Asistentes al festival de cine de Sitges

Asistentes al festival de cine de Sitges EFE

Creación

El Festival de Sitges: de pequeño encuentro de fans en los 60 a referente global del cine fantástico

El certamen ha pasado de ser un proyecto para desestacionalizar el turismo al mayor escaparate de la villa

3 octubre, 2024 00:00

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El Festival Internacional del Cinema Fantàstic de Catalunya arranca este 3 de octubre en Sitges su edición número 57 con unas cifras de récord. Los números del año pasado fueron extraordinarios, con más de 158.000 asistentes, algo nunca visto hasta ahora.

Estos números, la cantidad de estrellas invitadas y el gran impacto mediático hacen que el Festival de Sitges sea ya "el mayor y mejor escaparate" de la ciudad, en palabras del ayuntamiento. Un escaparate que nació hace 57 años como una semana organizada por cuatro amantes del cine de género que había en esta villa mediterránea y que ahora reporta a la ciudad más de ocho millones de euros. Además, con los años se ha erigido como el festival de cine más relevante de Cataluña y el segundo de España en número de espectadores, sólo por detrás del Festival de San Sebastián.

Los nombres de Sitges

A muchos todavía les cuesta creer que una propuesta nacida del entramado social y comercial de Sitges haya sido capaz de llegar tan lejos. Ni siquiera dan crédito sus propios fundadores.

Este certamen cinematográfico ha visto pasar estrellas de la talla de Quentin Tarantino, Susan Sarandon, Nicolas Cage, Cameron Diaz, Anthony Hopkins, Jodie Foster, David Lynch, George A. Romero, Ed Harris, Tilda Swinton, Jon Voight, Guillermo del Toro, Viggo Mortensen, Takashi Miike, David Cronenberg, Álex de la Iglesia, Wim Wenders… La lista es muy larga. Nombres que en 1968 nunca pudieron llegar a imaginar que pisarían esta ciudad.

Susan Sarandon en el Festival de Sitges

Susan Sarandon en el Festival de Sitges EFE

El impacto económico del festival

Lo cierto es que, fruto del esfuerzo y del empeño de ciudadanos, emprendedores y Administraciones, varias de estas estrellas han conocido Sitges, su festival y su gente. Y ahora ya forman parte de su historia. 

Con ellos vienen también miles de espectadores que, a su vez, generan un impacto económico que ya se cuenta por millones. Ni el gremio ni el ayuntamiento dicen tener datos actualizados del impacto económico actual del certamen, pero las últimas informaciones del consistorio, del 2016, ya alcanzaban los ocho millones de euros. Cifra que en ocho años puede haberse incrementado, defienden. Igual que lo ha hecho el festival a lo largo de sus casi seis décadas.

El certamen, en cifras

Las cifras hablan por sí solas. Si hace 57 años el evento popular se centraba en la proyección de una decena películas, ahora la oferta se ha extendido a cerca de 400 fims, un estand promocional en el paseo Marítim, un área gastronómica con una decena de food-trucks en la zona de Balmins y la ya mítica Zombie Walk

Todas estas actividades se traducen en asistentes. “El número de visitantes ha crecido cerca de un 20% en dos años”, señala la alcaldesa de Sitges, Aurora Carbonell, en conversación con Crónica Global. Traducido en números eso implica 158.461 espectadores y 115.695 entradas vendidas, un récord para el propio festival.

Presupuesto y ayudas

A pesar de que las ayudas han tardado en llegar, poco a poco Sitges ha podido recibir más subvenciones y contribuciones por parte del Estado y esto, a su vez, significa más presupuesto. La presidenta de la Fundación del festival, Mònica Garcia, asegura que este año cuentan con una partida de tres millones de euros. Un dinero que, adelanta, "siempre se gasta".

Nacida de una iniciativa popular y lúdica, hoy por hoy, el Festival de Sitges sigue siendo una organización sin ánimo de lucro. De hecho, está organizado por una fundación, por tanto, no pueden tener beneficios. "Todo lo que se recauda va a gastos", afirma Garcia.

Dinero para la ciudad

Más allá del glamur de la alfombra roja, el esfuerzo económico y mediático beneficia a la ciudad, de una manera u otra. “Cada vez más el número de pernoctaciones es mayor. Antes los visitantes se quedaban una noche y ahora ya son varios días”, indica la alcaldesa. “Y más días implica más gasto”, subraya. Sobre todo en transporte y hostelería.

A eso se le suman los puestos de trabajo que genera. "Tenemos 130 trabajadores directos, 160 indirectos y unos 300 voluntarios", señala. Todo ello repercute "en el tejido económico y social de la ciudad", observa Garcia.

Un año excepcional

A pesar de esta buena salud, “este año el número de entradas vendidas puede ser inferior”, advierte Carbonell, que es también la presidenta del patronato que organiza el festival, en el que todavía están los comerciantes de la ciudad. La razón es clara. Las obras del cine Retiro, una de las salas donde se proyectaron las primeras películas del festival, han obligado a tener que sustituirla por el Centre Comercial L’Escorxador, que tiene menor capacidad.

Esta, tal vez, es la única sombra de este año para un festival que, a excepción de los años de la pandemia, no ha dejado de crecer. En público, en películas y en impacto económico. Por primera vez, este 2024, el certamen ha conseguido una dotación nominal de más de 200.000 euros por parte del Ministerio de Cultura.

Cartel del Festival de Sitges 2024

Cartel del Festival de Sitges 2024

El origen

Muy atrás quedan esos tiempos en que un grupo de fotógrafos amantes del cine y otros comerciantes, taxistas y hosteleros de la ciudad decidieron montar un evento para disfrutar del mejor cine de terror y, de paso, desestacionalizar la temporada de turismo. Eran finales de la década de 1960. La ciudad ya era conocida por su ambiente festivo y liberal. Ricardo Urgell había abierto su primer Pacha hacía un año.

Ese mismo 1967, el consistorio, con la ayuda del entonces presidente de la asociación Sitges Foto Film, Antoni Rafales, había organizado la Primera Semana de Cine, Foto y Audiovisión. Sólo participaron escuelas de cine, pero consiguieron la complicidad de un hombre clave, Román Gubern, experto y reputado crítico cinematográfico.

Primer paso: hablar con Fraga

Un año más tarde, los mismos organizadores, con la complicidad de comerciantes y hoteleros de la ciudad, fueron un paso más allá. Vieron que las películas eran algo que fascinaba a los lugareños y a los turistas, por lo que decidieron darle forma y ampliar ese pequeño evento cinematográfico. Los hoteleros y restauradores de la zona, que participaron de la iniciativa, pensaron que podía ser un plan ideal para dinamizar la cultura del pueblo y atraer a más turistas que, pasado agosto, desaparecían hasta el año siguiente. Así lo vendieron a las altas esferas de la dictadura franquista.

"Parte del equipo viajó a Madrid para reunirse con Fraga", ministro de Turismo de Franco, "y Gonzalo de Borbón", narra uno de los fundadores de Sitges, Josep Maria Matas. Las negociaciones iniciales fueron fáciles. "Como vieron unos catalanes que querían hacer algo cultural y especializado en terror, no político, dieron su aprobación".

Nace el Festival de Sitges

El 28 de septiembre de 1968, el mismo año que España ganó por primera vez el Festival de Eurovisión, arrancaba en Sitges la primera Semana Internacional de Cine Fantástico y de Terror. Las películas se proyectaron en el Casino Prado y la Sociedad Recreativa El Retiro. Salas en las que todavía hoy se pasan las películas.

El hotel Melià durante el festival de Sitges

El hotel Melià durante el festival de Sitges

Fue un éxito. Parte de él se atribuyó a Román Gubern, quien tenía contacto con el mundo del cine y consiguió incluso películas extranjeras, que no llegaban a España por la censura. Pero luego estaban los miembros del Sitges Foto Film. "Iban a un certamen especializado en Italia y conseguían películas, algunos trabajaban o tenían amigos en distribuidoras", afirma Matas. Y así, poco a poco conseguían más films.

Año tras año, la Semana se hizo más popular. Había ganas de libertad, de ver y probar cosas distintas y Sitges era el lugar para hacerlo. Playa, buen clima, gastronomía… y películas. El gerente del Gremi d’Hosteleria de Sitges, Alejandro Eguía, recuerda que en los años del franquismo el evento conseguía traerse películas clandestinas, y las que eran interceptadas por la censura, muchas veces pasaban el filtro.

Eludir la censura

Las películas de género de la época, en muchas ocasiones, tenían cierto aire erótico que escandalizaba a los censores que, indignados por los cuerpos protagonistas de las cintas, dejaban pasar los mensajes políticos presentes en los diálogos. Historias que todavía hoy se recuerdan y que confirman que, desde sus orígenes, el festival nació para promover la ciudad, sí, pero “con una mezcla de cultura y transgresión”.

Matas recuerda que, antes del festival, el censor aparecía en Sitges "y era horroroso". Rememora como trataban de que no estuviera muy consciente a la hora de ver las películas que se iban a proyectar. "A veces, tratábamos de distraerlo justo en el momento en que sabíamos que algo no le podía gustar", indica Matas. "Sólo nos censuraron un film, Fando y Lis, de Fernando Arrabal, y porque era de Fernando Arrabal", apunta.

Lo que ahora son bromas, también tuvo su cara B. "A algunos de nosotros nos costaba dinero", confiesa Matas. Eran horas de ir con su propio coche a buscar películas al aeropuerto, tensión porque no llegaban, imprimían "vietnamitas" (hojas de imprenta caseras) y las repartían a gente de prensa, todo de forma precaria.

Ya el primer año hubo problemas con las cintas. Prometieron películas de Buñuel que nunca llegaron y la asistencia fue escasa. Costó remontarlo en los años siguientes. Hubo quejas de que en la pantalla del Cine Retiro las películas no tenían subtítulos, se anunciaban un día antes y, además, muchas veces seguían sin llegar. 

Bienvenido, Mr. Berlanga

El año clave fue 1972. En esa edición el presidente del jurado fue el reputado cineasta Luis García Berlanga, una figura que les dio la visibilidad que necesitaban. A partir de entonces, los grandes referentes del séptimo arte se fueron sucediendo: Wes Craven, Joan Brossa, Tony Bill o David Cronenberg.

El auge definitivo llegó con los años 80. Que el director de La Mosca ganara un Oscar tras el paso por el certamen y la posibilidad de que llegaran las películas subtituladas, sumado a las nuevas libertades que se vivían en España tras el fin de la dictadura franquista, ayudaron a alzar el vuelo del festival.

El Port d'Aiguadolç, en Sitges

El Port d'Aiguadolç, en Sitges Cedida

El impacto económico hoy

En pleno siglo XXI ya nadie duda del éxito de esta iniciativa privada. El turismo se ha desestacionalizado como bien querían sus primeros organizadores. Sitges ahora no es un lugar al que ir en verano, sino todo el año. Así lo venden el gerente del Gremi d’Hosteleria y el ayuntamiento, pero como bien admiten sigue siendo la principal marca de Sitges.

Los datos hablan por sí solos. Los días del festival la ocupación hotelera oscila entre el 75% y el 80%. Los números crecen aún más por la zona del Port de Aiguadolç, próximo a la sede principal de la ciudad, el hotel Melià. Allí, según Eguía, la tasa de ocupación pasa en pocos días del 68% al 85%-90%. "Parece mentira que una cosa que montamos cuatro gatos amantes del cine se haya convertido en uno de los festivales de cine fantásticos más importantes del mundo", se sincera Matas.

La imagen de Sitges al mundo

Puede que tenga razón. El certamen es el segundo festival de cine más relevante de España y compite como un igual en número de entradas vendidas con el Festival de San Sebastián. A eso se le suma el impacto mediático, “cada vez más grande”, asevera Carbonell. Un hecho que ayuda a cambiar la imagen que se tenía de Sitges, de una ciudad gayfriendly y de fiesta, a “una villa cultural”. Esta es la idea que tienen desde el ayuntamiento.

Queremos ser referente”, prosigue. “Cada vez hay más rodajes en la ciudad y genera mayor interés. Tenemos pequeñas escuelas de cine, pero vienen otras más grandes a rodar” y a impregnarse de la vida del festival y dejarse inspirar. “Somos motor de cultura y con el festival empezamos a destacar”, concluye Carbonell.