Barcelona está utilizando los grandes eventos como tractor de actividad económica tras la zozobra del procés independentista. Y también para recuperar autoestima de ciudad después de la sacudida de los años de inestabilidad política.
Lo acaba de dejar claro la Copa América de vela, que ha servido para rehabilitar algunas partes del litoral, como el Puerto Olímpico.
En este sentido, el empresariado LGTBI de la Ciudad Condal acaba de renovar la presidencia de su Cambra y apunta a un gran evento de ciudad: el World Pride, que cuando se celebró en Madrid en 2017 atrajo a centenares de miles de personas y generó un impacto económico de cerca de 115 millones de euros.
Atina el presidente reelecto, Ferran Poca, cuando apunta a un proyecto de esta magnitud. Tras algunos años de dificultades, la organización empresarial está unida y ha hallado un objetivo común por el que luchar.
El World Pride puede ser banderín de enganche de nuevas inversiones y puede movilizar recursos y puestos de trabajo. Es, pues, un digno objetivo para Barcelona. Máxime cuando la capital catalana fue la primera urbe del país en albergar una manifestación del Orgullo LGTBI.
El macroevento puede beber de esa tradición reivindicativa y también operar como espoleta económica.