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Los Rubiralta piden auxilio al Gobierno para frenar a los fondos buitres sobre Celsa

La compañía que preside Francisco Rubiralta valora una petición de ayuda de 200 millones al fondo de rescate que ha habilitado el Gobierno

16 septiembre, 2020 00:00

Francisco Rubiralta Rubio, presidente de Celsa, estudia cómo pedir 200 millones de los fondos de  rescate, gestionados por la SEPI. Es la fórmula escogida para sacarse de encima la presión de fondos buitres como Goldentree Asset Management, Cross Ocean, Canyon, Sculptor, Credit Suisse y sacudirse, de paso, a los bancos asociados, como CVC, Credit Agricole, Barclays, Credit Suisse o Deutsche Bank. Las entidades ya presentaron una batería de pignoraciones comprometidas por el grupo siderúrgico que les permitirían quedarse con casi la mitad del capital de la compañía. Podían hacerlo ya en junio tras comprobar el impago de un tramo de la deuda. Sin embargo, un juez de Madrid concedió medidas cautelares a los Rubiralta e impidió la ejecución a los fondos buitres.

Después de sacarse un cisne blanco de la chequera ante el magistrado instructor, Rubiralta valora el rescate público; la empresa reconoce solamente “estar en fase de recabar  información a través de la SEPI”. Está en juego la primera empresa siderúrgica de España y casi 10.000 puestos de trabajo. Unos volúmenes que empequeñecen la crisis de Nissan y convierten en irrelevante del drama de Bosch. El nuevo consejero de Empresa de la Generalitat, Ramon Tremosa, no ha dicho de la siderurgia esta boca es mía.

Facturación superior a los 4.000 millones

El acero es un sector duro. Cuando el mercado se detiene los pasivos pesan como bloques de hormigón en los balances de las empresas, pero cuando arranca es el paraíso de los Ebitdas incesantes. Y en entre ambos momentos, se encuentra Celsa la siderúrgica de la segunda generación Rubiralta, que ahora puede solicitar el auxilio de los fondos de rescate del Gobierno --se encuentra en fase de información a través de la SEPI-- para atravesar el último tramo del calvario de su deuda.

Francesc Rubiralta, presidente del Grupo Celsa / CG

Francesc Rubiralta, presidente del Grupo Celsa / CG

Bien entrado el siglo XXI se reproducen las batallas de la pasada centuria por la cuota de mercado siderúrgico, un sector ya muy concentrado en manos de las grandes multinacionales como Arcelor Mittal, Baowu, Posco, SSAB o Tata Steel, todas con presencia en el mercado interior europeo. La Celsa de los Rubiralta alcanza un diámetro de 120 centros propios en varios países, especialmente en el norte del continente; tiene una facturación superior a los 4.000 millones de euros y recicla en sus acerías más de ocho millones de toneladas al año. El grupo familiar cubre marcas propias como Celsa Barcelona, Global Steel Wire, Celsa Nordic, Celsa Huta Ostrowiec, Celsa Steel UK y Celsa France; representa el mayor productor de productos largos en España y uno de los principales productores europeos.

Deuda excesiva

La fortaleza industrial de la actual Celsa es incuestionable, pero su deuda es un lastre excesivo. Con su estudio a la SEPI, la empresa catalana se suma a la compañía de vuelos Air Europa (Globalia) y a Duro Felguera; que ya han pedido las ayudas. 

La valoración de petición pública es el último movimiento de Rubiralta Rubió sobre el complejo tablero de su situación financiera. Su penúltimo movimiento tuvo lugar el pasado mes de junio en un juzgado de Madrid en el que la compañía demandó a sus 25 acreedores, después de no poder hacer frente al pago de un vencimiento de 35 millones de euros. El impago ya previsto de aquel vencimiento había puesto en marcha a los fondos buitres que trataron de ejecutar la garantía de la deuda haciéndose con altas participaciones en el capital de la empresa. Los fondos propusieron a la familia fundadora de Celsa canjear 650 millones de la deuda a cambio del 49% de las acciones, un paso que hubiese dejado a los Rubiralta con el 51% del capital (garantía de otra parte de la deuda al 12%) y a las puertas de una última estocada. Los inversores oportunistas se valen de la usura y aprietan el paso porque saben que tienen mucho que ganar cuando se reactive la demanda de acero laminado en frío, especialmente en la construcción de obra nueva.

Relanzar la empresa

Por su parte, la banca española --después de retirarse del pool el Banco Santander-- no tenía intención de mover ficha. Los equipos de riesgo de Sabadell, BBVA o Caixabank piensan que es mejor un buen acero achatarrado que toda la fundición del planeta. La distancia entre el siglo XX y el siglo XXI va del calor de la fundición al frío del producto largo. Además, cuando el mercado arranque de nuevo, los bancos acreedores tendrán ocasión de resarcirse gracias al alto coste del capital apalancado por la compañía (más de 2.000 millones de euros). También se beneficiarán  a través del dividendo de paquetes menores, producto de quitas anteriores.

Dejar caer a Celsa es un pésimo negocio tras años de espera; contribuir a su relanzamiento tiene un coste en el presente, pero un beneficio a medio plazo.

Celsa atravesó el confinamiento laboral de marzo y abril en el peor momento de la historia de la compañía. Pero, cuando despuntaba el verano, un juez concedió a sus administradores y dueños las medidas cautelares que evitaron la ejecución inmediata de las garantías en poder de los fondos. Los Rubiralta tuvieron que presentar su demanda para mantener la vigencia de las medidas de protección. Hoy, esta maniobra se considera ya memorable en medios de bufetes mercantiles, al estilo de Garrigues o EY. Las fuentes jurídicas directas tratan de pasar desapercibidas, pero los profesionales aludidos lo consideran una operación novedosa.