Una 'rider' revisa su móvil en busca nuevos pedidos / EP

Una 'rider' revisa su móvil en busca nuevos pedidos / EP

Business

Las historias tras los 'riders': cansancio y mucho estrés, pero con trabajo

A raíz del cierre de los restaurantes ha habido un 'boom' en el reparto de comida a domicilio, una situación que los repartidores llevan como pueden

20 noviembre, 2020 00:00

Esta semana se ha cumplido un mes desde que entró en vigor el cierre obligatorio de la restauración. Desde ese momento, bares y restaurantes solo han podido mantener su actividad por medio de la comida para llevar y del reparto a domicilio. Y eso, solo aquellos establecimientos que cuentan con la logística para desarrollar su actividad de esa forma. En este contexto, hay un colectivo que ha adquirido mayor relevancia que nunca: el de los riders. Aquellas personas que con sus bicis o motos se han encargado durante los últimos años de hacer de mensajeros entre los restaurantes y sus clientes.

Sin embargo, en estos momentos, más que nunca, se han convertido en los “ángeles de la guarda” que permitirán que el sector hostelero pueda minimizar sus pérdidas, pero: ¿quiénes son los riders?, ¿les afecta el toque de queda?, ¿cómo están viviendo este auge en la demanda de comida a domicilio? Algunos de ellos lo explican a Crónica Global.

 

 

¿Cómo están funcionando Glovo, Uber Eats o Deliveroo en tiempos de Crisis? / EH!

Saturación y cansancio

El cierre de la restauración ha supuesto la supresión de una de las actividades que más gustan a los españoles, la de ir a bares y restaurantes. Pero eso no significa que los ciudadanos hayan renunciado a degustar los manjares a la carta, ya que buena parte de la demanda se ha trasladado a las aplicaciones de reparto. “Yo estoy trabajando varios turnos. Hago el máximo de tiempo que me permite la app y, además, cubro los pedidos de un amigo que está enfermo”, afirma Gonza, nombre ficticio de un rider argentino de 37 años que trabaja a la vez para Deliveroo y Glovo.

En estos días no es extraño pasar por delante de establecimientos de restauración y ver varios repartidores esperando a que les entreguen los pedidos, para luego salir disparados con el fin de llegar en tiempo al destino. “Ahora mismo, dentro de la mochila llevo cuatro pedidos diferentes, y los iré repartiendo en orden de recogida”, afirma Jaqueline, nombre ficticio de una chica colombiana de 26 años que, aparte de trabajar para Uber Eats (“porque no me queda otra”), estudia Publicidad a distancia.

Un 'rider' hace cola para recoger un pedido / EP

Un 'rider' hace cola para recoger un pedido / EP

Dificultad para cuadrar los tiempos

De los varios riders que aguardan sus pedidos frente a una pizzería de Sarrià, todos aseguran haber tenido algún encontronazo con las fuerzas del orden, a raíz del horario máximo para repartir comida, fijado a las diez de la noche. “Muchas veces el pedido se recoge en el restaurante antes de las diez”, informa Nahuel, de 18 años, que porta una mochila de Uber Eats. Y añade: “El tema está en que si recogemos un pedido, por ejemplo, en la parte baja del Eixample, y tenemos que traerlo a Sarrià, pues claro, es cuesta arriba, muchos vamos en bici, y tardamos más”. En consecuencia, dice, “muchas veces nos pasamos la hora máxima”.

Hay policías “que son más comprensivos y si ven que la hora de expedición del pedido es anterior a la hora del toque de queda, te dejan seguir”, explica Jaqueline. En cambio, añade, “hay otros que no. Te paran, y te ponen una multa que tienes que pagar tú, porque la empresa no se hace cargo de nada”, sentencia. Muchos de los repartidores se arriesgan a sabiendas de que llegarán más tarde de las diez al destino: “Porque si el pedido no llega, el cliente nos puntúa negativamente, esto nos penaliza, y hace que el algoritmo de la app nos castigue”, explica Gonza.

Dos 'riders' circulando por la vía un día de lluvia / EP

Dos 'riders' circulando por la vía un día de lluvia / EP

Las historias que guardan en sus mochilas

Ser rider no es "el trabajo de mi vida" ni el de nadie, ya que se realiza una actividad laboral en condiciones muy precarias y con unas ganancias que rondan los 3 euros netos por pedido, una vez descontados los gastos que les genera su actividad. Éstos incluyen el móvil, el medio de transporte, o incluso el alquiler de la mochila en la que llevan la comida. En este sentido, ¿qué situación lleva a alguien a ser rider? “Yo estudié Derecho en mi país”, afirma Gonza, pero debido a la situación  inestable en  la que se encuentra Argentina, se quedó sin trabajo en 2012: “No encontraba nada y vine a España hace seis años. De primeras trabajé en un bar, que cerró, y esto fue lo que encontré para poder vivir”, sentencia.

En una situación parecida se encuentra Nahuel. “Ser rider es el único empleo que me permite compaginar con mis estudios. En mi casa me ayudan a pagar la carrera, pero vamos muy justos, y necesito el dinero”, explica. El problema está en que antes del cierre de la restauración, “la mayor parte de la demanda se concentraba en la franja de noche, y ahora está mucho más repartida durante todo el día”, se queja. “O estudio de madrugada, o no estudio. No me quedan horas”, expone.

“Más o menos me saco unos 1.000 euros netos al mes”, explica Jaqueline, y de éstos, dice, manda 200 a su familia en Colombia. “Con esta cantidad, ellos pueden vivir bien”, explica. El tema está en que ella debe vivir con 800 euros, paga 350 euros por una habitación en el Raval, y también el seguro de la moto, la comida, etcétera. “Y, a final de mes, no queda nada para darme un capricho”, concluye.

Un rider mira su móvil en busca de nuevos pedidos / EP

Un rider mira su móvil en busca de nuevos pedidos / EP

A pesar de todo, y de ser plenamente conscientes de que ser rider es un trabajo duro y con condiciones muy precarias, los repartidores consultados coinciden en afirmar: “Dentro de lo malo, tenemos trabajo, cosa que mucha gente no puede decir en estos tiempos de pandemia”, reflexiona Gonza. “El trabajo es una mierda, lo dejaré tan rápido como pueda, pero mientras tanto, entra dinero en mi casa, que falta nos hace”, afirma Nahuel.