Desde las elecciones legislativas de 1977, en el desarrollo del sistema político el Gobierno de España ha seguido hasta ahora las modalidades de Gobierno monocolor con mayoría absoluta, los del PSOE y PP; monocolor minoritario con apoyos parlamentarios, los de UCD, PSOE y PP; y de coalición minoritaria con apoyos parlamentarios, el del PSOE y Unidas Podemos.

Quedan por ensayar los Gobiernos de coalición multipartidista y de “gran coalición” que actualmente solo podrían formar el PSOE y el PP. El fracaso de Ciudadanos como centro liberal que pudiera pactar indistintamente con PSOE y PP deja solo esas opciones y la repetición de la actual coalición.

En Europa la referencia ineludible de “gran coalición” es la de la democracia cristiana alemana (CDU y CSU bávara) con la socialdemocracia del SPD, que se ha dado en cuatro ocasiones en la República Federal de Bonn y de Berlín: 1966-69, 2005-09, 2013-18 y 2018-21.

La Grosse Koalition alemana ha sido no solo el fruto de resultados electorales que no daban mayoría suficiente a los unos y a los otros para gobernar en solitario o para formar (o preferir) una coalición con los liberales o los verdes —las otras dos fuerzas parlamentarias “centrales”—, sino también ha sido una respuesta a situaciones de crisis para cuya resolución se buscó aunar el máximo de voluntades políticas.

Las diferencias ideológicas entre la CDU/CSU y el SPD no impidieron acordar programas de gobierno que se cumplieron con notable respeto y lealtad de las partes. La última Grosse Koalition (2018-21) con Angela Merkel (CDU) de cancillera y Olaf Scholz (SPD) de ministro de Finanzas y vicecanciller afrontó sus compromisos con éxito, inevitablemente relativo en el contexto de la grave crisis provocada por la pandemia.

En España podemos encontrarnos en situaciones en las que una “gran coalición” sería una respuesta razonable, si fuera posible cultural y políticamente.

Las diferencias ideológicas entre el PSOE y el PP son más profundas que las de sus equivalentes alemanes. El PP es menos “social” que la CDU/CSU y el PSOE más “izquierda” que el SPD.

En Alemania el debate ideológico y la retórica política han sido mucho más templados que en España. Los rudos intercambios dialécticos entre el PP y el PSOE son inexistentes o rarísimos en Alemania entre la CDU/CSU y el SPD, que sin agresividad han sabido mantenerse diferentes e identificables en las repetidas coaliciones.

Las próximas elecciones generales pueden arrojar resultados del PSOE y el PP que no posibiliten un gobierno en solitario —eso casi seguro— o que sean insuficientes para coaligarse el uno con su izquierda (UP) y el otro con su derecha (Vox). La “mayoría de investidura” de Pedro Sánchez en 2020 pudiera resultar insuficiente en 2024.

Las necesidades de todo orden que en España justificarían una “gran coalición” son hasta más graves y urgentes que las que la justificaron en Alemania. Aquí se arrastran problemas que piden a gritos un gran consenso, que tal vez podría lograrse a partir de una “gran coalición”. Reformas que han sido aplazadas o hechas y deshechas al albur de la alternancia de los gobiernos, entre otras la puesta al día de la Constitución, la educación, la sanidad, la justicia, la organización territorial, el funcionamiento del Estado de derecho…

El PSOE parte con ventaja, su coalición con UP ha conllevado un cambio en la cultura política del partido. El PP, que no se puede permitir abandonar un cierto anclaje de centro, se juega demasiado por el de hecho de que, probablemente, solo podría gobernar coaligado o con el apoyo parlamentario de Vox, lo que, además de las consecuencias sociales y políticas en España, lo aislaría en Europa (relativamente después de la constitución del Gobierno de Georgia Meloni en Italia) por el cordón sanitario que en determinados países se pone a la extrema derecha, lo que a su vez repercutiría negativamente en España.

En todo caso, ni el PSOE ni el PP abordarán la posibilidad de una “gran coalición”, su respectiva izquierda y derecha se les echarían a la yugular, sin olvidar las incomprensiones que encontrarían en sus bases sociales hasta en sus partidos.

En España se ha avanzado en la práctica de la democracia. La práctica es “fácil” porque se apoya en regulaciones, automatismos y controles judiciales, pero existe todavía un atraso en la “difícil” cultura política, que requiere en los dirigentes honestidad intelectual, templanza en la palabra, respeto del adversario y saber conservar el perfil político propio.

Tampoco es para rasgarse las vestiduras, somos una democracia joven en comparación con viejas y rodadas democracias europeas. Todo se andará.