Carlota Pi
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La crítica situación de Holaluz, que busca con suma urgencia una inyección de liquidez de 20 millones de euros, no ya a corto plazo, sino prácticamente para ya mismo, exige medidas de corte financiero, relacionadas con el diseño de una estrategia de contención de costes, de búsqueda de eficiencias y factores similares; no tanto de otras de carácter estético o cosmético como ha encontrado en la contratación de una consultora de comunicación.
No ha sido la transparencia el punto de fuerte de la compañía en la crisis que soporta desde hace varios meses, como consecuencia de la extrema volatilidad del mercado eléctrico, con lo que una nueva y reforzada estrategia de comunicación no sería, en principio, una mala medida. Pero si el propósito es lanzar mensajes de optimismo al mercado, vacíos de contenido, sin tocar los aspectos más delicados del balance y los que generan las principales incertidumbres, la solución se queda reducida a un mero fuego de artificio.
O, lo que es lo mismo, a una forma muy discutible de quemar recursos (siguiendo con el símil pirotécnico) de una corporación que ya cuenta entre sus planes alternativos la posibilidad de plantear un preconcurso de acreedores.
Con todo, lo que consiguen decisiones como ésta es ampliar las dudas de los inversores sobre la capacidad del equipo gestor, encabezado por su presidenta y cofundadora, Carlota Pi, para reconducir la situación. La negativa de los fondos a firmar las cuentas de 2023 ya fue un primer aviso. En poco menos de un mes llegará una junta de accionistas que se prevé 'caliente'. Sobre todo si el necesario y urgente proceso de financiación avanza a golpe de comunicado y no de acuerdos en firme.