Javier Giner no para. Nunca lo ha hecho. Ni en su etapa de responsable de comunicación de la productora El deseo, de Pedro Almodóvar. Pero tuvo que hacerlo. Un día se vio superado por todo lo que le estaba sucediendo. Él no veía el problema, pero era ya un adicto. Él no lo veía. Incluso como ha confesado en varias entrevistas su entorno tampoco lo consideraba un adicto como tal, le decían que tiene “un mal beber”. Pero era mucho más que eso.
Este director de Barakaldo tuvo que encerrarse en medio de un bosque, como afirma él mismo y a pesar de lo contradictorio que pueda sonar. Tuvo serios problemas, pero ahora, ya está recuperado. Lo contó en su libro, Yo, adicto, una obra que se convirtió en superventas y en todo un fenómeno. Hasta el punto que se ha convertido en una serie de título homónimo. Y no le ha ido mal. En la edición del Serielizados de este 2024 se coronó con el premio a la mejor serie y Oriol Pla, su protagonista, se alzó con el reconocimiento a mejor actor.
Unos días antes, aprovechando la presentación en el festival barcelonés y antes de su estreno el 30 de septiembre en Disney Plus, Crónica Global habla con el creador y el intérprete sobre cómo ha sido el proceso de creación y la imagen distorsionada que se tiene del adicto.
- ¿En qué momento el libro pasa a ser serie?
- Javier Giner (J):Es muy poco épico. Se publica el libro, empieza a tener un éxito y empiezo a recibir ofertas para transformarlo en una serie, comprar los derechos del libro y tal. Una de ellas es la de editor Gabilondo. Me siento con él y llegamos a un acuerdo. Una de mis condiciones era que yo tenía que asumir las labores de director, guionista y productor ejecutivo y que él, además, estaría como creador del proyecto junto a mí. Básicamente porque yo no quería hacerlo solo, si bien es cierto que tras el libro quería abrir la experiencia para que otras personas entrasen y aportasen.
- ¿Cuándo entra Oriol Pla?
- J: Yo barajaba dos o tres nombres que, de manera intuitiva, pensaba que eran las personas indicadas para hacer el papel. Uri era una de ellas. Nos vimos una tarde, hablamos, hizo una prueba y cuando terminé de verla supe que era él. Hasta tal punto que las otras dos personas nunca han hecho casting (ríe).
- ¿No da vértigo verse allí?
- J: Es que estamos como dos chotas, los dos. Somos unos absolutos inconscientes, unos kamikazes y suena como muy extraño decirlo, pero hemos hecho esta serie desde un lugar tan íntimo, en una burbuja creativa tan íntima, que es como si nunca nos planteásemos que esto lo iba a llegar a ver la gente. Es un poco una disociación.
- Oriol Pla (O): Bueno, pero estábamos muy comprometidos con el proceso, con la historia, con el juego, con las ganas de trabajar, porque amamos este oficio. Se juntaron dos apasionados y se generó un espacio súper creativo y súper sano al servicio de la serie. Uno de los mayores obstáculos que teníamos para hacer lo que queríamos hacer era el pudor, pero Javier me dijo que debía perderle el extremo.
- J: Yo realmente he sido consciente del riesgo que implica esta serie a tantísimos niveles una vez terminada.
- O: Claro, rodando no pensábamos qué hacíamos. Pasaban cosas que, desde un sitio consciente, tal vez no hubieran pasado.
- J: Desde el minuto cero hay una especie de salto al vacío. Todo el equipo sabía desde el principio que la serie no admite medias tintas: o te lanzas a muerte o no. Y de manera inconsciente y kamikaze nos hemos lanzado y nos ha salido. De hecho, la primera vez que la vimos pensamos: “nos podríamos haber pegado un pedazo de hostia”. Y yo la inmensa gratitud y la inmensa suerte que he tenido es que me ha acompañado Uri y un ejército de valientes y descerebrados que hemos saltado todos juntos.
- Eso se transmite de tal manera que uno no sabe qué está viendo. ¿Era la intención? O sea, uno se divierte, pero mientras ve una persona adicta y que ha caído en un pozo… El espectador pasa por muchas emociones.
- J: Hemos hecho una cosa que es un imposible y nace como tal, capturar la vida. Para mí la veracidad de todo lo que se ve era importantísima. Sobre todo, no tanto por una responsabilidad individual hacia mi propia historia, sino hacia todas las personas reales que han formado parte de ello.
- O: La serie te hace llorar, te hace pensar, te hace reflexionar, te partes de risa y eso es un poco también la energía con la que Javi ve el mundo y con la que todos hemos vivido.
- J: Y la propia veracidad del proceso de Javi en la serie. Anaís López, la persona real, detrás del personaje de Nora Navas, señala que en una clínica se llora mucho pero se ríe mucho también. Al final lo que está en juego es la vida y la muerte. Entonces gracias al maestro de ceremonias descomunal, que es Oriol, se canaliza todo eso. Entonces, al final, las drogas, el alcohol y tal, es una especie de excusa para hablar de las emociones y queremos que tú como espectador atravieses ese proceso emocional junto al personaje. Por eso te pasan muchas cosas mientras la estás viendo, porque el proceso de deconstruirte para volver a construirte es muy emocional. Por eso, lo que me deja picueto es que Oriol no sólo tiene un registro, sino que despliega absolutamente todo el abanico y lo hace todo muy bien, evidentemente.
- O: También es verdad que es un personaje que está escrito de una forma maravillosa. Esta buena materia de base es increíble. Javi es un grandísimo director también y un capitán increíble.
- Bueno, y no debe ser fácil seguir a Oriol, porque en la serie maneja una energía muy potente.
- J: Hay un planteamiento de base desde la dirección: que la cámara esté al servicio del actor, no al revés Y tiene que ver con ese objetivo imposible de capturar la vida. Lo que sí quiero con la puesta en escena es que tú como espectador nunca te sientas seguro, porque hay una especie de electricidad en los movimientos y en lo que está plasmado sobre la pantalla que es la electricidad que llevan los propios personajes dentro del plano.
- O: Eso está bien porque yo pude hacer lo que me daba la gana sabiendo que la dirección estaba muy clara.
- J: Es que hay una especie de regla no escrita, que viene de generaciones mayores que la mía, que traslada el mensaje que desde la tensión sale lo mejor. Yo justamente estoy en el otro lado opuesto. Es decir, cuando tu lugar de rodaje es un lugar seguro, donde las personas pueden experimentar sin miedo a ser juzgadas a tal, desde el cuidado, el cariño y la atención, nacen los trabajos verdaderamente importantes.
- Habla mucho de captar la vida, pero con las adicciones se está muy cerca de la muerte.
- J: La espina dorsal de la serie parte de un viaje que tú como espectador comienzas junto a una persona muy ajena a ti, atravesando cosas muy ajenas a tu mundo y, según vamos quitando capas a ese personaje, cada vez lo que le ocurre al personaje es más lo que le ocurre a ti. Cuando yo digo para mí la adicción es una es una excusa para hablar de otros temas es porque aunque la serie se titula Yo, adicto, es una excusa para poder hablar de la dignidad, del perdón, de la humanidad, de la ausencia de juicio, de la importancia de hablar y de ser capaces de unirnos desde nuestra vulnerabilidad.
- No es lo común, porque a veces uno le cuesta mostrarse vulnerabilidad. Y más en estos casos.
- J: Pero antes le decía a una compañera tuya que vivimos en una sociedad tan llena de disfraces y de mentiras que, de repente, que nosotros hayamos hecho una serie desde la honestidad, es subversivo y revolucionario. Es decir, hoy en día vivimos en un mundo tan deshumanizado que ser empático es punk. Vivimos bajo una estructura turbocapitalista, que el personaje de Omar es la metáfora absoluta de eso, que exprime a los seres humanos. Logra disociarles de su humanidad para convertirlos de alguna manera en robots productivos, que no hablan nunca de lo importante.
- Y que nos engancha más a cualquier otra cosa que a las personas, ¿no?
- O: La identificación con todo lo exterior, esta pseudo imagen de uno mismo hace que nunca puedes llegar a identificarte contigo mismo, porque no eres tú.
- J: A ver, que no hemos descubierto América. De lo que estamos hablando es de emociones, que son absolutamente comunes al ser humano.
- O: Lo heavy es que al final la serie es como un thriller emocional, en el que el espectador se pregunta si el protagonista va a conseguir a encontrarse a sí mismos. La adicción es el MacGuffin, todo lo demás es profundidad y humanidad.
- ¿Tanto cuesta sacarla que debemos ir a terapia o caer en vete a saber qué?
- J: Bueno, a mí literalmente, me tuvieron que encerrar en la punta de un monte, quitarme absolutamente todo, para literalmente obligarme a mirarme a mí mismo. Porque vivimos en un presente o en una realidad con tanta sobreestimulación que todo nos ayuda y nos empuja a no mirarnos dentro.
- ¿Todo eso hace imposible que uno piense en que tiene un problema? Porque, si todo el entorno vive algo parecido…
- J: Claro.
- En su caso, cayó en la adicción. Pero no es ni se ve en la serie un estereotipo de adicto, sino un personaje que, como dice, no ha tenido ningún trauma, shock o experiencia sobrecogedora que lo haya llevado hasta allí. ¿Hay una voluntad de mostrar que todos podemos ser adictos?
- J: El estereotipo de adicto es un tipo de adicto que, evidentemente, existe. Cuando yo te digo y, la yonki, la imagen que aparece en tu cabeza es esa. Y también es real, pero es que hay muchísimos más tipos de yonkis. Eso es un peligro porque impide detectar el tema. Vivimos en una sociedad donde veo muchísimos adictos y adictas que no saben que lo son. Yo mismo no me reconocía como alcohólico porque podía estar perfectamente tres semanas sin beber y cuando me despertaba a las nueve de la mañana no desayunaba vodka, pero yo era un alcohólico, era una persona profundamente enferma y funcional.
- ¿Te impacta cuando ahora lo ves en la serie?
- J: A ver, te estalla un poco la cabeza cuando lo piensas, pero no he hecho esta serie como terapia, ni he utilizado a Oriol como pieza de ajedrez con la cual hacer terapia sobre mi vida. Al final, al estar recuperado, el haber transitado todo eso y cerrado esas heridas es justamente lo que me ha permitido poder hablar de ellas.
- ¿Cuánto costó?
- J: Yo en la clínica estoy ingresado casi cuatro meses y luego paso a otras etapas como el tratamiento ambulatorio, un piso terapéutico.
- Por último, y sin tratar de desvelar nada, hay un capítulo donde un personaje habla en catalán, se niega a hacerlo en castellano y estalla el conflicto. ¿Tan importante fue? ¿Por qué decidió ponerlo?
- J: Porque es absolutamente real. Cuando yo me ingreso, vengo de Madrid, donde vivía. Y en el primer encuentro esa persona hace eso. Y a día de hoy esa persona, votante de la CUP, es una de mis mejores amigas.
- Y ahora, vive en Barcelona. ¿Qué te ha dado?
- J: Pues mira, hay una cosa que es un poco hippie-esotérica, pero yo me extravié en Madrid, y me recuperé en Barcelona. La clínica está fuera de Barcelona. Entonces, de una manera muy celular y muy inconsciente mi propio cuerpo relaciona a Madrid con la enfermedad, y Barcelona con la salud. Pero bueno, gente de Barcelona que se extravió aquí, se recuperó cerca de Madrid, y Madrid para ellos es saludable.