De más que interesante se puede calificar el cara a cara organizado por Jordi Évole entre Artur Mas y José Luis Rodríguez Zapatero. Pudiera pensarse que hay que ser muy friki de la política para rematar el fin de semana con un walking dead en Salvados de La Sexta como el protagonizado por el Astuto y el del Estatut que decida el Parlament, pero tan inopinados cadáveres políticos dieron un gran espectáculo. No hay que olvidar, además, que los dos no sólo formaron parte del problema, sino que fueron sus más notables patrocinadores.

En el guion nacionalista, la historia se remonta al afeitado constitucional del Estatut, un texto del que desveló Zapatero tan curiosas anécdotas como la de que fue Mas en persona quien mandó el concepto "nación" al preámbulo y se ciñó a las constitucionales "regiones y nacionalidades para categorizar el concreto Cataluña. Así es que el paladín del 9N, el que abrió las aguas del procés, ese mismo Mas fue el primer capador de un Estatut que no le interesaba a nadie hasta que el nacionalismo dio en utilizar los retoques del Tribunal Constitucional como endeble excusa para justificar sus desafueros procesistas.

Un Zapatero desatado y desacomplejado tuvo a bien restregar a Mas que sólo le interesaba el tema de la pasta, la agencia tributaria, en detrimento del reconocimiento nacional de Cataluña

Un Zapatero desatado y desacomplejado tuvo a bien restregar a Mas que sólo le interesaba el tema de la pasta, la agencia tributaria, en detrimento del reconocimiento nacional de Cataluña, a pesar de la ventana de oportunidad que se abría al tener delante a un presidente, el mismo Zapatero, que había dicho que eso de las naciones era un concepto relativo, de modo que estaba dispuesto a admitir bou per bèstia grossa.

El debate mostró a un Mas más tenso que intenso, desarbolado por un Zapatero que ahora blasona de mediador y lo mismo viene de Caracas como de Mozambique, cual era el caso. Goza y disfruta de la condición de florero, del baloncesto, de los viajes y de una agenda política internacional. En cambio, Mas tiene que pedir dinero para pagar la fianza del 9N, y Rahola y Puigdemont, que todo se lo deben, ahora le ignoran. Sólo le queda el despacho, el coche, la escolta y cien mil euros al año. Pobre Mas, que pena que da.