Exposición sobre bestias en el arte en el MEV, Museu d'Art Medieval de Vic

Exposición sobre bestias en el arte en el MEV, Museu d'Art Medieval de Vic Albert Llimós

Creación

La otra cara de las sirenas

El MEV, Museu d'Art Medieval de Vic dedica una exposición a explorar la importancia y simbolismo de los animales y las bestias en la Edad Media

23 septiembre, 2023 23:30

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¡Eres una arpía!” Son muchos los que recurren a esta expresión popular para insultar a una persona -por lo general, a una mujer- que ha tenido un comportamiento cruel o codicioso, pero no tantos los que conocen su origen y significado. Las arpías, en la mitología griega, eran aves fabulosas con rostro de mujer y cuerpo de ave de rapiña, que se dedicaban a quitarle la comida de las manos al profeta Fineo, castigado por Zeus a vivir en una isla. Como muchos otros animales -fabulosos o reales- utilizados en las religiones y culturas antiguas, su imagen simbólica fue calando en la cultura cristiana hasta convertirse en una de las numerosas “bestias” que proliferaron en el arte medieval europeo, desde capiteles y altares, a manuscritos, tapices o escudos heráldicos.

“Las bestias se han ido reciclando con el tiempo, conservando su simbolismo positivo y negativo, aunque a veces cambian”, explica Judit Verdaguer, conservadora y cocomisaria de la exposición ‘Bèsties” en el MEV, Museu d'Art Medieval de Vic. El objetivo de la exposición, que permanecerá abierta hasta el próximo 17 de diciembre, “era explicar por qué hay tantas bestias en la época medieval y qué nos dicen”, explica Verdaguer. A partir de 75 obras del museo, “hemos querido descifrar las claves necesarias para poder ponernos en la piel de un hombre del medioevo, alcanzar su forma de pensar, su cosmovisión”, añade la historiadora.

La exposición empieza con una introducción a los animales heredados de la culturas más antiguas, como el escarabajo -símbolo de la vida eterna para los egipcios-, el gato, que simboliza la “familia”, o el pulpo, que, engravado en una lámpara de cerámica del imperio romano (siglos I - III d.C), hace referencia a una popular leyenda romana que hablaba de un pulpo que sabia subir por las alcantarillas y robar comida a los humanos. “Se le consideraba, pues, un animal inteligente, y a la vez travieso, que hacía pensar en la transgresión de los límites naturales”, explica la cocomisaria de la exposición. 

Para Verdaguer, está claro que durante el medioevo imperó una cultura “dualista, marcada por el bien y el mal, Dios y Satanás”, y este dualismo se ve reflejado en la jerarquía que clasifica las bestias según su simbolismo cristiano. “ Las aves, por ejemplo, suelen tener un significado positivo, “ya que al volar están más cerca del cielo, donde está Dios”. Es el caso de la paloma, símbolo del espíritu santo , o el águila (símbolo de San Juan en el tetramorfo). “El águila es la ave que vuela más alto, “y por tanto la que está más cerca de la palabra divina”, observa Verdaguer. Una de las piezas clave de la exposición es el llamado “tejido de las Águilas” de la casulla de San Bernardo Calbó, obispo de Vic en el siglo XII.

Una ave menos afortunada es la avestruz, que por su incapacidad de volar “solía retratarse como símbolo de la hipocresía”, explica Verdaguer mostrando la imagen de un avestruz pintada sobre una viga románica del siglo XII. A partir de ilustraciones simbólicas (también aparece un ser desfigurado con pies de jabalí y cabeza humana incrustada en los genitales), el artista que decoró la viga nos muestra contraposiciones entre virtud y pecado que un ciudadano medieval hubiera captado al instante.

El Cristianismo unificó Europa. A pesar de hablar lenguas diferentes, un peregrino podía entrar en una iglesia de Noruega y entender todos los símbolos representados”, explica Verdaguer. El significado de cada bestia -real o fantástica- formaba parte de la cultura religiosa general, que se transmitía al pueblo principalmente a través de los predicadores. Estos basaban sus sermones en los llamados Bestiarios, unos libros que empezaron a proliferar por toda Europa durante la Edad Media. Los bestiarios, escritos originalmente en latín y traducidos por los monjes sen los monasterios, eran manuscritos iluminados que recopilaban descripciones de bestias y animales catalogados hasta el momento, desde elefantes y cocodrilos a unicornios y sirenas.

“Estamos en una cultura donde lo que importa es retratar ideas, no la realidad tal y como es”, comenta Verdaguer, insistiendo en que al hombre medieval le daba igual que el animal fuera real o imaginario. Lo que importaba era su significado. Por ejemplo, dos pavos reales apuntando a una cruz en una lápida “simbolizan la vida eterna”, comenta. “El pavo real proviene de la cultura persa, pero el Cristianismo le da su propio simbolismo”, explica. Otra bestia oriental adoptada por el Cristianismo es el cordero, que representa el Cristo sacrificado, o el caballo, “un animal de prestigio, que sirve para ir a cazar, ir a la guerra… y que no todo el mundo podía permitirse”. Esculpido en medallas, pecheras y escudos esmaltadas, pues, representa riqueza y poder.

 “Mucha de esta iconografía animal se basaba en los evangelios apócrifos, que en esa época todavía no estaban prohibidos y servían de recurso para la imaginación de los artistas”, explica Verdaguer. Es el caso del protoevangelio de Santiago, donde el evangelista menciona al buey y la mula en el pesebre y destaca que “hasta ellos reconocen a Cristo” para criticar la falta de fe del pueblo judío. 

“Los apócrifos dan mucho juego a los seres malignos, como el Dragón, el más maligno de todos”, explica la comisaria. La palabra dragón proviene del latín “draco”, que quiere decir serpiente y dragón. “La serpiente más grande”, aclara Verdaguer. Originario de Oriente, el dragón en todas sus formas es malo, excepto cuando aparece en la parafernalia heráldica, donde adopta el significado de fuerza. “Está claro que San Jorge, al matar al dragón, representa al héroe cristiano por excelencia”, comenta Verdaguer. “ Representa al bien venciendo al mal, a las virtudes venciendo sobre los pecados”, añade.

El libro que más fomentó la leyenda de San Jorge y el dragón durante la Edad Media es la Leyenda Áurea, una compilación de vidas de santos y mártires cristianos reunida por el fraile dominico Jacopo de Varazze en el siglo XIII, y que llegó a ser un “bestseller”, como dice Verdaguer. “Es divertidísima”, añade la comisaria, que se ha releído el libro varias veces. Otra de las historias más conocidas de la Leyenda Áurea es la de Santa Margarita, protagonista de otra pieza clave de la exposición: el frontal del altar de Santa Margarida de Vilaseca (siglo XII). El altar retrata en cuatro escenas el sufrimiento de esta santa que fue condenada a prisión por un prefecto romano por no haber aceptado su propuesta de matrimonio. En una de las escenas, la santa aparece siendo devorada por Rufus, el dragón de siete cabezas, que según el Apocalipsis se asocia a Satanás. En la siguiente secuencia, Santa Margarita, tras haber hecho la señal de la cruz, rasga el vientre del dragón y sale ilesa de su interior. “Eso explica que sea una santa tan venerada por las parteras”, apunta Verdaguer.

En el Medioevo también proliferaron las primeras imágenes del hombre animalizado, el hombre-bestia, caracterizado por estar cubierto de pelo. “Es la imagen del hombre que se deja llevar por los instintos, símbolo del pecado”, explica. Además de hombres peludos, aparecen bestias desfiguradas, medio animales-medio humanas, muchas veces representan al propio diablo.. “El diablo tiene la capacidad de transformarse en lo que quiere”, recuerda Verdaguer.

Los Bestiarios constatan que la fauna maligna, real o imaginaria, fue mucho más abundante que la benigna en la Edad Media. Los monos, por sus gesticulaciones exageradas, “son la imagen del hombre degenerado, la antiimagen del hombre ordenado”, dice Verdaguer. El elefante, tan venerado en Oriente, es reacio a procrear y debe caminar junto al río del paraíso para encontrar la mandrágora. Es la hembra quien toma la planta tentadora y se la ofrece al macho, igual que Eva hizo con Adán. Los Bestiarios también hablan de malvados centauros, arpías o sirenas, seres mitad mujer, mitad pez, símbolo del pecado y la lujuria, “y por tanto, de Eva, culpable del sacrificio de Cristo. “Los animales híbridos suelen ser siempre negativos”, añade Verdaguer.

Por otro lado, el bestiario benigno, más escaso, ha mantenido su significado hasta hoy. Es el caso de la hormiga trabajadora, el perro fiel, o el unicornio, animal fetiche de las niñas actuales. Según los Bestiarios medievales, el unicornio, “ágil y rápido”, es un símbolo de Cristo, indomable por cualquier otro poder de la tierra o el cielo, que se reencarnó por medio de una Virgen. Su único cuerno, además de manifestar la unidad de la Trinidad, se creía que tenía poderes curativos contra la epilepsia, el envenenamiento o problemas estomacales.

 “Durante la Edad Media los comerciantes vikingos aprovecharon la leyenda del unicornio para comercializar con colmillos de narval”, comenta Verdaguer. La nobleza utilizaba copas hechas de cuerno de unicornio (en realidad, de colmillo de narval y de cuerno de rinoceronte) creyendo que de esta manera estaban protegidos contra los envenenamientos y otros males. ¿Autoengaño? ¿Timo? Ninguna de las dos. “En el imaginario medieval el unicornio y la sirena eran tan reales como el elefante y el cocodrilo”, concluye Verdaguer.