Gemma Gimferrer, gestora de La Mola, con las firmas delante de la Diputación de Barcelona

Gemma Gimferrer, gestora de La Mola, con las firmas delante de la Diputación de Barcelona SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

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El restaurante de la Mola presenta 10.000 firmas para evitar el cierre y prepara más acciones

Gemma Gimferrer, la gestora del comedor, se muestra hoy "esperanzada" de poder seguir al frente del negocio a pesar del fin improrrogable de la concesión

18 diciembre, 2023 13:57

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Los responsables del restaurante de la Mola, con Gemma Gimferrer al frente, han presentado este lunes alrededor de 10.000 firmas en la Diputación de Barcelona para evitar el cierre del comedor, previsto para finales de enero con el fin de la concesión. Además, en palabras a Crónica Global, ha avisado de que preparan más acciones en las próximas semanas, pues ahora se siente fuerte, "esperanzada", aunque tiene momentos de todo. "No tiro la toalla", ha confesado.

Gimferrer se ha acercado hasta la Diputación de Barcelona (DIBA) pasadas las doce de la mañana junto a su hijo Ferran, trabajador del restaurante, y Enric, otro empleado del negocio, quienes han llevado las más de 10.000 firmas de apoyo que han recogido en las pocas semanas (presentarán más en fechas próximas) que han transcurrido desde que conocieron que no está previsto ningún servicio de restauración en lo alto de la montaña a partir de enero. En este trámite les ha acompañado Nil López, exalcalde de Matadepera y actual concejal del municipio vallesano.

Diputación: "Gestión más sostenible"

El cierre del restaurante La Mola se conoció de forma oficial el pasado 30 de noviembre, cuando la DIBA, en reunión con entidades e instituciones interesadas en el Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, en Matadepera, trazó las líneas de futuro de la montaña. Y el comedor no tiene cabida en ellas. El argumento de la Administración es que hay que apostar por un modelo de gestión más sostenible y protector con el medio, y entiende que este negocio va en contra de la preservación de la naturaleza.

Este pensamiento lo suscribe, entre otros, el actual alcalde de Matadepera, Guillem Montagut, para quien la actividad que se desarrolle en la montaña ha de ser "más sostenible" a fin de evitar "la degradación del entorno". No obstante, los gestores de La Mola refutan los argumentos que sugieren que la elevada afluencia al parque natural se debe a la presencia del restaurante, pues de los más de 300.000 visitantes anuales del espacio, solo 25.000 se detienen a comer o tomar algo en este histórico lugar.

Gemma Gimferrer entrega las firmas para evitar el cierre del restaurante de la Mola

Gemma Gimferrer entrega las firmas para evitar el cierre del restaurante de la Mola SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Una familia en el paro

Para Gimferrer, decirle adiós a La Mola es mucho más que perder un trabajo, pues, a sus 63 años, lleva 58 allí arriba, desde que su padre lo compró allá por la década de 1950. Hasta entonces, el espacio funcionaba como refugio, y sus progenitores lo dotaron de un pequeño sistema de restauración, pues sus profesiones eran otras (meteorólogo él y guarda forestal ella). Pero a la muerte del padre, Gimferrer se puso al frente y convirtió el lugar en el restaurante que se conoce hoy y en el que trabaja casi toda su familia: de la veintena de empleados, tiene lazos con la mitad.

Por todo lo que representa, Gimferrer saca fuerzas para pelear hasta el final, aunque tiene apenas un mes para convencer a la Diputación de Barcelona de que mantenga abierto el restaurante, al menos, hasta que la corporación decida qué quiere hacer con ese espacio. En esta línea, su hijo Ferran "no contempla" el fin de la actividad, bien que ha recibido ofertas de trabajo por si deben bajar la persiana. Cabe recordar que la concesión termina a finales de enero, aunque les dan 10 meses para bajar las 20 mesas y demás objetos.

López: "Ha habido tiempo para subsanar las carencias"

Nil López, por su parte, ha manifestado que, dentro de sus competencias, él trabajó para mejorar el espacio de la Mola, con la instalación de wifi y un sistema de cámaras antiincendios. Asimismo, ha declarado que ha habido tiempo para subsanar las carencias del restaurante, como la falta de electricidad (funcionan con un generador) y la ausencia de agua potable, algo que compete a la DIBA.

"El hecho de que cierre la instalación provocará una destrucción de un patrimonio –el establecimiento se encuentra en un monasterio del siglo X– y una degradación del entorno, porque no hay un plan b", añade Gimferrer, quien recuerda que la única manera de subir los víveres es con unas mulas y un burro que, si nadie lo remedia, también perderán su trabajo.