Imagen de archivo que ilustra la violencia de género / EUROPA PRESS

Imagen de archivo que ilustra la violencia de género / EUROPA PRESS

Vida

Una víctima de violencia machista: "Me miraba el móvil y me decía que yo era suya; no quería vivir"

La joven maltratada, de 25 años, relata su testimonio acompañada de su psicóloga y envía un mensaje de superación

5 abril, 2021 00:00

“Para salir a la calle tenía que pedir permiso, no podía tener mi móvil porque tenía que revisar quién me llamaba. Literalmente me decía que yo era de su propiedad. Me decía que no servía para nada y me hacía sentir que no era nadie. Llegó un momento en el que no quería vivir más”, narra una mujer víctima de violencia de género. Un infierno que vivió durante los 10 años de matrimonio que mantuvo con el agresor.  

La joven de 25 años, natural de República Dominicana, prefiere mantener el anonimato. Según explica su psicóloga, Patricia Jirón, de la Asociación Exil, la chica sufrió maltrato desde pequeña en su país de origen: “Negligencias y abandono por parte de sus familiares”. Para intentar huir de esa situación familiar, se casó muy joven, a los 14 años, e inició su vida con el maltratador, quien más tarde se convirtió en el padre de sus dos hijos

Pasado

“Cuando yo era niña sufrí toda esa violencia y siempre tenía en mente que no merecía algo bueno. A medida que fui creciendo, me pensaba que lo que tenía era lo que me tocaba, y si me maltrataban pensaba que era normal”, declara la mujer a Crónica Global. “Me casé joven para encontrar un escape, pero el infierno que encontré fue igual o peor”, narra. "Mi pareja siempre me decía que no servía para nada y que no valía. Esa clase de cosas que te hacen sentir que tú no eres nadie”, explica la víctima. 

¿Cómo era su día a día? “En casa. Tenía que levantarme a llevarle desayuno, cocinar, fregar y limpiar todo”, recuerda la mujer. “A nivel sexual, tenía que estar con él cuando él quería, no tenía tampoco la posibilidad de decir que no me apetecía”, comenta sobre sus relaciones íntimas. Además, el hombre mantenía otras relaciones a la vez. “Aparte de tener que soportar el maltrato verbal y maltrato físico, también tenía que aguantar que, aun siendo mi pareja, estuviera con otras mujeres”, confiesa la joven. 

Inserción laboral

Años después y dispuesta a valerse por sí misma, empezó un programa de inserción laboral: “Ahí fue cuando empecé a ver que la vida era muy diferente a como yo la vivía”. Desde ese proyecto le ofrecieron un apoyo psicológico con la Asociación Exil que ella aceptó. “Fue una ayuda más integral. Por una parte, tenía una opción de autonomía y de encontrar un trabajo y, por otra parte, esas sesiones de terapia”, explica Patricia, la especialista que lleva su caso. 

Ese acompañamiento de la mano de Jirón comenzó en el año 2017 gracias a una iniciativa de ayuda. El proyecto de la Fundación Exil salió seleccionado en la convocatoria Lucha contra la pobreza infantil y la exclusión social de la Fundación La Caixa, y se ha impulsado con un apoyo de casi 30.000 euros. El objetivo de esta convocatoria, a la que pueden presentarse entidades de toda España, es promover acciones de faciliten el desarrollo integral y los procesos de inclusión, potenciando las capacidades y favoreciendo la igualdad de oportunidades. 

Una de las salas de Asociación Exil / CG

Una de las salas de Asociación Exil / CG

Tratamiento

“Yo me sentía muy culpable por las cosas que me pasaban y las que me habían pasado antes. Era una persona bastante insegura, nunca decidía nada y no sabía poner límites”, declara la víctima de violencia de género sobre sus inicios con la psicóloga. Entonces inició un proceso del que fue cogiendo conciencia poco a poco. “La capacidad de irse mentalizando fue bastante rápida. A mí me sorprendió la velocidad para entender la situación que tenía”, asegura Jirón. Si bien el apoyo psicológico se inició en el mes de mayo, la joven verbalizó su intención de separarse de su marido en julio.  

Gracias al programa de inserción laboral, la mujer consiguió un empleo de camarera que le influyó muy positivamente para coger las riendas de su vida y sacar fueza para acabar con su relación. “Empecé a interiorizar que yo me merecía otra cosa y comencé a tener decisión propia. Entonces vi que yo no quería esto ni para mí ni para mis hijos”, desvela la madre de dos niños. 

Control

“Un día le dije que ya no quería estar más con él”, explica, aunque el hombre no abandonó el domicilio hasta unos meses después. Sin embargo, aunque se mudara, no se fue de su vida del todo: "Me seguía controlando a dónde iba y con quién iba. Yo pensaba que él ya estaba haciendo su vida, ya que siempre estaba con varias mujeres y pensaba que se había olvidado de mí, pero no fue así”. Y es que el maltratador la perseguía hasta su trabajo y se presentaba en su casa cuando quería. 

Una de esas veces, cuando ya habían roto su relación, el hombre se personó en su vivienda y comenzó a insultarla. “A él le molestaba que esas cosas por su parte ya no me afectaran”, confiesa. “Se enfadó porque me decía ‘mírame a la cara que te estoy hablando’ y yo no le miraba”, prosigue. Entonces, sucedió la gota que colmó el vaso: “Me pegó fuerte. Tan fuerte que me tiró al suelo”. “Ese día vi que no podía aguantar más, salí corriendo como pude, me fui a hacer un examen médico y puse una denuncia”, relata la víctima. 

Cárcel invisible

"Lo que hacía siempre era pedirme perdón, pero me culpabilizaba y me decía que me había pegado porque yo me lo había buscado, porque lo había provocado y que, si no lo hubiera hecho, eso no habría pasado”, narra. Y esta vez no fue diferente, ya que intentó de todas las maneras que retirara la denuncia. Sin embargo, ella se negó y, a partir de ese momento, él comenzó a adoptar una actitud más pasiva que perdura hasta hoy. 

La mujer maltratada describe su infierno como “una cárcel invisible”, como “estar en una prisión propia”. “Llegó un punto que no quería seguir viviendo”, asegura, muy emocionada. “La seguridad para mí hoy es muy importante porque antes no tenía nada, solo tenía miedo y una autoestima tan baja que no me quería ni a mí misma”, añade la joven. Esta confianza la adquirió poco a poco con las sesiones con Patricia Jirón. 

Una de las salas de Asociación Exil / CG

Una de las salas de Asociación Exil / CG

Objetivos

“No es consciente de lo inteligente y sensible que es, una mujer que yo admiro por la capacidad de entender las cosas, de relacionarlas y de comprometerse con mejorar su vida. Dar el paso para dejar a este hombre que la tenía tan controlada y tan manipulada no ha sido fácil”, explica Jirón. Y es que ahora la mujer maltratada está cumpliendo sus objetivos e iniciando una formación profesional para continuar valiéndose sin depender de nadie.  

"Hoy me siento orgullosa de mí misma. Y, a veces, cuando me decaigo pienso, ‘no me puedo venir abajo, mira dónde estoy’”, admite la chica. “Tiene apenas 25 años y realmente es un ejemplo de resiliencia. Gracias a programas como este que subvenciona La Caixa, nosotros podemos hacer un trabajo integral y continuado en el tiempo”, afirma la psicóloga de Asociación Exil. 

Tener valor

Para la especialista, la clave de la superación se encuentra en la inserción laboral, ya que ayuda a que las mujeres ganen autonomía respecto a sus parejas, se dignifiquen y no dependan económicamente de nadie. “Si tienes un trabajo y te independizas, se te abre el camino y nadie te tiene que decir que no haces nada o no vales. Dejas de ser dependiente de la otra persona y logras tu libertad”, afirma la víctima de violencia de género. 

“Ahora miro atrás y digo: ‘¿dónde estoy?’. Tal vez podría no estar viva. Pero estoy aquí, y yo sé que si estoy aquí es por algo”, afirma con fuerza la joven. ¿Cuál es el consejo que daría a mujeres que estén pasando lo que ella pasó? “Que tengan valor para decir basta y pierdan el miedo, que visualicen dónde quieren verse en un futuro y, si tienen hijos, que piensen en ellos y en qué les están enseñando. Hay que buscar dónde abrir una puerta para poder salir”.