El fútbol da muchas vueltas. No es una ciencia pero, si lo fuera, no sería exacta. Practicarlo en la élite es algo muy complejo. No depende solo del talento. No son pocos los grandes jugadores que se han perdido por el camino al profesionalismo. El don es muy importante, pero el trabajo y la disciplina lo son incluso más.
Una vez alcanzada la primera orden, el camino continúa siendo sinuoso. No se trata de llegar, sino de mantenerse. He ahí el reto mayor. Los atletas se exponen a situaciones muy variopintas en sus carreras. Una de ellas, aunque no es la más habitual, es acabar defendiendo la bandera de un país que no es el propio. Sin embargo, pasa bastante.
De Cataluña a Albania
Es el caso de Iván Balliu, lateral derecho de 33 años que milita en el Rayo Vallecano. Nacido en Caldes de Malavella, Girona, e hijo del exalcalde de la localidad (2011-2025), Salvador Balliu, representa a Albania. Lo hace desde 2017, cuando recibió el llamado del combinado balcánico. Él nunca había pisado el mencionado territorio, ni siquiera conocía su relación con este, pero aceptó portar sus colores.
Iván Balliu junto a su entrenador, Iñigo Pérez, en una rueda de prensa previa a un partido de Conference League
EFE
Dio sus primeros pasos en el balompié en la UE Caldes, desde los 4 hasta los 9 años. Después dio el salto a la cantera del Girona, donde pasó tres temporadas. El FC Barcelona se fijó en él y lo fichó. Su estancia en la Masía duró siete cursos. Llegó a disputar 53 encuentros con el filial del cuadro culé, así como fue convocado por Pep Guardiola para la pretemporada en 2011 y por Tito Vilanova en 2012 para la final de la Copa Cataluña. Nunca vistió la elástica del primer equipo en un partido oficial.
Buscarse el pan
El zaguero gironí zanjó su etapa como azulgrana en 2013. Llegó libre al Arouca portugués, donde estuvo dos campañas. En 2015, de nuevo como agente libre, arribó al Metz de Francia. Fue jugando en el cuadro granate cuando recibió el llamado de la federación de Albania. Su padre y su abuelo tiraron del hilo y descubrieron sus orígenes balcánicos.
Iván Balliu en un entrenamiento con Albania
@ivan_balliu
Más de 4.000 personas en Albania comparten el apellido Balliu. "Me llegaban muchos mensajes de aficionados de Albania, pero desconocía el motivo", explicaba Iván entrevistas pasadas. No obstante, a los 25 años y 9 meses, aceptó la convocatoria de Christian Panucci. Debutó, justamente, ante la selección española en Alicante, con un resultado favorable a los locales (3-0).
Experiencia internacional
El lateral diestro continuó con su carrera internacional. A día de hoy, acumula 23 partidos con el cuadro balcánico, en los que ha repartido dos asistencias. Ha participado en torneos como la Eurocopa, la Nations League o clasificatorios para el Mundial. Pese a haber representado a España en categorías inferiores, la vida lo llevó por otro camino. A nivel de clubes, en 2019 fichó por el Almería y en 2021 por el Rayo Vallecano. Allí sigue, donde es un futbolista importante.
Iván Balliu junto a Jordi Alba en un Albania-España
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Ha disputado 149 encuentros con el elenco madrileño en las cuatro temporadas --cinco con la presente-- defendiendo la franja. Actualmente vive un contexto complicado, pues Andrei Ratiu es el titular en su puesto desde hace años. Además, recientemente ha tenido un enfrentamiento con su entrenador, Iñigo Pérez, aunque no ha ido más allá de una discusión. Se trata del quinto capitán de la plantilla, por lo que es una institución.
Un viaje poco habitual
En cualquier caso, Balliu ha construido una trayectoria que desmiente la idea de que solo los elegidos prosperan. Su carrera, marcada por giros inesperados y decisiones poco frecuentes, evidencia que el fútbol también premia a quienes saben adaptarse a escenarios que jamás habían imaginado.
Iván Balliu, uno de los capitanes del Rayo Vallecano, sujetado por varios compañeros
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Hoy, mientras pelea por recuperar protagonismo en Vallecas, su historia sirve para recordar que el éxito no siempre se mide en luces ni titulares. A veces reside en la constancia silenciosa, en asumir desafíos improbables y en seguir adelante incluso cuando el camino exige reinventarse.