Cristina Capuz y Alexander Salvador, los dos miembros más jóvenes de la junta de gobierno del ICAB

Cristina Capuz y Alexander Salvador, los dos miembros más jóvenes de la junta de gobierno del ICAB

Vida

Cristina Capuz y Alex Salvador, las caras que rejuvenecen la abogacía barcelonesa

Ambos, miembros de la junta de gobierno del ICAB, reivindican el valor de la inteligencia, la formación continua y los buenos valores en una profesión que se adapta al pulso de la sociedad

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Este 31 de octubre se celebra el Día de la Abogacía Joven, una jornada que rinde homenaje a los profesionales que, con menos de 40 años, mantienen viva una de las profesiones más antiguas, exigentes y vocacionales del mundo.

No es casual que muchos la definan —entre sonrisas— como “la segunda profesión más antigua del mundo”. Detrás de cada toga hay años de estudio, noches en vela y una convicción firme: que el Derecho sigue siendo una herramienta capaz de cambiar realidades.

En Barcelona, el Ilustre Colegio de la Abogacía (ICAB) reúne a más de 25.000 colegiados, de los cuales 10.100 son menores de 40 años, los que se consideran como "abogados jóvenes".

Todos ellos comparten un mismo propósito: defender los derechos, la justicia y la ética profesional en una ciudad dinámica, competitiva y en constante cambio.

Vista aérea de Alexander Salvador y Cristina Capuz durante la entrevista con Crónica Global en uno de los salones del ICAB

Vista aérea de Alexander Salvador y Cristina Capuz durante la entrevista con Crónica Global en uno de los salones del ICAB

Entre ellos destacan Alexander Salvador y Cristina Capuz, dos letrados que, pese a provenir de mundos distintos, representan la cara más fresca y comprometida del Colegio.

Él, el primero de su familia en aventurarse en el mundo del derecho. Ella, heredera de una larga tradición jurídica. Ambos forman parte de la Junta de Gobierno del ICAB, donde aportan una visión joven y transversal en la toma de decisiones.

Un reflejo vivo de la sociedad

El Derecho es un reflejo de la sociedad”, coinciden. A medida que cambian las necesidades del entorno, también lo hacen las ramas jurídicas.

Hoy, quien siente pasión por los animales puede dedicarse al derecho animal; quien busca defender a los trabajadores, al laboral; quien se interesa por los crímenes, al penal. Y así con todas las especialidades que crecen y se transforman al ritmo de la ciudadanía y de la empresa.

Barcelona, añaden, es un laboratorio de ideas jurídicas: una ciudad donde conviven despachos históricos, nuevos bufetes emergentes, asesorías tecnológicas y abogados freelance que encuentran su hueco gracias al acompañamiento del ICAB.

Impulso y formación

Porque en otro de los puntos en los que Alexander y Cristina coinciden es en la dificultad del acceso a la profesión. Iniciar una carrera en el mundo jurídico requiere esfuerzo, contactos y una red de apoyo sólida. “Ahí está el Colegio de la Abogacía”, recuerdan.

Desde el ICAB se impulsan ferias de empleo, convenios de colaboración con empresas y despachos, bolsas de trabajo y programas de emprendimiento para quienes deciden abrir su propio despacho. Y ahí entra en juego una dimensión poco visibilizada de la profesión: la gestión empresarial.

“Cuando decides emprender, no solo te conviertes en abogado, sino también en empresario”, explica Cristina, que dirige junto a su padre el bufete Capuz Abogados en Barcelona.

Esa doble vertiente exige dominar nociones de contabilidad, gestión de recursos, márketing jurídico y planificación financiera. “No basta con saber Derecho, hay que saber cómo sostener un proyecto y hacerlo crecer con responsabilidad”, añade.

Alexander comparte la idea: “La abogacía actual demanda perfiles versátiles, con visión global del negocio y capacidad para gestionar equipos y clientes”.

Por eso, desde el ICAB se promueven también formaciones complementarias en liderazgo, administración y gestión de despachos, conscientes de que la abogacía del siglo XXI es, además de una vocación, una estructura empresarial en sí misma.

La inteligencia como sello generacional

Para esta nueva generación, el éxito profesional no se mide en apariencia, sino en talento y esfuerzo. “Aquí no destaca el más guapo ni el más fuerte, sino el más ingenioso, el más preparado”, afirma Alexander. “Es una profesión que pone de moda ser inteligente”, añade el letrado.

Ambos reivindican el valor intelectual de una profesión que exige actualización constante, formación continua y pensamiento crítico. “Ser abogado es aprender cada día, porque la sociedad cambia, las leyes cambian y las personas también”, añaden.

Ética, empatía y responsabilidad

Pero si algo define a la abogacía joven —según subrayan ambos— son los valores. La responsabilidad que conlleva cada caso, la transparencia con el cliente y, sobre todo, la empatía: “No se trata solo de ganar juicios —dice Cristina—, sino de acompañar a las personas. Muchas veces somos también psicólogos”.

Una idea que resume bien el lado más humano de la profesión: detrás de cada expediente hay una historia, un problema real y alguien que deposita su confianza en el abogado como último recurso. “Cuando alguien llega a tu despacho, normalmente no está viviendo su mejor momento”, reflexiona Cristina.

Los abogados Cristina Capuz y Alexander Salvador

Los abogados Cristina Capuz y Alexander Salvador Simón Sánchez

Alexander lo refuerza: “La vida de alguien puede depender de tu conocimiento y de tu preparación. Esa responsabilidad es enorme”. Y es precisamente ahí donde radica la grandeza de esta profesión: resolver los problemas de la gente.

Esa vocación de servicio —añaden ambos— es lo que da sentido a tantas horas de estudio, a la presión de los plazos y a la complejidad de cada caso. “Porque al final, cuando consigues que alguien recupere su casa, su trabajo o su tranquilidad, entiendes por qué elegiste esta profesión”, resume Cristina.

Una profesión que nunca pasa de moda

De este modo, en tiempos de inteligencia artificial y automatización, la abogacía sigue siendo un oficio profundamente humano. Quienes hoy la ejercen con pasión son conscientes de su papel esencial: buscar soluciones a los problemas reales de la gente.

Por eso, los jóvenes del ICAB no solo celebran su día, sino que reafirman su compromiso con una profesión que, más que un trabajo, es una forma de vida. Una que —como ellos mismos dicen— “nunca pasa de moda y que pone de moda ser inteligente”.