Raquel y Liby, las dos emprendedoras del programa 'Parada Online' impulsado por la FAGIC

Raquel y Liby, las dos emprendedoras del programa 'Parada Online' impulsado por la FAGIC GALA ESPÍN Barcelona

Vida

Mujeres gitanas salen del barrio para convertir su talento en negocio

Raquel y Liby han participado en ‘Parada Online’, el programa de la FAGIC que ayuda a mujeres del pueblo gitano a formarse, ganar visibilidad y crear pequeñas empresas

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En un casal social del barrio de la Zona Franca de Barcelona, dos mujeres se miran y sonríen. Raquel y Liby (Libertad) hablan rápido, con ilusión, interrumpiéndose y completándose las frases con complicidad. Su energía contagia y su entusiasmo llena la sala.

Poco se imaginaban, hace tan solo unos años, que ahora estarían frente a una cámara hablando en primera persona de sus propios proyectos, de sus dos pequeños negocios, levantados con esfuerzo y mucha esperanza.

Formación y visibilidad

Ambas forman parte del proyecto ‘Parada Online’, una iniciativa de la FAGIC (Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña) para formar y acompañar a mujeres gitanas que desean emprender y romper estereotipos.

La federación ofrece cursos de márketing digital, talleres de redes sociales, asesoramiento personalizado y visibilidad en ferias y eventos para que puedan dar a conocer sus servicios más allá de su entorno más cercano.

Del talento doméstico al negocio 

Liby ha trabajado 20 años en distintas panaderías y cafeterías. Madre de cuatro hijos, soñaba con un negocio propio que le permitiera conciliar y crecer. Hoy tiene una pequeña empresa de catering para meriendas y celebracionesbaby showers, cumpleaños o fiestas privadas—. "He llegado a preparar comida para eventos con más de 80 personas", explica orgullosa. Aspira a poder tener su propio obrador. 

Raquel comenzó decorando los cumpleaños de sus hijas y ahora diseña arcos de globos, mesas dulces y ambientaciones para fiestas. Su meta es ampliar su cartera y poder contar con algunos ayudantes para atender varios eventos a la vez. 

La FAGIC como trampolín

Las dos reconocen que sin FAGIC todo habría sido más difícil. “Nos han dado luz y exposición”, cuentan. El programa les ha enseñado a manejar redes sociales, a perder el miedo a darse a conocer y a enfrentarse al temido "¿qué dirán?". 

Desde la federación las han ayudado con tarjetas, lonas y materiales promocionales; también las han acompañado en ferias para visibilizar su trabajo. “Te ayudan a pasar de hacer algo en casa para la familia a presentarlo al mundo como un servicio profesional”, resume Raquel.

En ambos casos, desde la FAGIC las animaron a convertir un talento doméstico en una actividad profesionalizada, y les brindaron el espacio para mostrarlo más allá de su barrio.

Así, Liby pasó de preparar meriendas familiares a recibir encargos para 80 personas y Raquel convirtió la decoración de cumpleaños de sus hijas en un negocio propio de ambientaciones y detalles sorpresa para eventos.

En palabras de ambas, el programa sirve para romper estereotipos: demuestra que las mujeres gitanas pueden emprender, gestionar sus propios proyectos y abrirse camino en un sector muy competitivo. 

Ampliar horizontes

En la comunidad gitana, la generosidad es norma y también una estrategia empresarial. Ese entorno fue su primer escaparate: el propio pueblo gitano las acogió sin peros y se convirtió en el segundo trampolín —tras la FAGIC— para crecer poco a poco y darse a conocer. "El boca a boca nos ha ayudado mucho", reconocen. 

Y es precisamente en ese contexto donde ambas subrayan su filosofía: “Queremos que se note que está hecho con cariño”, dice Liby. Pero su ambición va más allá. “Mi objetivo es tener un obrador propio y un negocio familiar donde puedan trabajar mis hijos”, explica ella.

Raquel, por su parte, sueña con una empresa sólida y con clientes dentro y fuera del colectivo gitano. “No queremos quedarnos en el barrio. Queremos crecer”, aseguran ambas. 

Sueños de futuro

Liby y Raquel saben bien que emprender no es, ni ha sido, una tarea fácil: inversión inicial, conciliación, desplazamientos, competencia. Sin embargo, se apoyan en su entorno familiar y en la red de mujeres que, como ellas, participan en el proyecto.

“Hace un año estaba hundida, de baja laboral sin poder trabajar 8 horas y hoy tengo mi propio catering”, explica Liby. "Hemos tenido que emprender con un poco de miedo, de no saber si le va a gustar a la gente o si lo hacemos bien. Pero estoy orgullosa de todo el recorrido que he hecho hasta ahora", añade Raquel.

Empoderamiento femenino 

El caso de estas dos emprendedoras es solo un ejemplo del trabajo que realiza la FAGIC: abrir camino y romper clichés para que las mujeres gitanas puedan transformar su talento en oportunidades económicas reales. Y, sobre todo, para que tengan voz y presencia en un ecosistema empresarial que, en muchas ocasiones, todavía les es ajeno.