El abordaje de BBVA a Banco Sabadell ha alcanzado en las últimas horas uno de los hitos más relevantes de la operación, el de la bendición de la misma por parte del Banco Central Europeo (BCE). No obstante, también era el más esperado y el que menos incertidumbre generaba en el mercado. En un clima de oposición generalizada a la maniobra, la entidad emisora y reguladora del sector bancario de la zona euro es prácticamente el único apoyo con el que cuenta el oferente para lograr, esta vez sí, su objetivo tras el intento fallido de finales de 2020.
La no oposición del organismo con sede en Francfort a una potencial absorción del Sabadell por el BBVA era una de las condiciones a las que está sujeta la OPA de carácter hostil lanzada a mediados del pasado mayo por el banco que preside Carlos Torres. De ahí que la entidad de origen vasco haya valorado de forma efusiva el logro de esta meta, que le conduce directamente a la parte final de la primera fase de la compleja operación.
No obstante, pocas dudas había sobre la decisión del BCE, toda vez que la entidad presidida por Christine Lagarde ha tratado de promover durante los últimos años operaciones de concentración en la banca europea, con el objetivo de que den lugar a corporaciones de mayor tamaño y con un capital más reforzado, capaces de afrontar escenarios de crisis severas, como la que se dio a finales de la primera década del siglo.
De ahí que desde Francfort hayan visto con los mejores ojos la operación auspiciada por BBVA desde sus albores. Y también que el banco oferente haya insistido en recalcar la creación de un grupo financiero con mucho atractivo en Europa como una de las principales bondades de la operación.
Además, para el BCE este caso supone eliminar una de sus inquietudes más frecuentes en los últimos años, como es la situación de Banco Sabadell. La entidad que preside Josep Oliu es vista por parte del regulador como uno de esos bancos bien gestionados pero con un tamaño que podría no resultar suficiente para afrontar escenarios complicados en solitario.
La frustración del anterior intento de fusión entre BBVA y Banco Sabadell dejó un hondo sentimiento de preocupación en el BCE que, tras la unión de Caixabank y Bankia para crear el mayor banco de los que operan en España, veía en esta segunda opción una oportunidad para dar prácticamente por finalizado el proceso de consolidación financiera en España.
Posición minoritaria
Tras la decisión por entonces del consejo del Sabadell de proseguir en solitario, fueron numerosos los llamamientos a buscar una alternativa, incluso a través de una potencial fusión transfronteriza, habitualmente vistas con recelo por las entidades por su complejidad normativa y burocrática.
Lejos de ser mayoritaria, la posición del BCE contrasta con la de la mayoría de actores que rodean el panorama socioeconómico español, en general, y también particular de los territorios que se verían más afectados por la operación, como Cataluña y Comunidad Valenciana.
De patronales a sindicatos, de administraciones públicas a partidos políticos, de la sociedad civil a reguladores, todos han incidido en el fuerte impacto negativo que tendría en la operación para los usuarios, en general, pero mucho más para las pymes, segmento en el que el banco opado cuenta con una notable cuota de mercado.
Eso sí, BBVA también parece contar con el favor de los inversores institucionales que componen el grueso de su estructura accionarial y también la de Banco Sabadell; un factor que, junto al apoyo del BCE, sería suficiente para completar la primera fase, una vez que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) apruebe el folleto de la oferta y siempre en el caso de que el comprador se haga con más la mitad del capital de su presa.
"Este tipo de operaciones suelen estar, de entrada, bien vistas por los inversores institucionales”, admitió el consejero delegado del Sabadell, César González-Bueno, en una entrevista concedida a Crónica Global, junto a otros medios.
El ejecutivo apuntó entonces que socios como grandes fondos de inversión y de pensiones se encuentran con la oportunidad de formar parte de una empresa de mayor tamaño, que les otorga ciertas ventajas, y dejan en un segundo plano otras cuestiones como las relativas a la competencia o el escenario de mercado que deja la maniobra.
El momento del Gobierno
Cuestión distinta será cuando, una vez superada esta primera fase, BBVA deba enfrentarse a hacer efectiva la fusión con el Sabadell. Por entonces, será clave el papel de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), cuyas condiciones podrían cambiar la perspectiva de los planes del comprador.
A ello se añade la más que probable intervención del Gobierno en esta maniobra, dado que su complejidad le podría llevar hasta las últimas fases contempladas por la normativa. Del mismo modo que el BCE ha apoyado el proyecto desde el minuto uno, el Ejecutivo ha adoptado la postura contraria; es uno de los elementos que añaden más incertidumbre al desenlace final, pese a que el BBVA juega con la baza del tiempo para tratar de convencer a Moncloa de que la transacción incluye más pros que contras.
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