Mireia Gómez, la abogada que representa a la familia del padre de Yaiza, la menor asesinada en manos de su madre en mayo de 2021, inició su discurso durante la primera sesión del juicio citando el mito de Medea. Esta leyenda del siglo V a.C. cuenta la historia de una bella hechicera, locamente enamorada de Jasón, un héroe del Olimpo. Medea mató varias veces por amor hasta el punto de que llegó a matar a sus propios hijos como venganza contra Jasón, que se enamoró de la hija del rey de Corinto (Grecia).
La crueldad de este mito, cuya moraleja ha sobrevivido al paso de los siglos, ha sido utilizada por muchos psicólogos y criminólogos contemporáneos, que han bautizo el fenómeno criminal de las madres infanticidas como el síndrome de Medea.
Proteger a los menores como única prioridad
Con esta metáfora, la letrada pretendía explicar que las mujeres también pueden ser crueles con sus seres queridos, y exigir justicia para Yaiza que, con sólo cuatro años, murió indefensa en manos de su madre. Para la letrada, el procedimiento que se ha iniciado este lunes en la sala de jurado de la Audiencia de Barcelona debe suponer "un antes y un después" en relación con la protección jurídica que se brinda a los menores asesinados a manos de los progenitores. "Sea cual sea el género del homicida".
Así, más allá de la violencia vicaria (cuando el padre mata a los hijos con el único fin de perjudicar a la madre -una tipología criminal que se incluye en el abanico de delitos relacionados con la violencia de género—), las fuentes consultadas coinciden en afirmar que la justicia debe de proteger a todos los menores por igual: "También a los que mueren asesinados por sus madres".
Diferenciarlo de la violencia vicaria
No obstante, eso no significa –matizan- que esta nomenclatura deba eliminarse del Código Penal, más bien todo lo contrario; sino que "deben buscarse nuevos espacios de protección para aquellos menores que fallecen en manos de las progenitoras".
Valga decir que la violencia vicaria es una de las expresiones más crueles de la violencia de género, pues se instrumentaliza a los hijos para causar un daño irreparable a las madres, un dolor que las acompañará toda la vida. Por ello, tanto la abogada Núria González como la criminóloga Paz Velasco de la Fuente consideran que este tipo de violencia debe permanecer como tipología criminal con esencia propia. Sin embargo, insisten, eso no debería conllevar el abandono institucional de los menores que mueren, asesinados, en otras circunstancias.
Asimismo, para Velasco de la Fuente, experta en el estudio de la mente criminal, es importante diferenciar las motivaciones que llevan a unos y a otras a matar. Ya que, según explica la criminóloga, "los crímenes perpetrados por mujeres siempre vienen cargados con un plus de emocionalidad". Es decir, con una carga de pasión, venganza, odio, ira, celos o envidia que no son tan habituales en las motivaciones masculinas.
Las mayores víctimas del sistema judicial
Por otro lado, para la abogada especializada en violencia de género y feminismo Núria González, los menores son las mayores víctimas de nuestro sistema judicial. "Los servicios sociales están tan desbordados y existe tan poca empatía en los tribunales, que los menores quedan totalmente desprotegidos e indefensos, bajo el amparo de padres desequilibrados que no pueden hacerse cargo del bienestar de sus hijos", manifiesta la letrada.
"Padres o madres con antecedentes, con problemas de adicción o atravesando graves depresiones que deberían incapacitarles como tutores de los menores", indica. Lo que se refleja, según González, en las últimas cifras de espanto que ha difundido la Fiscalía de Menores, donde se asegura que uno de cada cuatro niños sufren abusos en casa. "Abusos físicos, psíquicos o sexuales", matiza la abogada.
Los menores, en el centro del debate
De este modo, González y Velasco de la Fuente coinciden en aseverar que lo más importante en estos casos es situar a los menores en el centro del debate y, sin rechazar la crueldad de la violencia vicaria, proteger a los niños de posibles situaciones de riesgo, tratando de prevenir un trágico desenlace como el de Yaiza o como el de los siete menores que han muerto a manos del padre este 2024 en España.
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