El actor Miguel Ángel Solá / EP

El actor Miguel Ángel Solá / EP

Famosos

Miguel Ángel Solá: “Las redes no democratizan la cultura, la vulgarizan”

El actor argentino lamenta la situación del periodismo y el abuso de poder en la obra 'Doble o nada'

11 septiembre, 2021 00:00

Miguel Ángel Solá (Buenos Aires, 1950) apenas necesita presentación. Ha trabajado a las órdenes de José Luis Garci, Gerardo Herrero y Mario Camus, entre otros. Su trayectoria a lo largo de 50 años de carrera lo avalan. No se le ha resistido nada. Domina el cine, el teatro y la televisión, son las tablas el imán más fuerte.

Su último proyecto es Doble o nada, una obra que empezó a rodar en Argentina en 2015 con gran éxito y que dos años después trajo a España. Ya han pasado cuatro años desde entonces y él y Paula Cancio siguen en cartel. Ahora en los Teatros Luchana de Madrid.

Sin tabús

El argentino es un apasionado de la obra, en especial de todos los temas que aborda: el abuso de poder, el periodismo, el machismo, el feminismo… El reflejo de una sociedad que retrató en su día escribió Sabina Berman y que sigue vigente.

El actor conversa con Crónica Directo sin morderse la lengua sobre estos y otros temas. Condena que las redes hayan destrozado la cultura y lamenta que por razones inexplicables no lo llamen tanto en España, un país al que también ama.

Miguel Ángel Solá y Paula Cancio en 'Doble o nada'

Miguel Ángel Solá y Paula Cancio en 'Doble o nada'

--Pregunta: La obra lleva ya años en cartel, empezó en Argentina y sigue en Madrid. ¿La han ido adaptando y añadiendo cosas?

--Respuesta: Sí claro. Hemos trabajado mucho en complicidad con la autora y le fuimos comentando cosas que creíamos que debían variar o profundizarse porque ella la escribió hace más de 20 años y todavía no habían ocurrido los grandes movimientos feministas del Ni una menos, ni el Me Too. Ella se acopló a este sentir en seguida, tal es así que llevamos varias versiones de la obra y la vamos modificando en el escenario con el equipo en dirección, que nos exige teatro en movimiento y nuestra manera de explicar las cosas. La obra es una guía y el resto es un juego constante que va variando con lo que encontramos cada día en la obra.

--¿Cómo definiría su personaje?

--Es un hombre del siglo pasado, anclado en él, que ostenta un cargo de cierta responsabilidad. Un chico que ha sido muy admirado pero, adocenado, ha preferido no cambiar el sistema y entiende que esa es la manera de tirar adelante la dirección de un diario. Es un manipulador por las malas razones y unas pocas buenas razones. Pero la obra gira constantemente sobre sí misma, y da a los espectadores diversas versiones de lo que le ocurre a los personajes. Él siempre tiene un secreto más que el otro personaje y lo hace girar alrededor de él.

--¿Y se ha tenido que jugar todo alguna vez a doble o nada?

--Así ha sido toda mi vida. Soy un tipo de cornisas y para colmo sufro de vértigo. Siempre salté pensando que era lo peor que podía hacer y hasta ahora me fue bien.

--Bueno, usted saltó de Argentina a España, en su día. ¿Por qué fue?

--Por miedo

--¿A qué?

--Habían amenazado varias veces con matar a mi hija de dos años.

--¿Durante la dictadura?

--No, durante la democracia.

--¿Cómo lo vivió?

--A nadie le gusta que lo echen. Yo estuve muy bien plantado frente a los militares durante la dictadura, hice todo lo que creía que debía hacer como ciudadano y como persona y me fui. Pero fueron 30 años sin mi país, pero por suerte pude trabajar, se me abrieron las puertas. Ahora parece que se me volvieron a entrecerrar.

--¿Por qué?

--No lo sé.

--¿Siente que le ofrecen menos papeles que antes?

--Yo estuve aquí 20 años e hice una serie y media. Películas hice seis y el teatro siempre me lo pagué yo.

--¿Cree que es por algún tipo de discriminación?

--No tendría por qué haberla, creo que son ciertas cosas personales. Personas que se mueven para que tú no salgas adelante, qué se yo.

Paula Cancio y Miguel Ángel Solá en 'Doble o nada'

Paula Cancio y Miguel Ángel Solá en 'Doble o nada'

--Hablando de vetos y del poder. La obra reflexiona sobre el poder y cómo llegar a él. ¿Siente que hay una obsesión ahora por alcanzarlo a cualquier precio, incluso pisando cabezas y también en la actuación?

--No creo que nadie quiera pisar cabezas para llegar a algo. A veces, es más por desesperación y hay quien toma decisiones incorrectas para escaldar peldaños porque piensa que no podrá hacerlo de otra manera. Pero cada uno, con sus posibilidades. Hay gente que tiene cinco millones de likes por promocionar un jabón y haber mostrado media teta y es muy angustiante no querer mostrar la teta entera para conseguir más likes en este imperio en el que rigen los likes. Pero es muy difícil a veces llegar allí sin acceder a ello. Yo no creo eso que dicen que las redes democratizan la cultura, más bien la vulgariza. La cultura se aviene al nivel de sus depredadores. Pero en el teatro es muy difícil esconder las mediocridades. Puedes aparentar ser muy buen actor de televisión y de cine, pero llegas a las tablas y se ve todo tu cuerpo, tu intención y energía combinada y allí es muy difícil ser bueno.

--¿Esto acaba pervirtiendo el mundo de la actuación? ¿Hay mucho intruso?

--Lo dirá el tiempo. Hay mucha gente que ha empezado de intrusa y, de repente, ha sentido la profesión en el corazón y ha cambiado toda su fórmula porque se ha encontrado a sí mismo. Pero pasa poco. El problema está en el que condiciona sus castings por los likes. Hay pocos castings para actores secundarios o terciarios.

--Usted que ama tanto las tablas, ¿cree que las pantallas pueden ser el fin del teatro?

--Yo no lo creo. Mientras me llamen para trabajar eso no va a pasar. Uno tiene la esperanza en la gente, en que no deje morir lo que vale. Después puede pasar lo que pase. El teatro ahora se mezcla, hay montajes que sólo se ven una vez por semana, los impuestos aquí son muy altos, las salas cobran un 50% sin poner apenas nada. Las compañías tienen muchos problemas para subsistir, entre el IVA, los derechos de autor, lo que se lleva la sala… Pero bueno, hay obstinados, nosotros entre ellos, que apostamos por ello.

--La pandemia, además, ha acabado con la vida de muchas compañías. ¿Cree que se ha gestionado bien?

--Yo soy de 1950, nunca viví esto. No puedo valorar si las personas responsables de velar por todos los ciudadanos han hecho bien. Deberíamos tener una sola voz para enfrentarnos a esto. Y la cultura ha sido una de las más perjudicadas, no hemos podido vivir de lo que sabemos hacer, hemos tenido que endeudarnos a esta el alma. Sabemos que hay otra gente que también. No estábamos acostumbrados a vivir esta peste que nos ha tocado. Pero es difícil no gritar.

--Regresemos a Doble o nada. La obra retrata a dos periodistas que ven el periodismo de manera muy distinta, pero usted como actor, y como argentino, donde fue muy polémica la ley de medios, ¿cómo ve la salud del ámbito de la información?

--Allí, Clarín es un grupo que tiene casi el 85-90% de la industria del papel prensa que se usa para hacer diarios. El otro 5% lo tiene La Nación que forma parte del grupo y el resto se tiene que repartir el pastel. Hay monopolio. Yo me escapo ya del papel porque no me es grato. Las firmas que había antes eran el producto de años de escribir y de pensar el mundo. Hace 20 años lo dije aquí y en mi país, el periodismo ahora trata más de agentes político o empresariales. Yo amaba el periodismo, los grandes escritores que me han gustado siempre han sido periodistas. Falta opinión propia y jugársela ante la gente. Tal vez soy un injusto con personas que no leo y que se juegan la piel, pero en este último tiempo no he sentido esa atracción. Es una bendita profesión a la que se le ha tocado mucho el culo.

--Otro punto caliente del montaje es el papel del hombre y la mujer. Su personaje tiene toques de machismo, pero ¿cuál es su posición respecto al feminismo? ¿Qué papel debe jugar el hombre en este movimiento?

--Yo soy de otra época. Nunca se me ocurrió agredir a una mujer, someterla, violentarla, ni obligarla a nada. Yo pregunto a todos los que descreen de la violencia machista: ¿cuántas mujeres se juntan para acosar y violar a un hombre sin su consentimiento? ¿Y cuántas veces hemos visto manadas que hacen eso con una chica? Y hay abogados que, con eso de que todo el mundo tiene derecho a una defensa, los defienden, pero yo no pienso que todo el mundo tenga derecho a una defensa. Mi corazón civilizado me dice eso. Por otro lado, veo que hay mujeres aconsejando para mentir en sus denuncias contra el machismo. Y ese hombre no se va a poder lavar, de eso. Miente que algo queda. Tampoco creo que yo haya de renunciar a lo que creo que me define a mí como hombre, con independencia de que hay hombres que pueden ser de una manera u de otra.

--No se trata de imponer.

--No claro, pero no quiero que me digan que tengo que sentir de otra manera de lo que yo siento. Se trata de la inclusión. No por ser hombre voy a ser golpeador.

--¿Y en la actuación diría que hay machismo todavía?

--Lo esconden un poquito más. Lo ejercen y lo han ejercido a veces sin querer y otras, a conciencia. Claro que también hay mucho oportunismo y mala fe en algunas denuncias de las mujeres y eso es una zancadilla al propio movimiento. Hemos de ir todos juntos a sacarle la careta a la mentira en la que se escudan los violentos.

--Todo esto va incluido en la obra que empezó a principios de año en Madrid y sigue hasta finales de octubres, por el momento. ¿Girará por España? ¿La veremos por Barcelona?

--Espero. Y que vaya bien, que todas las veces que fui a Barcelona, me fue mal. Toda mi sangre es catalana, tengo seis apellidos catalanes y mi sueño es que me vaya muy bien por allí.