una España democrática en 1977.
Dificultades históricas
El despertar político de la adolescente coincide también con su despertar sexual y el despertar de una España que todavía era de color gris. Las emociones de la protagonista son las mismas que las que sintió la directora en su juventud, por eso también la siente tan personal.
La cineasta no puede estar más contenta con el resultado de una película que le ha costado años levantar. De hecho, en el festival de Málaga la presentó una semana después de acabar el primer montaje y es que, incluso para una directora como ella, sigue sin ser fácil levantar un film.
--Pregunta: En los pases previos a la película ha habido lágrimas. ¿Lo sabe, no?
--Respuesta: Esto me pone muy contenta. He escuchado los aplausos y he sentido la emoción. Eso me hace feliz, feliz porque es lo que aspiras
--¿Emocionar es la manera más fácil de hacer llegar este tipo historias que quizás no se han visto o conocido?
--A mí, el cine y el teatro, si no emocionan…(suspira) Estamos aquí para emocionar, para divertir, hacer volar, flipar... como la música. Debes llevar al espectador de la manita a que flipen contigo, a que se emocionen, a que jueguen, a que se metan dentro de los personajes y puedan volar con ellos. Puede haber una visión más fría, que yo la respeto y me parece muy bien, pero no es la mía (ríe).
--¿Y por qué ha decidido recuperar la historia de este grupo de chicos ahora?
--La actualidad pone en evidencia que nunca debemos olvidar mirar por el retrovisor. Nunca. Porque te adelantan por la derecha a la que te das cuenta, a la que te despistas. Y estamos aquí. Porque mira cómo está Estados Unidos, fatal. E Italia, Francia, Inglaterra tienen una derecha que está allí. Y puede que aquí estemos igual en un año. Yo no sé qué va a pasar. Ahora tenemos toda esa igualdad, esa paridad que ha habido, el MeToo y todo lo que tú quieras. Pero cuando se pongan de acuerdo los factores conservadores, por decirlo de algún modo, podemos perder. Hay que vigilar mucho con que todo ese movimiento que nos ha hecho respirar, revivir y coger oxígeno y estar donde teníamos que está desde hace muchos años, porque ha creado una animadversión de toda una parte de la sociedad que es brutal. A mí me pone la piel de gallina ver, en muchas ocasiones, el odio que despierta. Y estamos hablando igual del movimiento trans, del movimiento sexual… es odio lo que tienen por el mero hecho de existir. Y este odio o lo canaliza…
--También pasa con películas como la suya u otras. Algunos sectores se quejan de que haya más historias de mujeres o protagonizadas por ellas.
--Esto para empezar. Pero claro, es que la mitad del mundo es mujer y luego, para mí, lo importante de lo que le pasa a Bea en esta película es el factor humano de hacer esta transición que hace este verano, donde la vida le explota en la cara y le viene encima todo el dolor, la vida, la muerte, la tragedia de la tía, la madre, el ser responsable de su madre, el padre, la manía que le tiene la madre por el hecho de no querer ser como ella. Toda esta embriaguez de emociones que tiene sobre ella le hace tener una rabia brutal que provoca que, de alguna manera, crezca y se haga adulta, y grite y pelee. Pero esto nos ocurre a todas las generaciones, a cada una en nuestro momento, y cada una grita por lo que ha de gritar. Y es verdad que gritábamos mucho. porque, además, creo que éramos algo más inocentes por el hecho de creer que la utopía era posible, porque salíamos de una oscuridad muy grande.
--¿Ahora es posible por eso, creer en utopías, tener esperanzas? Porque se han logrado cosas, pero ¿ahora, qué?
--Bueno, se ha logrado mucho. Porque el violador antes seguía viviendo al lado y encima no podías ni denunciarlo porque no te hacían caso, ni te creían, ni nada. Es un cambio muy notable. El aborto, aunque cueste, es una ley que está aquí, en principio, para quedarse. Pero hay muchas cosas que no. La agresividad contra las mujeres, el poder decir “sexualidad no es maternidad” podríamos decirlo, pero la agresividad de ciertos sectores está provocando una violencia que yo no sé si ha existido tanto como ahora. Eso se junta, además, con una mala interpretación sexual que tienen los bambinos. Se ha complicado mucho la vida. Se ha creado como una especie de hinchada en contra, además, con niños que igual no tienen las cosas claras. Y con el porno y con la sensación de que la mujer es un objeto sexual, todo esto ha generado un caldo de cultivo que hace sentir que en este aspecto estamos peor que nunca.
--¿Esta situación de alarma fue lo que le hizo acercarse a esta historia o qué la impulsó a qué la impulsó a contarla?
--No, esta historia surge de conocer a las mujeres del grupo mediante el guionista. Él es de allí, las conocía, porque había hecho un pequeño corto en que las mujeres contaban sus casos. Él hace una escaleta, me la presenta y a mí me interesa porque es mi generación. De algún modo, todo esto que a mí me había pasado en aquella época como adolescente de 17 años con padres separados, ciertas actitudes de rebelión contra la madre y el victimismo de éstas me hacía sentir que en Bea había algo que yo podía meter de mí misma. Aquí empezamos a escribir la historia, a partir de esta subjetividad de Bea, que tal vez no sería un alter ego mío, porque yo no soy de ahí y mis padres son otro mundo, sí que a nivel de emociones y sentimientos los viví en primera persona.
--¿Por eso también eligió una actriz que se pareciera a usted?
--Eso me lo han dicho ahora viendo la película, yo no había pensado nunca. Pero la elegí sobre todo porque en seguida lo vi. Cuando estás en un combo hay quien te enamora y enamora a la cámara. Y esto ocurre o no ocurre. Así es el cine. Y a ella la elegí al final, cuando ya estaba muy desesperada, después de estar cuatro meses de casting en todas partes, y la encontré en una réplica que estaba allí escuchando a otra. Con Elena Tarrats me pasó casi igual, la vi por la calle. Pero ese es un sufrimiento muy grande cuando estás haciendo el casting, porque sabes que hasta que no me encuentres a esa persona no harás la película o la condenas para siempre.
--¿Y esta película costó mucho levantarla más allá del casting?
--Sangre, sudor y lágrimas. Bueno, debo decir que de las 15 películas que creo que he hecho ya, esta es la que he levantado más rápido. El guión lo escribimos en marzo del 2020, la convocatoria de TV3 era en junio y presentamos la primera versión del texto. Nos lo compraron. Y en septiembre, TVE compró la segunda versión del guión. Así que, la historia la compraron rápido. Esto no quiere decir que me dieran el dinero suficiente para hacerla, pero al menos había para hacer una película pequeña. Lo que ocurre es que al hacer una peli de época todo se encarece mucho: ropa, intervenciones exteriores, interiores… todas triplica el coste. Ha costado mucho.
--Otra cosa que ha costado y parece que por fin da sus frutos, es la visibilidad y reconocimiento de las mujeres cineastas. Usted, como bien señala, hace tiempo que está ahí picando piedra. ¿Se echa de menos un reconocimiento a directoras como ustedes igual que a las mujeres protagonistas de su película?
--Aquí sufrimos de un mal, pecamos de confrontación. No lo hagáis. Yo esto feliz no, lo siguiente, de que haya estas directoras con tanta caña. Las formas de contar de cada directora, de las que estamos y de las que están, se demuestran siempre con el público. Él decide si interesa lo que estás haciendo. Tan fácil y tan difícil como esto. Por eso, tanto da si vienes de una escuela o de dónde sea, tengas 40, 60 o 28 años. ¿Qué más da? Lo que has de tener son cosas que contar y que la gente tenga ganas de ver la película. No hay otro libro. Lo demás son florituras, que siempre interesa más. Ya sabes, lo de divide y vencerás, como pasa con feminismo ahora. Por encima podemos estar dándonos hostias, pero por debajo tenemos la mano cogida.
--Esas historias que contar que tiene usted la lleva al cine y al teatro. ¿Le es indiferente uno que otro?
--Sí. Yo tengo la gran suerte de poder pasar de una cosa a otra. Esto a mí me reconforta mucho. Por ejemplo, ahora que estoy tan metida con esta película desde hace dos años en los que he estado a full (aparte del tiempo que estuve escribiendo el guión), que ahora, lo próximo que tendré este verano que será teatro es como un relax. Pero cuando llevo cuatro estrenos de teatro (inspira como ahogada) tengo ganas de meterme e imbuirme en una historia de cine y pasarme tres años de mi vida allí metida. Esto para mí es una suerte. Ahora tengo ganas de meterme en otro documental, que me gusta mucho.
--Claro y con este amor que siente por él, ¿por qué esta historia basada en hechos reales decidió ficcionarla?
--La ficción es muy chula, emociona mucho. Con la ficción trabajas con un material humano que me gusta mucho, el actor. Pero desde hace unos muchos años tengo ganas de hacer un documental sobre la sanidad. El último que hice fue La Granja del Pas, que para mí fue una liberación poder contar aquella historia en ese momento. Pero ahora tengo dos o tres ideas de documental y de ficción por hacer. Tengo que cerrarme un poco y ver por dónde tira la cosa.
--Pero, cómo decide que, por ejemplo, una película como Las buenas compañías, u otras, sean ficción.
--A veces la vida elige por ti. Por ejemplo, sobre la sanidad podrías hacer una ficción, pero yo no me veo capaz de realizarla, porque por dónde empiezas. El tema te lleva a un sitio u otro. En este caso, concretamente, es el momento que vi y conocía estas mujeres, a una de ellas, Arantxa ya empieza el coco a funcionarte, empieza la locura y la ficción está servida. Ahora estoy en uno de esos momentos que tengo que decidir una cosa u otra. Y cuando te tiras la pelota, aguanta que ya la has tirado.
--Es admirable que pese a las dificultades tenga esa pasión.
--Cuando a mí alguien me apasiona, espero que la gente también se apasione. Yo soy buena espectadora de cine y de teatro. Y hay cosas que me gustan mucho, pero necesito que me toquen, que me lancen, que me remuevan, que me hagan dudar, lo que sea.