Tras el éxito de Vergüenza Juan Cavestany y Álvaro Fernández-Armero regresan con Sentimos las molestias (Movistar+). A ellos se le unen dos grandes actores como protagonistas, Miguel Rellán y Antonio Resines.
La serie retrata la amistad y vicisitudes de dos amigos, un rockero y un director de ópera, que llegados a cierta edad, sienten que no son tan mayores aunque se enfrentan a ciertos achaques y miedos. El título, en este sentido, lo dice todo, un juego de palabras que se desgrana con el paso de los capítulos.
Crónica Directo habla con una de sus mentes pensantes, Cavestany, para que nos desgrane en qué consiste la serie y reflexionar sobre el humor, el cine, las plataformas y el teatro.
--Pregunta: Empecemos por el principio. Ese título con tantos sentidos, ‘Disculpen las molestias’.
--Respuesta: La verdad que fue un título que no costó mucho, a veces cuestas. Aquí vino rápida esa idea. Queríamos hablar de los achaques del cuerpo, el ir cuesta abajo, cuando las cosas no empiezan a funcionar. Verlo, ver la vejez, en cierta medida, nos resulta molesto, como que hay apartarse a la calle, pese a ser venerable al ser el depósito de la sabiduría. El juego de palabras surgió allí: los achaques del cuerpo y el perdone usted por andar lento por la calle, de algún modo.
--En este sentido y con tantos pocos papeles protagonistas para actores y actrices mayores, como ellos mismos dicen, ¿es todo un acto de atrevimiento por su parte hacer esta serie? ¿O una dedicatoria para esos actores?
--A veces no me creo mucho eso de que no hay papeles para gente de cierta edad, me parecen incluso un poco tópico y elementos de venta de las cosas. Si analizas, tampoco es que haya muy buenos papeles para gente de 15 años. Todos los papeles de chavales de 15 a 18 años son de un tipo determinado, responden a un tópico concreto salvo excepciones. En todas las franjas de edad, la ficción explota determinados comportamientos pensando que apela a un cierto público y, por tanto, hay unas carencias.
La serie no habla de una edad vieja, sino de una edad avanzada, con números altos, que corresponden a una energía y unas posibilidades de estar en el mundo muchos más grandes de las que había hace unos años. Faltan papeles buenos para todo el mundo y el reto es hacer buenas ficciones allá donde mires.
--Pero, como ha dicho, sí hay una voluntad de recordar y poner en valor la vida de esas personas mayores.
--Sí. Junto lo que te he dicho, sí había una voluntad de hacer una serie de gente de 60 y pico años que no fueran los abuelos de o el personaje secundario de abuelo, o el graciosete, renqueante o el batallitas, sino que fueran protagonistas. ¿Y qué les pasa? Que son seres deseantes, como el protagonista de cualquier drama, son gente que quieren algo. No están para ser testigos de los deseos de otros, sino que son sus propios sentimientos, su necesidad de estar en la profesión, de seguir en activo. Yo creo que ese es el gran temor o la gran batalla de hacerse mayor: la relevancia.
--¿Y en qué momento sale esta idea para hacer la serie?
--Veníamos de hacer Vergüenza, una comedia forzada y amarga en torno a un concepto muy radical, mirando a una generación de los 40 y tantos que era la nuestra en aquel entonces. Al hacerla, de forma muy rápida e intuitiva, Álvaro y yo queríamos mirar a lo que nos espera y cómo es nuestra vida a partir de ahora: los 70 años. Así es la vida, no te das cuenta y ya está: se acabado la serie, la edad adulta (ríe). Eso también lo refleja la serie. La idea vino muy rápida, así como la posibilidad de hacerlo con Antonio Resines y Miguel Rellán.
--¿Cómo ha sido el trabajo con ambos?
--Se lo propusimos a ambos antes de escribir una línea y les provocó mucha curiosidad y ganas. Por algún motivo, no salieron corriendo a pesar de que veníamos de hacer Vergüenza, y empezamos a escribir para ellos. Teníamos mucha comunicación con ellos, se involucraron y a la vez nos decían que los dejáramos en paz, que no querían verse involucrado en ello. Esto lo cuento, porque al llegar al rodaje había mucho avanzado. Entablamos una relación personal con ellos, casi de amistad, y nos adaptamos bastante a ellos. Álvaro y yo somos personas bastante fáciles con las que trabajar, escuchamos a los actores y a los equipos, somos gente normal que queremos pasarlo bien y entendernos con la gente. Dirigir se trata de entenderse con la gente, de hacerse entender. Así que, adaptarse fue fácil. Resines tiene fama de ser un tipo más impulsivo, intuitivo y caótico, pero tiene una naturalidad para la comedia que es impagable. Tanto él como Miguel te vienen con casi todo el trabajo hecho. Miguel es más exigente, autocrítico en el buen sentido, necesita un diálogo más convencional. Hubo una voluntad de entenderse y esto hace muchísimo. Nos encantaba la idea de reunirlos por primera vez porque si bien tienen muchas películas juntos, en muy pocas aparecen en el mismo plano. Ambos son historia vive de nuestro cine, que diría un cursi. Lo interesante es que se las saben todas y su presencia no hace más que aportar.
--¿Hubo entonces espacio para la improvisación?
--A casi nadie que conozco le gusta eso de dar espacio a la improvisación. Álvaro y yo somos muy neuróticos con el guion y el montaje, muy escrupulosos en cómo se cuenta y se hacen las cosas. No se rueda con tanto tiempo y el rodaje se usa para contar cosas que necesitas contar. La improvisación no es tanto como parece. En la lectura de guion, se ensaya y se aportan cosas, algún giro en el tono, pero siempre a priori.
--Ya que hacho referencia a 'Vergüenza', hablemos de su humor. ‘Sentimos las molestias’ no tiene un humor tan extremo, pero sí arriesga a la hora de hablar de la vejez, las relaciones entre hombres mayores y mujeres más jóvenes. ¿No le da miedo arriesgar tanto con todas las polémicas sobre los límites del humor?
--Para mí, todo humor tiene un punto de partida o un mínimo que es el de provocar cierta incomodidad. Toda risa viene de un conflicto que tiene que ver con una incomodidad a un nivel determinado. Un drama responde a un problema, con el humor igual. Con Vergüenza era ver hasta dónde podíamos llegar, movernos en la provocación o en la incomodidad muy buscada. Aquí no, hay un humor más contenido, más pegado a personajes con problemas muy reales, aunque Vergüenza también. Aquí es un humor más amable, se busca un tono de formato de la serie más reposado, pero no por eso lo vas a hacer todo blanco, se te cuelan las ganas de probar cosas y, como te decía, si no hay un grado de conflicto o dificultad, nada tiene mucho sentido. Se habla de las relaciones en el trabajo con una mujer más joven, aunque no queríamos que fuese un tema central; se habla de la enfermedad, un asunto grave que se debe coger con humildad y dar sitio a la comedia. Es como conversar con las preocupaciones de uno y hacerlas dirigibles y a la vez ser riguroso y respetuoso.
--Y también se habla del deseo en las personas de la tercera edad, que no es muy común
--Claro, yo esas cosas las pienso, pero luego ves otras series y se ha llegado tan lejos que uno piensa: me he quedado a medias. Es cierto que no es lo más habitual ahora, pero tampoco estamos descubriendo nada. Con cierta humildad y ambición reconocida uno intenta hacer una buena serie en que todo funcione.
--Además, sus facetas con el humor y en cine, teatro y televisión muestra diversos Cavestanys. En teatro sus textos son más dramáticos, en el cine tiene un humor más surrealista y en las series más arriesgado e incómodo.
--Eso se ve más desde fuera. En realidad, es que yo nunca he sabido qué hacer de mi vida (sonríe) y no he decidido qué quiero ser de mayor, todavía no lo sé. He hecho muchas cosas que no reflejan lo que yo quiero ser, sino cosas que se han dado en cada momento. Las distinciones son un poco líquidas. Es verdad que he hecho un cine independiente, muy extremo y, a veces, difícil. Con Álvaro he encontrado una manera de hacer ficciones en las que confluían los mundos y la forma de hacer de los dos y sale una cosa más digerible o mainstream pero sin cuestionarnos. Con el teatro, empecé a escribir en Animalario cuando venía del periodismo, donde estuve mucho tiempo. Cuando estaba en un ambiente teatral, decía que hacía películas y a la inversa, así que unos y otros han sido coartadas y excusas para esconderme si no ha ido bien. En las series hemos conseguido aunar cierta intención de autoría con llegar a mucha gente y hacer cosas producidas industrialmente.
--¿Tiene la sensación de que esto es un 'boom' que va a explotar?
--La tiene todo el mundo y todos seguimos para adelante. Nadie quiere parar. Hay muchísimo y lo padeces, porque el exceso de oferta puede provocar cierto hastío o rechazo. No conozco la industria por dentro, pero esta sensación de que no puede ser existe desde hace mucho.
--Y ya que usted lo ha mencionado, ¿qué llevó a dar el salto del periodismo a la dramaturgia?
--En realidad mi fantasía infanto-juvenil fue hacer películas y no sabía cómo se hacía y venía de un entorno que no estaba cercana y lo aparqué un poco e hice otras cosas. Dejar el periodismo, en realidad, y hacer eso, era ponerme en lo que siempre me había imaginado y me había atraído. Por circunstancias de la vida, fui descubriendo cómo se podía hacer. Me crucé con gente que sí lo sabía hacer, básicamente Animalario, Alberto San Juan, Andrés Lima, luego Mariano Barroso. Hubo ese cruce hacía allí y cambié a lo que hubiera querido hacer antes si hubiese sabido como hacerlo.
--¿Y se cruzan también esos mundos? ¿Es decir, el periodismo le ayuda a hacer guiones y puede resultar a la inversa?
--En una época pensé que sí. Me parecía que la capacidad observadora o el carácter moderador y científico en la observación de las cosas era común. Luego no lo sé. La escritura, la creación de una historia tiene que ver con he visto algo y lo quiero contar, en el caso del periodismo; en el caso de los guiones es he pensado algo y lo voy a contar. A mi me encanta salir a la calle y grabar cosas. Lo hice en Gente en sitios y lo sigo haciendo. Ese es el cruce de ambos mundos. Los formatos de Callejeros, de ir a contar historias, o los documentales me interesan muchísimo.
--¿Eso significa que puede meterse en el documental?
--Me encantaría, es un mundo que me encantaría explorar.
--¿La ficción puede ayudar más a conocer una noticia o un aspecto de un hecho que la misma noticia en sí?
--Es un tema. Desde luego una ficción y una noticia es difícil de comparar. Se trata de literatura, la capacidad del ser humano para ver y relatar para dar constancia de las cosas de tu época. El periodismo y la ficción lo hacen cada uno a su manera. En la ficción, hay una implicación del deseo, del anhelo, del sentimiento de uno, aunque en el buen periodismo también pasa. Luego está el documental que prefiere no inventar y dice contemos lo que hay en vez de añadir más historias, cuando las hay a patadas.
--Por último, ¿qué más tiene entre manos?
--Estoy haciendo un trabajo de mentorías de proyectos. Hay residencias de la ECAM y la Academia de Cine, que son espacios para que los guionistas se encuentren con creadores y desarrollar guiones de cine. Con Andrés Lima siempre tenemos proyectos de teatro. Tenemos un proyecto con la guerra civil, junto a Juan Mayorga y Albert Boronat también, que hemos hecho un trío con Shock que va a tener continuidad. Y en ratos cojo la cámara y salgo a la calle. La serie, no está claro, tendrá continuidad, al menos es nuestro deseo que tenga una segunda temporada.
Antonio al verla me decía, es como una película. El lo decía como halago, pero a mí me dio bajón. A mí, que me gusta el cine y creo que el cine no ha muerto, sino todo lo contrario, me da pena porque me gusta la sensación de estar haciendo una serie y no una peli que termina. Es una temporada que podría terminar aquí o seguir.
--¿Por qué dice que el cine no ha muerto sino todo lo contrario? Va casi en contra del pensamiento pesimista general.
--Digo todo lo contrario para animarme un poco también. Es evidente lo difícil del panorama y las dificultades que hay. Lo vimos en los Oscar, si no es por la bofetada de Will Smith a nadie le importa, ya nadie habla de ellos. Pero curiosamente, a través de las plataformas, y no sólo, se hace cine que tiene muchísima relevancia. No veo que ese cine relevante que se hace, como El poder del perro o el que se hace en Asia, flaquee o no tenga nada que contar. No veo que Almodóvar vaya a dejar de tener relevancia. Muchas series, más allá del tópico, tienen algo muy cinematográfico, hay un mundo híbrido interesante que beneficia a los dos. Otro ejemplo es el de Rodrigo Sorogoyen, cuando hace Antidisturbios, que me parece la mejor serie que se haya hecho en España, es una pata de su carrera cinematográfica. ¿Qué es: una peli, una serie, una peli en episodios? Las películas de Luca Guadanino o su serie en una base americana. No soy derrotista.
--Y hay trabajo, viendo su caso.
--La verdad, que es un momento bastante fértil, bastante movido.
--¿Cree que la pandemia dio impulso a la producción y consumo de contenido?
--No lo sé, la verdad. Ahí no veo yo motivos para la esperanza. La pandemia debería haber sido un momento de reconversión y reflexión profunda y no lo ha sido. Hemos salido igual o peor. Sí, la gente ha visto más pelis y series en casa, sí, pero debería haber pasado algo que no ha pasado, desgraciadamente.