La respuesta de la comunidad científica es clara: "Las desalinizadoras no van a arreglar la sequía. Empeoran el problema". Hay quien incluso califica de "distopía perfecta" el escenario que se abre ante los catalanes, y los ciudadanos de otras regiones españolas que acusan la falta de agua, como Andalucía. En el caso de la Generalitat, gobernada en funciones por Esquerra Republicana (ERC), esta ha anunciado el despliegue de 13 de estas infraestructuras, una grande sobre un buque en el Puerto de Barcelona y el resto más pequeñas en el litoral de Girona.
Más de 100 millones de euros de dinero público gastados en un plan que es "una huida hacia adelante". Así lo aseguran las voces consultadas por este diario, que afean al Ejecutivo catalán este "anuncio electoralista" a falta de tres semanas para los comicios del 12 de mayo, que además difunde fake news. "¿Cómo pueden decir que no dependeremos de las lluvias?", se preguntan expertas del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).
¿Qué sabemos de las nuevas desalinizadoras?
La desalinizadora flotante en el Puerto de Barcelona entrará en funcionamiento en otoño de este año y permitirá regenerar 14 hectómetros cúbicos de agua al año, lo que supone el 6% de toda el agua que consume la capital y su área metropolitana. Se prevé que funcione durante cinco años, cuando se prevé que se haya llevado a cabo la ampliación de la desalinizadora de la Tordera y se haya construido la del Foix.
El mismo plan para garantizar el agua de boca "llueva o no" incluye 12 desalinizadoras móviles . Estas estarán instaladas en Roses y Empuriabrava para cubrir un tercio del consumo de los 13 municipios que se encuentran ya en la fase 2 de la emergencia por sequía y que dependen de la cuenca del Fluvià Muga. Una de ellas extraerá agua de un acuífero, por lo que gastará menos energía al ser agua salada, y otra filtrará partículas de agua sucia.
Y más allá de que Abengoa será la empresa que fabricará la desalinizadora flotante, no hay más información al respecto. Una falta de transparencia que no permite a la comunidad científica conocer los detalles técnicos y fiscalizar el proyecto, que se pondrá en marcha en junio y culminará en octubre.
Por qué las desalinizadoras no son una solución
"¿Si seguimos sin atajar el problema? Lo estamos empeorando, y la lista es larga", coinciden Annelies Broekman, investigadora del CREAF en el grupo de agua y cambio global, y Regina Lafuente, socióloga del IESA-CSIC y también vinculada al instituto de ecología adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
La apuesta por las desalinizadoras, además de alimentar una sed infinita y dar la falsa impresión de barra libre de agua, no aborda el "brutal consumo energético" y las emisiones de gases contaminantes que comportan. Además, "las plantas de desalación se hacen con tiempo y calma para no provocar un aumento de los niveles de salmuera, y en ningún caso estos dispositivos temporales, flotantes y móviles podrán tener los tratamientos adecuados", describe Broekman.
El descrédito es tal que Narcís Prat comparte la misma contundencia con su discurso, aunque con matices. Para el catedrático emérito de Ecología de la Universitat de Barcelona (UB), el plan anunciado por el conseller de Acción Climática, David Mascort "es una chapuza", a excepción del par de dispositivos que consumirán menos energía. "Puedes poner una desalinizadora pequeña para ayudar en un municipio concreto y en un momento extremo, pero intentar solucionar los problemas solo con desalinizadoras es una bestialidad", en palabras de este experto: "No tiene sentido; solo empeora el cambio climático".
Decisiones valientes que reformulen el modelo
Broekman reclama "decisiones valientes" para reconvertir los sectores agrícola y turístico, ya que "actualmente no tienen futuro". "La sequía debería utilizarse como una oportunidad de cambio para introducir el concepto de límite y reformular el modelo conforme a las recurrentes sequías. Replantearnos cómo ajustar la demanda del agua con los recursos existentes", incide sobre los enormes consumos de ambos sectores.
La investigadora también menciona la necesaria gestión adaptativa de los bosques, en la que Prat también pone el foco por su abandono. El embalse de Sau ha perdido el 60% del agua que entraba y una mitad se atribuye a la falta de lluvias por el cambio climático, y la otra mitad a los prados, pasturas y zonas abiertas que se han perdido. "Si queremos tener agua en los embalses, la Generalitat debe tener interés por gestionar los bosques de una vez", en palabras del catedrático, que añade: "Esto no significa talar árboles, sino dejar de pensar en un sentido económico sobre ellos; como no son rentables, se abandonan".
Así las cosas, los más de 100 millones de euros que costará el plan son "los mínimos necesarios" para plantear una transición correcta, en palabras de Broekman, a lo que Lafuente añade: "Si queremos que los sectores consuman menos agua, la administración debe apoyar a los perjudicados de esa reconversión para atajar el problema de fondo. Consumimos más agua de la que podemos y debemos parar esa vorágine".
"Distopía" en torno al grifo y "optimismo tecnológico" en la opinión pública
Las expertas del CREAF muestran su preocupación por que los mensajes de las autoridades giren exclusivamente en torno al agua de boca y el grifo, en detrimento del resto de funciones del agua, necesarias para la salud de los acuíferos y de los ríos, así como de la biodiversidad. Para ellas, incluso, el discurso oficial cobra las dimensiones de "distopía". "George Orwell se estaría revolviendo en la tumba", dice Broekman en referencia al escritor más célebre de este género literario.
La experta afea a la Generalitat la "desinformación oficial" por la que Cataluña ya no dependerá de la lluvia en 2030, tras la ampliación de la desaladora de la Tordera y la construcción de la de Foix para abastecer la red de agua de boca. "El impacto de la sequía no es solo sobre las personas, sino sobre el territorio", recuerda, incidiendo en que "por mucho que tengas agua en casa, se te puede quemar la casa, o puedes pasar hambre o caer enfermo". Esta "es necesaria en todas sus funciones, y no solamente en el grifo, que está recibiendo un peso, rol, funciones y valores totalmente distópicos".
Discursos que, ciertamente, calan en forma de "optimismo tecnológico" sobre la opinión pública. Lafuente se hace eco de la última encuesta sobre la percepción pública en materia de agua y sequía, de 2022. La socióloga resume que "de 10 propuestas, las dos medidas estrella para los encuestados fue reutilizar el agua urbana y construir desaladoras, por encima de la modernización de regadíos, cuando la aportación de estas infraestructuras no nos va a permitir vivir con la normalidad que se nos está transmitiendo".
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