Cinco años bajo la losa del covid: “Jubilarme es imposible por las deudas acumuladas con el bar cerrado”
Francesc Pujadó tiene 69 años y sigue trabajando, solo, en la hamburguesería Niu, a la espera de poder traspasar el negocio por un precio digno
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Con la persiana medio bajada y descamisado, Francesc Pujadó empieza a colgar carteles con el menú y las promociones por toda la fachada.
Hay tantos, que resulta incluso abrumador, pero es una de las cosas que convierte al Niu en un lugar único. Saca las mesas y los taburetes exteriores y se enciende un ventilador al lado de la plancha para aliviar un poco el calor que hace en Barcelona en pleno verano, mientras prepara la cocina para iniciar el servicio. Son las 11.30 de la mañana y, en poco más de una hora, llegarán, espera, los primeros clientes del día.
Tiene 69 años, regenta una bocadillería él solo, y no ve la hora de jubilarse, pero no puede hacerlo por las deudas acumuladas durante los meses en que el Niu estuvo cerrado por el confinamiento impuesto a nivel estatal para contener el avance de la pandemia de covid-19.
Más de cinco años han pasado desde el inicio de ese estado de alarma que dejó a toda España -y al mundo entero- encerrado en casa durante cien días. Casi cuatro millones de personas estuvieron en ERTE y miles de negocios no facturaron ni un solo céntimo durante semanas; el ocio, la restauración y el turismo se llevaron gran parte del impacto económico y, algunos, siguen pagando la nota.
Deudas acumuladas
Pujadó, tabernero de toda la vida, tenía la jubilación en un horizonte muy cercano. Con 64 años en 2020, su plan era buscar un traspaso para la bocadillería, dejar de trabajar a la edad habitual y empezar a disfrutar del tiempo que, durante cincuenta años, ha entregado a la profesión de restaurador.
Sin embargo, con el confinamiento y el bar cerrado, las deudas se acumularon y, a punto de cumplir los 70, sigue subiendo la persiana de este local en el número 101 de la calle València cada día y cada noche para servir sus icónicos bocadillos de botifarra del perol y las tapas de patatas enmascaradas: “Jubilarme es imposible”, suspira al empezar a contar su historia durante una visita de Crónica Global.
Datáfonos embargados
“A mí me embargaron los datáfonos porque debía un par de trimestres”, explica Pujadó acerca del origen de sus males. El hecho de no poder cobrar con tarjeta, la opción preferida por muchos clientes, le supuso, a su vez, “una bajada del 50% de las ventas” que se añadió a todo lo que había dejado de facturar durante los peores momentos de la pandemia.
Francesc Pujadó, dueño de la hamburguesería Niu Barcelona
Recuerda que, en aquella época, llegó a trabajar noches “hasta las dos o las tres de la madrugada”, vendiendo hamburguesas por Glovo, servicio que contrató como medida desesperada para tratar de reducir los daños, aunque terminó siendo del todo insuficiente para sostener todos los gastos.
Sueños de traspaso
Anhela tanto el momento en que se pueda jubilar que, al ser preguntado por ello, no duda: “Sueño despierto con que se presente un señor y me ofrezca una cantidad digna, le dejo las puertas abiertas y me voy corriendo”. Pero, lamenta, “ese señor no existe”.
De vez en cuando, alguien se acerca y lo tantea, pero ofrecen demasiado poco, el último no le daba más de 10.000 euros por el traspaso del negocio. “Estaría muy bien que fuese alguien que valorase mi trabajo”, reivindica, “a mí no me ha regalado nunca nada, y me lo curro”.
Interior del bar Niu Barcelona
Asegura que “si esto se lo queda un señor que, nada más entrar por la puerta, lo cambia todo, no durará ni 24 horas” y lo achaca al compromiso que tiene con los clientes, algo que estos mismos avalan: “Al trabajar solo, me busco el mejor producto, pero no busco precio, me cueste lo que me cueste, y, otro, si tiene que meter a una sola persona, va a tener que comprar cartón porque no podrá competir”.
Trabajo en solitario
El hombre lleva todo el negocio por su propia cuenta. Dice que, por un lado, no le resultaría rentable pagar sueldos ajenos, pero que, además, prefiere no tener que hacerse cargo de los trabajadores; años atrás, llegó a tener a 30 personas en nómina en otros restaurantes que tuvo antes del Niu, pero “cuando llegas a una edad”, eso “ya es mucho follón”.
Exterior de la bocadillería Niu, en la calle València Barcelona
El truco para organizarse solo, chiva, es la carta: “Con cinco productos, ofrezco cuarenta posibilidades de variación”. Lo prepara todo de manera casera y al momento, aunque dice que el verdadero secreto, en realidad, lo conoce todo el mundo: “No te puedes dedicar a esta profesión si no eres trabajador, y te tiene que gustar”.
Aunque Pujadó disfruta de este oficio, y asegura que siempre ha sido así, también se emociona al confesar cómo esta ha resentido los vínculos familiares. A una edad a la que ya planeaba haberse retirado, no recuerda cuando fue la última vez que se fue de vacaciones, pues trabaja siete días a la semana, y echa de menos poder pasar tiempo con su mujer, sus dos hijos y sus cinco nietos, a quienes apenas ve.