El turista chino, aficionado al juego y las compras, gasta siete veces más que un occidental
El Gobierno español acelera la tramitación de visados para atraer un potencial mercado de más de 130 millones de personas
22 febrero, 2016 00:00Los turistas chinos no son nada convencionales --no les interesa ni el sol, ni la playa ni la paella-- y, aunque ateos en un 70% según un estudio de WIN/Gallup International, son muy supersticiosos: les flipa el ocho como número de la suerte y odian el cuatro porque se pronuncia “si” de forma similar a muerte.
Pero les encanta el juego (prohibido en su país) y las compras, más que las visitas a monumentos o museos. Un lujo, si se tiene en cuenta que son los turistas que más viajan y los que más gastan, precisamente en artículos de lujo.
Según la Organización Mundial de Turismo, cada año salen de su país más de 130 millones y se dejan por todo el mundo unos 80 millones de euros. Un estudio de la consultora Nielsen asegura que un turista chino gasta en un día lo mismo que un europeo en una semana, siete veces más. Una importante inyección de dinero que España, tercera potencia turística mundial, podría aprovechar para mejorar su economía.
Menos burocracia
Con ese objetivo, para superar la barrera de los 400.000 turistas chinos anuales y otros viajeros por negocios e inversiones, el Gobierno español está acelerando la tramitación de los permisos de entrada con la apertura de 12 nuevos centros para la recepción de visados Schengen (con una duración máxima de 90 días por semestre) en ciudades como Chengdu, Jinan, Hangzhou, Nanjing, Fuzhou, Changsha, Shenyang y Kunming. Se suma así a otros países competidores que han eliminado las trabas burocráticas.
Aunque los vaivenes bursátiles han afectado a muchos inversores, un 5% de la población china es muy rica, y durante los últimos 10 años se ha construido una pujante clase media, a la que cada año acceden unos 40 millones de ciudadanos, con alta capacidad para viajar y comprar.
La clase media del futuro
Según la OCDE, el 66% de la clase media provendrá de Asia en el 2030. Nada menos que unos 2.000 millones de consumidores potenciales.
Los especialistas han detectado que los turistas chinos pueden sacrificar la visita al museo, pero no conciben los viajes sin shopping. Prefieren comprar los artículos en un país europeo que en Shangái o Pekín, por el glamour que otorga haberlos adquirido fuera y para evitar las falsificaciones.
Rutas por tiendas
Muchas empresas dedicadas al lujo, de tiendas exclusivas de las calles de Serrano en Madrid y Paseo de Gracia en Barcelona, han sorteado la crisis gracias al comprador chino. Algunas tienen dependientes que hablan mandarín y conocen sus normas de cortesía.
Incluso el complejo comercial Las Rozas Village organiza la Chinese Route, un garbeo por sus tiendas de lujo preferidas. Hasta El Corte Inglés, aprovechando el Año Nuevo Chino, ha reforzado la atención con espacios en su idioma, guías hacia sus marcas favoritas o envío de contras a sus hoteles.
“El chino es caprichoso. Están pasando del comunismo, donde todos tenían que ir vestidos de acuerdo con el ideario de la revolución, a un consumismo que no tiene parangón en Occidente. Y a una fascinación por el lujo”, sentencia Miguel López, empleado de una joyería de La Moraleja, en Madrid.