Jana, bailarina, durante la fiesta Kinky Galore en el club Imperial de Barcelona

Jana, bailarina, durante la fiesta Kinky Galore en el club Imperial de Barcelona Gala Espín Crónica Global

Vida

Sueño de una noche de verano: Barcelona se convierte en capital del sexo y el techno

Sin eufemismos, Crónica Global cruza las cortinas del club Imperial para adentrarse a Kinky Galore: “Es una 'rave kinky', una fiesta techno en la que puedes practicar sexo en cualquier lado”

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Con permiso de Berlín, Barcelona ha sido la capital del sexo y el techno. Al menos durante unas horas, porque, este viernes, el club Imperial ardió con la llama de Kinky Galore, la fiesta sex positive de Jan Ehret y Sarah Woods que salió del emblemático Kit Kat de la capital alemana para arrasar en Europa.

Al cruzar el túnel de espejos y neón rojo, uno se adentra en otro mundo en el que todo se vale. Para algunos, es el momento de sacar su verdadero yo, otros fantasean con ser lo que nunca han sido. Al otro lado no hay una fiesta, es un sueño húmedo colectivo, una oda al placer.

Solo tres mandamientos: una pegatina tapará las cámaras de los móviles, se respetará el código de las pulseras azul para los abiertos a jugar y rojo para los que esta noche no lo están y cualquier cosa que ocurra será bajo la estricta norma del consentimiento y la seguridad de todos sus participantes.

Sudor, aceite y látex

Sin eufemismos, Ehret invita a Crónica Global a cruzar las cortinas que descubren Kinky Galore: "Es una rave kinky, una fiesta techno en la que puedes practicar sexo en cualquier lado". Y eso es exactamente lo que ocurre; aunque el público catalán prefiere bajar a las salas de juegos, donde ocurren los secretos más inconfesables de la noche barcelonesa.

Un chupito, cava, copas. Con Jan Ehret en el escenario, las luces reflejan en la pista decenas de pieles brillantes por el sudor, el aceite corporal, el látex y el lubricante. En Kinky Galore, los cuerpos no se visten, se acentúan con ropa que ha dejado de ser interior, corsés, arneses, pezoneras; mucha rejilla, mucha transparencia y mucho encaje. Pero, sobre todo, mucha piel.

"Mucha gente cree que no tiene un cuerpo perfecto, pero, después de venir a nuestras fiestas, nos dice que ha empezado a sentirse cómodo", asegura el DJ, quien defiende que este código de vestimenta iguala a todos los asistentes: "Aprenden a apreciarse cuando se ven con los ojos de los que se les acercan y les dicen ‘eres muy sexy, molas’".

Música que fluye como el sexo

"La música fluye por todo mi cuerpo como el buen sexo", dice Ehret antes de subirse al escenario. Woods baila como si follara con el ritmo y es dueña de todas las miradas que todavía no se han encontrado en la sala: "Es brillante, como artistas, amamos cuando el público se excita con nuestro show", confiesan.

Jana, bailarina aérea, durante un 'show' en el club Imperial de Barcelona

Jana, bailarina aérea, durante un 'show' en el club Imperial de Barcelona Gala Espín Crónica Global

Y, así, generan un clima de calor y seguridad en el que se fomenta la libertad sexual con mucho respeto y ninguna atadura aparte de algunas esposas, cinturones y cadenas. "Nosotros damos el marco y ellos, los que quieren, empiezan a tener sexo; algunos van directamente a la sala de juegos, y otros se quedan arriba disfrutando de la fiesta", describe el músico.

“Descubrí mi ninfomanía”

Paula, catalana de 23 años, se ha puesto minifalda roja este viernes. Cuenta que descubrió la mazmorra del Imperial antes del verano y que, desde entonces, no ha querido salir de ahí. "Descubrí toda mi ninfomanía", reconoce, "allí abajo puedo ser yo y expresarme sin vergüenzas y sin miedos".

Se toma un gin-tonic en la barra mientras hace un barrido de la sala, está algo nerviosa por conocer a quienes compartirán la noche con ella. Revela que, esta noche, ya se ha imaginado subida en el balancín y que explorará la gigantesca cama redonda.

Una mujer aprende a bailar 'pole' en el club Imperial

Una mujer aprende a bailar 'pole' en el club Imperial Gala Espín Crónica Global

Lo mismo hacen Mark y Helga, un matrimonio al borde de los 60 que ha viajado desde Alemania con sus monos de látex a conjunto en la maleta. Son fans de Woods y Ehret, explican que sus fiestas prácticamente salvaron su matrimonio.

Con una copa de cava en la mano recuerdan cómo participaron de la escena kink en los 90, pero luego tuvieron hijos y dejaron de salir; ahora, con el nido vacío, han recuperado la libertad sexual que habían abandonado y se han reenamorado.

La velada refleja lo que sus creadores sueñan para la sociedad: "Todo el mundo tiene cabida, todos mezclados, sin juzgar cómo es cada uno, ni lo que le gusta, todos en paz".

Deseo y consentimiento

Jana, bailarina aérea y colaboradora habitual en el equipo de Kinky Galore, cuenta que, al contrario de la concepción que tienen muchas personas que nunca han asistido a este tipo de eventos, nadie es tocado sin el debido consentimiento: "Me siento más cómoda aquí, prácticamente desnuda, que en otras discotecas normales en las que muchos tíos te tocan el culo sin venir a cuento".

Un hombre viste la camiseta blanca de 'awareness' durante una fiesta en el club Imperial

Un hombre viste la camiseta blanca de 'awareness' durante una fiesta en el club Imperial Gala Espín Crónica Global

Es lo mismo que destaca Paula, quien sostiene que en ningún otro ambiente se ha sentido tan respetada y protegida. Aquí, el consentimiento no se negocia; cada mirada es una invitación, pero se susurra al oído antes de cada roce. El "no" es sagrado y el "sí" puede ser tan infinito como lo que uno sea capaz de imaginar, y todo ocurre con una naturalidad desarmante movida por el deseo honesto y mutuo.

Los ojos de los awareness están en todas partes. Vestidos con camisetas blancas, velan para que nadie interrumpa una coreografía perfectamente improvisada, "se asegurarán de que todo el mundo esté bien y que nadie sea tocado de una manera que no quiera", recuerda al resto del equipo Myriel Monastic, directora del club Imperial, antes de abrir las puertas de la sala.

La compañía, mejor

La música es buena, la bebida también, pero la compañía mejor. Sal, tequila, rodaja de limón y una empieza a bajar los escalones que conducen a la sala de juegos. Un cartel de neón invita a "chupar lo mejor" y "comerse el resto" (pero en inglés, que rima); se apaga la cámara de Crónica Global.

Arneses a la venta, a las puertas de la sala de juegos del club Imperial

Arneses a la venta, a las puertas de la sala de juegos del club Imperial Gala Espín Crónica Global

Desnudos, los cuerpos hablan con libertad, el deseo se celebra y el placer se bendice. Esta noche, en Barcelona, sentirse sexy es casi un derecho.