Sin duda 2021 es el año de Britney Spears. La situación de la cantante es conocida por todas desde hace años. El padre de la artista, Jamie Spears, y la abogada de la misma, Jodi Montgomery, se han repartido su custodia en los últimos 13 años. Ahora, Britney es libre.
A la cantante se le diagnosticó un trastorno bipolar a final de la primera década de los 2000 por lo que su padre luchó para tener la tutela legal de su hija. Alegó que el problema de salud mental no le permitiría gestionar bien su carrera como artista y, desde 2008, tomó las riendas de su economía y su vida.
Primeros llamados
Fueron muchos los que en su día se rieron de un fan que desesperado al ver qué sucedía con Spears gritaba al mundo “Leave Britney alone” (dejen en paz a Britney). Las bromas fueron varias, pero había algo de verdad.
La intérprete de One more time sentía que su padre acabó con su carrera. Muchas de sus últimas apariciones las hizo forzada por él, cuando en realidad ella no se encontraba en sus mejores circunstancias. Recordada es su actuación en unos premios MTV donde se vio a la cantante con dificultades para seguir la coreografía o los espectáculos en Las Vegas donde el playback reinaba y que en muchas ocasiones ni ella misma podía seguir. Las pruebas resultaron más qué evidentes: algo le pasaba a Britney.
Documental de Netflix
La voz de la cantante poco a poco se escuchó. Ya en 2019, Jamie Spears dejó que Montgomery se encargara de los negocios musicales de su hija, siempre vigilado de cerca por él. Aunque no tanto como creía.
Netflix produjo una serie en el que seguía la carrera de Britney y en el que muchos testigos revelaban el férreo control parental al que estaba sometida. Eso no hizo más que darle alas al movimiento Free Britney (Libertad para Britney) a salir a las calles para reclamar que fuera ella quien tomara el control de su vida.
La renuncia de Jamie
Todos estos factores pudieron sumar a la hora de que un juzgado determinara si era viable que, pese a su trastorno bipolar, Britney pudiera hacerse cargo no sólo de su carrera profesional, sino también de su propia vida.
La presión mediática fue tanta que no hizo falta esperar al veredicto. Jamie Spears se sintió tan presionado que el 12 de agosto reveló que renunciaba a la tutela legal de su hija. Un gesto que no se quedó sólo en meras palabras. En septiembre presentaba su renuncia ante los juzgados y el 13 de noviembre un tribunal determinó que “la tutela de la persona y del patrimonio de Britney Jean Spears ya no es necesaria por lo que queda anulada”.
Celebración
Las palabras fueron celebradas por todo el mundo. Ella mismo hizo diversas publicaciones en sus redes sociales para agradecer a todos los que la habían apoyado durante todos estos años, pero quedan todavía algunos pasos.
El abogado de la familia, David Glass, aseguró que “Jodi Montgomery presentó un plan de tratamiento de transición para Britney, explicando lo que ella pensaba que era necesario en términos de tratamiento médico, psicológico y de medicación”. Por el resto, todo depende de Britney.
Anuncios varios
Las consecuencias fueron inmediatas. La que fuera chica Disney no deja de publicar vídeos un día tras otro. Anunció que iba a componer nueva música, nuevas versiones de temas que nunca le gustaron y que siempre quiso hacer de otro modo. Asimismo, anunció su compromiso con Sam Asghari.
Los diseñadores ya se pelean para diseñar su vestido de novia, los fans sólo quieren escuchar sus nuevos temas. Ella mientras tanto disfruta de su libertad tras 13 años de tutela. Incluso se permitió un viaje que antes tenía prohibidos, para celebrar su 40 cumpleaños.
Sombras
Pero adaptando las palabras del tio Ben a Spider-man, toda libertad conlleva también una responsabilidad. En estos meses, la artista ha tenido sus alitibajos. Ha abandonado algunas redes sociales por su salud mental, ha tenido que responder a sus críticos y esforzarse para volver a entrenar su voz.
Los resultados han sido dispares. Pese a la alegría que muestra en su Instagram de manera regular, Britney anunciaba cinco días antes de poner fin al 2021 que su tan esperado regreso debía esperar.
Dardos
“Durante 13 años pedí interpretar sobre el escenario nuevas canciones y hacer versiones actuales de las que ya tenía, pero cada vez que lo proponía recibía un ‘no’. Supongo que ahora habrá quien se pregunte por qué no lanzo ahora música nueva… aunque esto es solo un problema algo insustancial. La gente no tiene ni idea de lo que me han hecho personalmente, y después de todo lo que he pasado, le tengo miedo tanto a la gente como al negocio en sí”, asevera.
Esto simplemente ha servido para pausar un año en el que ha visto como su éxito reflotaba y en el que sus emociones han estado a flor de piel. Pero promete que en 2022 puede ser el año de su plena felicidad. El principio de la nueva Britney. Y lanza un aviso para navegantes: “Dejar de cantar es, en parte, una forma de decirles ‘que os jodan'”.