Si alguien quiere conocer un poco más sobre los movimientos sociales del siglo XX, basta con hacer un repaso a algunas de las películas que Agnès Varda hizo entre 1963 y 1977. En este periodo uno puede ver cómo se vivió la revolución cubana (Salut les Cubains, 1963), la guerra de Vietnam (Loin du Vietnam, 1967), la lucha por la igualdad de derechos de los afroamericanos en Estados Unidos (Black Panthers, 1968), el movimiento hippie (Lions love, 1969), el derecho al aborto y la lucha feminista (Una canta, otra no, 1977).

Todo a través de los ojos de esta directora de cine que revolución la manera de hacer cine y algunos quisieron que pasara desapercibida. Aun así destaca y destacó en ese grupo de cineastas franceses en disputa a finales de los 50 y principios de los 80 y que conformaban la Nouvelle Vague (Chabrol, Truffaut, Rohmer, Rivette y Godard) y la Rive Gauche (Alain Resnais, Chris Marker y Robbe-Grillet).

Agnès Varda en Los espigadores y la espigadora AGNÈS VARDA CCCB

Varda se movía bien entre los dos bandos del Sena a su paso por París. Creció con el compromiso político propio de los del bando derecho, pero le estimulaba las propuestas que venían desde el izquierdo. En realidad, fue un híbrido. Tuvo siempre personalidad propia. Ella venía de la fotografía. No vio una película hasta bien pasados sus 20 años y, cuando lo hizo, se dejó influenciar lo justo. Lo suyo era filmar lo que veía. Y lo hizo hasta sus últimos días.

Nombrar películas como Cleo de 5 a 7, La felicidad, Sin techo ni ley o las más cercanas Los espigadores y la espigadora o Visage Villages (Caras y lugares) es siempre quedarse corto. La vida de Agnès Varda es casi inabordable a pesar de hacer un cine muy accesible a la par que moderno. Tanto como su obra. Su misma hija, Rosalie Varda, lo sabe a ciencia cierta. Ella, que era diseñadora de vestuario en el cine, fue su mano derecha en sus últimos 15 años de vida.

Rosalie Varda GALA ESPÍN Barcelona

Lo hizo para conocerla, no como madre, sino como persona. “No quería estar al lado de ella para ser su hija, quería estar al lado de ella para ser su socia de trabajo”, confiesa a Crónica Global. Quería conocer el proceso “desde que se le viene la idea a la cabeza hasta su ejecución final”, prosigue. La satisfacción fue absoluta. Conoció a otra Agnès, no la madre, no la figura pública, sino la artista. Así es como la directora de Jacquot de Nantes quiso siempre ser recordada.

Quien quiera conocer más de su vida y, sobre todo, de su obra, puede acercarse al Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) donde, desde el pasado 18 de julio y hasta el próximo 8 de diciembre. Allí hay una de las exposiciones más grandes sobre esta realizadora franco-belga. Un recorrido por su vida y por su arte, siempre tan unidos, tan inseparables, responsabilidad de la comisaria Florence Tissot y diseñado y dirigido por la misma hija de la artista. Una mujer a la que la vida le regaló una madre y unas experiencias de las que aún no da crédito.

“Cuando decidí trabajar con ella en 2006, no imaginé que 15 años después me encargaría del archivo, la empresa, las películas, las fotos. Honestamente, no sabía cuál iba a ser mi futuro. Solo estaba feliz de estar a su lado y entender más cómo trabajaba, cómo funcionaban las ideas en su cabeza. Estaba realmente interesada en esa forma de enfoque y creación que tiene”, cuenta a este diario.

A pesar de todo y de conocerla tan bien, Rosalie prefiere no hablar por ella. “Sus películas lo hacen”, subraya. En ella está esa mirada tan particular de Agnès, la Varda, que sigue fascinando a día de hoy. Incluso a su propia hija, que está descubriendo cosas que nunca sospechó

Rosalie Varda GALA ESPÍN Barcelona

 

¿Cuánto material hay que no hemos visto o que todavía no vemos de Agnès Varda?
¡Oh, hay mucho! Hicimos un inventario de 27.000 fotos, negativos, que todavía no he podido ver del todo. Y están las películas, y las instalaciones y el material que hizo para ellas. En los últimos 15 años de su vida hizo muchas instalaciones y películas cortas. Y lo que estamos descubriendo en el archivo que no sabíamos, es que ella había filmado con Pasolini en 1967 en Nueva York, es un archivo que descubrimos en el sótano. Así que todavía queda mucho.
¿Qué se puede ver en la exposición del CCCB?
Bueno, el espacio de exhibición es realmente interesante y muy grande. Así que la exposición aquí es mucho más grande que en París. Porque en París era de 600 metros cuadrados y aquí es de 1.200 m2 es enorme. Así que es una forma de poner más cosas y mostrar diferentes cosas que no se habían mostrado hasta ahora. Por ejemplo, estoy muy feliz de mostrar fotografías que Agnès tomó en Cataluña en 1955, cuando vino de vacaciones e hizo algunas fotos. Es realmente agradable mostrarlas al público de Barcelona. Es la primera vez que se muestran. Nunca se revelaron ni editaron. ¿Has ido a la exposición?
Por el momento una vez, pero voy a repetir porque con la cantidad de material mostrado, requiere un mayor detenimiento.
Hay una parte de la exposición que creo que es importante mostrar aquí. En 1952-53 mi madre aceptó acoger refugiados políticos de Franco y vivieron en su casa. Era una pareja. Ella no tenía trabajo y el marido era albañil. Tenían un niño pequeño llamado Ulises. Así que mi madre habló con la mujer, que no había estudiado. Entonces mi madre le dijo, te ayudaré y te enseñaré cómo editar fotos en el laboratorio. Y así, esa mujer finalmente con este conocimiento trabajó toda su vida en diferentes laboratorios de fotografía en París. Y parte del trabajo que hizo con esa familia, se muestra aquí. Así que es agradable volver aquí y devolver un poco de la historia de España también. Es asombroso e increíble y realmente lo disfrutarás.

Rosalie Varda GALA ESPÍN Barcelona

Esta anécdota que se muestra y que cuenta, demuestra el compromiso de Agnès Varda con la gente. ¿Cómo definiría ese compromiso con los olvidados por la sociedad y los gobiernos, aquellos que necesitan, si no más ayuda, más visibilidad?
Es difícil para mí hablar por ella, así que solo puedo decir lo que pienso. Con Agnès aprendí cómo ella podía amar a todos, sin juzgarlos nunca. No había juicio en su forma de conocer a la gente. Si eras de la refinada, muy educada y alta sociedad, muy educada, o si conocía a alguien en la calle, Agnès hablaba con esa persona. Ella siempre era la misma persona con quien fuera. Y creo que esta es una cualidad con la que también hacía documentales. Muchas veces los rodaba para poder estar más cerca de la gente pobre. Lo sé porque trabajé con ella en Los espigadores y la espigadora. Recuerdo que me dijo, la primera barrera, la primera puerta cerrada a las personas pobres es el olor. Porque las personas pobres no siempre pueden lavarse porque y huelen mal. Me dijo, "tienes que superar en eso y decirte, 'no huelo', olvídalo. Y acércate a esa persona y háblale. Así los conoces". Y es así, pero es verdad. Lo experimenté exactamente un día. Estaba en el autobús en París. Subo y el olor es horrible. Miro y veo que todos estaban al final del autobús y en la parte delantera había un homeless, algo viejo y realmente sucio, con bolsas de plástico. Y pensé, ¿qué voy a hacer? ¿Voy a hacer como los demás e ir al final del autobús solo para escapar? Me dije, no, no puedo hacer eso. Me senté frente a él y me sonrió. Es cierto, ese gesto no cambió mi vida, pero tal vez para él, por un minuto, pensó que no estaba al margen de la sociedad. Qué quiero decir con eso, que tal vez estas personas sentían con mi madre que había empatía, sentían una empatía global. Ser así significa que ella no pertenecía ni formaba parte del mundo esnob del cine, ni asistiría a las grandes fiestas del cine. Pero no le importaba eso. Siempre existía esa especie de separación. El hecho de ser libre tiene un coste. Ya sabes, no es fácil ser libre, porque no haces concesiones o haces menos concesiones. El mismo Martin Scorsese, con quien coincidí en el Festival de Telluride presentando una película con nosotros, dijo en una conferencia muy seria: “hay una gran diferencia entre Agnès Varda y yo: ella es libre, yo no lo soy”. Es realmente así de simple. Él no es libre. Él firma con estudios, con Apple, con Netflix. Hay mucho dinero en juego, presupuesto, poder, ambición. Agnès era libre con su cámara digital; no tenía dinero, pero podía hacer lo que quisiera.
¿Cuál fue el coste que tuvo que pagar por esa libertad?
Mucho. Lo sé porque trabajé con ella mucho para encontrar dinero. Pero Agnès es realmente tan increíble… Siempre decía: “dame menos premios, dame más dinero”. De alguna manera, los productores le tenían miedo, porque ella era libre. Así que tal vez esto es lo que la generación joven siente por ella, porque Agnès era de las que decía: no me quieres, está bien, me las arreglaré sola. Tal vez esa fue realmente la fuerza de su vida: ser consecuente.

Rosalie Varda GALA ESPÍN Barcelona

Supongo que además no sería fácil. Y menos siendo mujer en unos años como los 50, 60, 70… ¿Le era aún más difícil hacer películas?
Sí, lo era, pero ella nunca quiso ser juzgada como mujer. Siempre decía, quiero ser juzgada como artista, como cineasta, pero no como mujer. De hecho, después de los 80, en general, no quería ir a festivales que sólo mostraran films de mujeres. Ella decía, es una segregación que no quiero, yo quiero estar con las películas de todos. Esto es muy importante también. Ella era muy adelantada a su tiempo, incluso en su feminismo. Ella decía, no soy feminista, soy lo que soy. No deberíamos ni siquiera decir soy feminista. Deberíamos simplemente ser lo que somos.
Agnès no sólo fue una adelantada en su visión feminista, como demuestran films.
Ella siempre estaba en el presente en el que vivía. Esto es realmente una cualidad, estar en el presente y no estar pensando ya en lo que va a ser mañana. Por eso fue capaz de hacer documentales. Incluso antes, cuando era fotógrafa ella estaba en el presente. Pensaba, este es un momento importante, voy a hacer fotos, voy a hacer una película, voy a hacer eso. Así es como hizo Black Panthers. Cuando vivíamos en Los Ángeles, una de las personas que trabajaba en el Festival de San Francisco la llamó y le dijo que había una manifestación de un nuevo partido político llamado Los Panteras Negras y que debería ir y ver la manifestación. Fue y se preguntó quiénes eran y que querían. Y el fin de semana siguiente volvió y filmó. Pero ella pudo hacer eso porque tenía en su mente esa libertad de hacer documentales o ficciones, con un pequeño equipo y filmando en 16 milímetros. Ella tenía esa libertad. Porque podía mezclar documental, no ficción y ficción. No todos los cineastas son capaces de hacer eso. La mayoría de ellos no lo son.
En esta exposición y usted misma durante la presentación de la misma, hablaba de la importancia de la mirada de Agnès Varda. Durante la entrevista se ha dejado entrever, pero ¿cómo definiría la mirada de Varda?
Lo ves en sus películas. Ella veía la realidad a través de su cámara, pero sobre todo estaba interesada en la diversidad y eso la hacía reinventarse ¿Por qué ella se reinventó con la cámara digital en 1999 cuando compró su primera cámara digital? Se reinventó a sí misma para poder ir y filmar como si estuviera a tu lado con su pequeña cámara. No es lo mismo que si viniera con un gran equipo y un gran grupo de gente. No se establece la misma relación.
¿Fue fácil para ella ese salto al digital?
Bueno, ella practicaba. Agarraba la cámara, probaba, decía, “oh, eso no está bien”, “tengo que hacerlo así”.

Rosalie Varda GALA ESPÍN Barcelona

Y usted que ha visto su cine, ha trabajado con ella, la ha producido, distribuye y difunde su cine... ¿Ve el cine muy cambiado a lo que era el de Agnès? ¿Cómo lo ve?
No sé. Hay cine muy diverso y esa es la riqueza del cine. Tienes grandes producciones, películas medianas, de bajo presupuesto, films experimentales. Siempre han existido personas que eran grandes investigadoras, buscadoras, curiosas de una manera diferente de hacer las cosas. Incluso en la generación de mi madre, tenías a Jonas Mekas y a Andy Warhol. Luego tienes personas que hacen cine e instalaciones como Bill Viola, que murió recientemente. Hay muy diferentes tipos de cine. No creo que sea peor ahora, sólo diferente. Y lo que lo hace diferentes son las diversas formas de ver el cine y las imágenes. Eso ha cambiado. Entre las redes sociales, as plataformas y demás, tienes maneras distintas de ver imágenes en movimiento. Mira, recuerdo cuando firmé con Prime Video para que tuvieran las películas de Agnès en su plataforma en Francia. En mi Twitter, había mucha gente que me criticaba y decía que cómo podía poner las películas de Agnès en Prime. ¿Es malo? ¿Ella estaría enojada conmigo? Lo pensé, pero es estúpido. Tenemos que ir donde la gente y la generación joven pueda ver películas, porque si no lo hacemos estamos perdidos. Si hay una persona en Amazon Prime que ve una película de Agnès o de Jacques Demy o de Truffaut o cualquier otra de Chabrol o Pedro Almodóvar, tal vez después esa persona se interese y vea otra película de ellos o de otros y en otro lugar. Por eso creo que necesitamos ir a todas partes y dar la opción de ver películas de manera diferente.
Y con tanto cambio, ¿dónde pondría ella ahora la mirada? ¿Dónde pondría la cámara?
No lo sé. No soy ella. No tengo ni idea. Ella podría estar interesada quizás en una flor, o no sé. Tal vez en la política. Ni idea.
Bueno, pero ¿qué cree que ella nos enseñó y nos sigue ensañando?
No lo sé, porque ella no era una maestra y odiaba las clases magistrales. Podríamos pensar en su libertad y en la idea de que en la creación puedes ser modesto y libre, puedes ser curioso y tener empatía... Ella demuestra y diría eso de “inténtalo”. Cuando se encontraba con estudiantes ella les decía: "para de estudiar, sal a la calle, mira a las personas, ten un punto de vista". Ella siempre me decía, mira, estamos aquí, ¿podemos ver la misma habitación de una manera diferente? ¿Cómo verías esta habitación? ¿Cómo la verías tú? Hay diferentes puntos de vista. ¿Miras la mesa, debajo de los libros? ¿Es esto lo que te interesa? ¿O esto? Eso le diría a la gente y al mundo: ten un punto de vista sobre el mundo y busca el mejor lugar para mirarlo.

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