El insulto a los de Barcelona que muchos catalanes no entienden: su historia sorprende

El insulto a los de Barcelona que muchos catalanes no entienden: su historia sorprende CRÓNICA GLOBAL

Vida

El insulto a los vecinos de Barcelona que muchos catalanes no entienden: su historia sorprende

Esta expresión es de finales del siglo XIX y principios del XX y todavía se usa mucho en Girona

También te puede interesar: La increíble casa de diseño de Velencoso en la Costa Brava: una piscina con suelo antideslizante y "espectaculares vistas panorámicas"

Publicada

Noticias relacionadas

La gente de Barcelona no es muy querida. Les pasa como a los franceses con los parisinos, que nos soportan ni los suyos. Tanto es así, que la gente del resto de Cataluña tiene un gran número de motes e insultos para los barceloneses: camacus, chavas, pixapins…

Detrás de cada uno de estos supuestos calificativos despectivos hay una explicación. En cambio, hay un apodo que desconcierta. A la gente de Barcelona se le suele decir que viene de Can Fanga, algo así como ‘Lo de Fanga’. ¿Era un bar? ¿A qué hace referencia?

Para conocer de donde viene esta expresión hace falta remontarse a finales del siglo XIX y principios del XX. En aquellos años, la ciudad de Barcelona vivía una profunda transformación urbanística.

El plan Cerdà abría paso al Eixample como nuevo modelo de ciudad moderna. Sin embargo, la imagen de progreso que se pretendía proyectar contrastaba con la realidad del terreno: muchas calles recién trazadas seguían sin pavimentar, se llenaban de barro cuando llovía, y ofrecían una estampa poco glamurosa para una capital cultural y económica en expansión.

De aquellos lodos, estos modos

Es en este contexto nace el mote que con el que todavía hoy se usa, Can Fanga. La traducción es fácil, si uno dice que viene de Can Fanga, hace referencia a que viene de ‘lo del barro’ y sí, en esa época, lo del barro era Barcelona.

El apodo comenzó a circular en publicaciones satíricas barcelonesas como L’Esquella de la Torratxa, donde se representaba una Barcelona embarrada, sucia y aún por civilizar. En esas viñetas, el barro del Eixample era protagonista involuntario de escenas humorísticas que denunciaban el desfase entre el discurso del progreso y la precariedad de los servicios públicos.

Dónde se usa

Desde el inicio, la expresión no fue un intento para denigrar a Barcelona, sino una crítica cómica o incluso autocrítica nacida dentro de la misma ciudad. Sin embargo, con el tiempo, el término fue adoptado por hablantes de otras comarcas catalanas, especialmente en Girona, para burlarse de los barceloneses, vistos a menudo como arrogantes, centralistas o desconectados del mundo rural, cuando en su día, sus calles estaban llenas de barro.

Es curioso como una expresión que viene de un tiempo tan remoto ha quedado instaurado en la mentalidad de tanta gente. Ha pasado casi un siglo y los de Girona siguen hablando de “los del Fanga”. 

Porqué se usa

En Barcelona cuesta ver ya barro. Todo está asfaltado, los parques y jardines apenas son de arena, pero la expresión ahí está, como recuerdo de un tiempo que y de un sentimiento que todavía queda.

Los de Girona, como la mayoría de catalanes de fuera de Barcelona, sienten un poco de animadversión hacia la ciudad. Más bien, hacia sus ciudadanos, que creen que todo lo que pasa fuera de Barcelona no existe o no es relevante.

Igual que los catalanes acusan a Madrid de ser centralistas, los catalanes acusan a los de Barcelona de hacer lo mismo. Las fiestas parecen estar marcadas por los de la capital catalana y casi todos los estrenos de teatro y conciertos pasan por allí. De allí esta tensión con ellos.

Acusaciones similares

Todo eso hace de la expresión “Can Fanga” un fenómeno típico de las sociedades pluricéntricas: la rivalidad dialectal y cultural entre zonas urbanas y rurales, o entre capital y periferia. Al igual que ocurre con el término “Mesetarios” en España, “Chilangos” en México o “Portuños” en Argentina, el uso de motes irónicos para referirse a los habitantes de la capital funciona como una herramienta de identidad para los que están fuera de ella. 

En cualquier caso, el apodo ha dado para mucho más de sí. Hay gente que llega a adecir que “no volem maneres de Can Fanga” (“No queremos modos de Can Fanga”), como forma de criticar decisiones percibidas como centralistas, caóticas o prepotentes. No habrá barro en Barcelona, pero queda algo de resentimiento.