Josep Sánchez Llibre
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Cataluña puede que haya superado el shock de la inflación, pero sus perspectivas económicas no son nada halagüeñas. Una vez más ha sido Foment del Treball quien ha alertado de la pérdida de competitividad como consecuencia de la voracidad fiscal y el desequilibrio de las finanzas públicas.
En el punto de mira de la patronal está el impuesto de Patrimonio, inédito en Europa y especialmente gravoso en Cataluña. Pero la proliferación de tributos propios, así como el mantenimiento de los tipos sobre beneficios extraordinarios de las empresas, también perjudican la vitalidad de la economía catalana y española.
Si se quiere afianzar el rumbo de crecimiento de la economía hace falta volver a la ortodoxia en el gasto y, sobre todo, moderar la carga impositiva que soportan las empresas y particulares.