La trayectoria profesional de Juan Echevarría Puig estuvo fuertemente vinculada a la industria automovilística y al negocio sanitario

La trayectoria profesional de Juan Echevarría Puig estuvo fuertemente vinculada a la industria automovilística y al negocio sanitario Fotomontaje CG

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Echevarría Puig, el emprendedor de raza

Su amplia trayectoria empresarial le llevó a estar al frente de buques insignia de la industria automovilística como Nissan Motor Ibérica y del negocio sanitario, en Mutua Universal

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Cuando Juan Echevarría Puig presidía Nissan Motor Ibérica negoció con Marcelino Camacho una de las primeras huelgas concertadas de la predemocracia española. Ya superada la Transición, le mostró a Jordi Pujol el alcance de la matriz de los motores en Fukuyama (Japón). Y abrió para Cataluña el melón oriental en la época de los grandes monopolios nipones: Pionner Corporation, Sumitomo, y especialmente la Sony del mítico Akio Morita, que recibía a los visitantes y al mismo emperador, Hiro Hito, con una inclinación de respeto en la puerta de sus fábricas.

Echevarría levantó las ventanas semicerradas del motor de origen nipón con más imaginería que la Volkswagen, implantada en la Seat de Zona Franca; fue el embajador español in pectore a orillas del Pacífico. Presidió la empresa Aeronáutica Industrial entre 1973 y 1975 y fue el chairman de Nissan Motor Ibérica entre 1982 y el 2000, cargo este último que afianzó las excelentes relaciones económicas entre Japón y Cataluña.

Presidencia de Fecsa

Tras abandonar la multinacional nipona se convirtió en presidente de Fecsa, la compañía eléctrica entonces pública, durante el segundo mandato de José María Aznar. Estuvo en el corazón mismo de la nueva oligarquía aznarista junto de César Alierta (Telefónica), y ejerció su enorme influencia en la reestructuración del sector energético con la Ley Eléctrica (1997) del fallecido Josep Piqué, entonces ministro de Industria.

Nunca se bajó del árbol de su ciencia. Defendió la Fundación Francisco Franco en plena Transición. Recordó para siempre sus años de Falange en la primera línea y la admiración que sentía por José Antonio Primo de Ribera; se le entelaban los ojos cuando hablaba de los desacatos, ante el Generalísimo, por parte de su amigo Dionisio Ridruejo,  líder entonces del partido único y más tarde reconvertido a la socialdemocracia. Ridruejo le llamó “monja” al jefe del Alzamiento el día que Franco invitó al Pardo a un grupo de falangistas -con Echevarría presente- para que vieran el cuadro patriótico pintado con el dictador junto la bandera preconstitucional.

El empresario Juan Echevarría Puig

El empresario Juan Echevarría Puig MUTUA UNIVERSAL

Después de soportar los rigores del pan negro, Echevarría se fraguó como hombre de empresa en la Barcelona de posguerra, junto a los Güell, Los Ferrer-Vidal o los Vidal-Quadras, gracias a las relaciones estrechas con el almirante fundador del INI, Suances  Fernández.

Las décadas discurrían fríamente en la calle a pesar de los repetidos intentos reformistas de un sector de la nobleza española -la de Don Juan, conde de Barcelona- vinculada intelectualmente a los letrados de la revista Destino, los Augusto Assía, Santiago Nadal, González Ruano, Estelrich o Josep Pla. Y posteriormente a intelectuales en crecida que colaboraron con la misma publicación, como Eugeni Trias, el jovencísimo Pedro J. Ramírez, Pere Gimferrer o Juan Eduardo Cirlot.

La conexión catalana de los Serrahima o los Vergés acercó al catalanismo cultural a los grandes proyectos industriales del fin de la segunda autarquía económica. Y allí ancló su estatus Echevarría Puig, uno de los primeros en levantar su domicilio en el Pedralbes de los Godó, los Ferrer Salat o los Folch Rusiñol, cuyas verjas, pegadas a las portaladas gaudinianas de la Finca Güell, daban al circuito de carreras improvisado de la Alta Diagonal.

De Foment a Mutua General

Echevarría perteneció a la Junta  de la gran patronal Foment del Treball, cuando resonaban todavía con fuerza el antiizquierdismo de la corporación y el proteccionismo de la etapa lejana del arancel de Juan Güell. El mundo empresarial vivía sus últimas entregas al autoritarismo político desenfadado pero, al mismo tiempo, estuvo inmerso en la concertación con los sindicatos desatada por Fuentes Quintana en los Pactos de la Moncloa.

Echevarría Puig, fallecido ayer en Barcelona a los 101 años, ha sido un emprendedor de piedra picada. En su etapa en la alcaldía de Barcelona, Pasqual Maragall creó un senado en la sombra al que pertenecieron, desde el silencio comprometido, Ferrer Salat, Molins, Leopoldo Rodés o el mismo Echevarría.

Juan Echevarría Puig

Juan Echevarría Puig MUTUA UNIVERSAL

Había empezado de cero. Hijo y descendiente de oficiales de los vapores de la Trasatlántica, sufrió de niño los rigores de la Guerra Civil y entró en Nissan por la puerta de servicio, hasta ocupar la cúpula de la industria de motores. Estudió Derecho, dio clases en Económicas y se hizo amigo del restituido cátedro Manuel Sacristán, marxista leninista de libro; y fundó el Colegio Mayor Sant Jordi. Se pegó a la alta Barcelona de los Andreu y en los últimos años de su vida profesional presidió la Mutua General, situada en una casa de los albores del novecientos, que durante algún tiempo fue una sede diplomática de la antigua ERS. Trato de ayudar a Manuel Fraga a levantar un indomable PP catalán que hoy hereda todavía lo más recóndito de las sacristías ideológicas de la derecha dura.

Fue puro en el trabajo y en las ideas. Hoy le debemos a él un merecido reconocimiento y un abrazo entrañable a su hijo Alejandro, la mano invisible de Joan Laporta en frente del FC Barcelona.