Del secuestro y el abuso al intento de suicidio de su hija: un drama al borde del desahucio
Elisa llegó a Barcelona en 2007 huyendo del horror vivido en su país y en busca de protección, pero la pesadilla no había terminado para ella
2 marzo, 2023 00:00Llegó a Barcelona en 2007 huyendo del horror. Estuvo secuestrada durante dos meses junto a su hija de 13 años, las violaron y torturaron. Sin embargo, la pesadilla no había llegado a su fin.
Esta mujer, a la que llamaremos Elisa para proteger su identidad, dejó a su hija al cuidado de una hermana en un lugar seguro. Mientras, ella volaría desde Sudamérica a Cataluña, donde pensaba que estaría a salvo para empezar una nueva vida, lejos de la amenaza de muerte que todavía le acecha en su país natal.
Cataluña "le da la espalda"
Las cosas no salieron bien y, aunque conoció al que, a día de hoy, todavía es su esposo, que la ayudó en lo que pudo, la precariedad no la dejaba avanzar. En España le negaron el asilo político por estar casada, y tampoco consiguió una vivienda social.
Ocho años después, su hija decidió viajar a visitarla a la capital catalana. La joven ya tenía 23 años y había conseguido graduarse como abogada y criminóloga, con el objetivo de ayudar a otras personas que pudiesen encontrarse en su misma situación. Sin embargo, no había conseguido olvidar la terrible experiencia vivida durante el cautiverio junto a su madre, algo que la tenía sumida en una gran depresión tras descubrir que su propio padre estaba detrás de su secuestro. "Yo trabajaba vendiendo ropa y le di a esa gente todo cuanto tenía, pero seguían reteniéndonos". Después, explica Elisa, "ella descubrió que su papá estaba involucrado".
Una muerte anunciada
A Elisa la iban a desahuciar cuando su hija vino a Barcelona. "No había vuelta atrás" y, sobre todo, porque ella no se sentía con fuerzas de pedir ayuda a una sociedad a la que tiene pavor. Además, "tampoco tenía conocimiento de la existencia de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)", que son quienes, desde entonces, la están ayudando y arropando en todo su proceso. “Tiré la toalla y decidí aceptar el desahucio”. Ese día, recuerda entre lágrimas, "mi hija estaba triste". Elisa salió a la calle, pero “algo en mí me dijo que volviese a casa”. Al llegar, encontró a su hija, sin ningún tipo de signo vital. “Había decidido suicidarse”, sin haber pedido ayuda a nadie.
A duras penas y con un nudo en la garganta, esta mujer explica a Crónica Global cómo su mundo se vino de nuevo abajo al otro lado del océano. Su hija allí inerte y a las puertas de un desalojo que, entre otras cosas, fue uno de los motivos que la empujó a tomar esa decisión fatal. “No lo pensé, la cogí y la intenté reanimar. Estaba muerta, no tenía pulso ni tampoco respiraba”. Sin embargo, la había salvado, su hija seguía viva, aunque quedó tetrapléjica.
Desolación “oportunista”
Elisa narra con tristeza el desamparo que ha sufrido a lo largo de toda su vida, y no solo en su país, donde ha sufrido una violencia extrema desde que era niña, sino también en España, un lugar donde creyó que se respetan los derechos humanos y donde su terrible historia no ha sido suficiente para que la Administración le tienda una mano, ni siquiera, porque está obligada a hacerlo.
“Después salen por televisión diciendo que están desolados por un suicidio, y que llegarán hasta el final”. Elisa lamenta el “postureo político e institucional” que ocupa portadas cuando, "la realidad es que abandonan a esas personas para luego llorar su muerte ante una cámara". Después, “todo vuelve a su estado natural y a esperar a otro caso de esos que les obliga a dar la cara, porque casos hay cada día, y de muchos son responsables directos", sentencia la mujer.
Apoyo mental
Esta madre sabe lo que es vivir encerrada, presenciar cómo pegaban a su hija y suplicar que la liberasen y a cambio la torturasen a ella. Elisa sabe lo que es que la tiren a una fosa común y que le prendan fuego. También sabe lo que es encontrar a su hija prácticamente muerta y huir con ella de un hospital ante la amenaza de ingresarla en un centro por miedo a que un extraño le toque un solo centímetro de piel.
Elisa solo quiere tener paz y un techo bajo el que cuidar a su hija noche y día. "Las madres necesitamos un apoyo, sobre todo, mental". Está dispuesta a pagar un alquiler social y a hacer todo lo posible por integrarse en esa sociedad que le aterroriza. Sin embargo, el único consejo que ha recibido por parte de los servicios sociales es que se separe de su hija porque solo así podrá encarrilar su vida y "optar a algún tipo de ayuda". Este apoyo mental, insisten los expertos, "es un trabajo y una obligación social, de la que nadie está exento, y solo así se podrá hacer frente a un problema de salud pública como es el suicidio. Desde la prevención".
Presa de la Sareb
Elisa lleva muchos años viviendo en un piso de la Sareb, que desde 2015 ha intentado desahuciarla hasta en cuatro ocasiones, mientras alarga el plazo para ofrecerle un alquiler social, algo que se comprometieron a darle a nombre de su hija y de lo que después se retractaron. "No se podía hacer el contrato a nombre de Elisa por una cuestión burocrática y ofrecieron esa alternativa. Después se retractaron diciendo que ella tiene que ser la titular", explica un portavoz de la PAH, que acompaña a la mujer a su entrevista con este medio.
"Ya han pagado lo suficiente con la sociedad para que ahora se vean envueltas en un desahucio", exclama el representante de la PAH. "No entendemos que Sareb actúe de esa forma tan vil, cuando es una empresa pública, y que no tenga en consideración la situación de esta madre y de su hija". La PAH explica a Crónica Global que Sareb exige una y otra vez a Elisa la renovación de la documentación para hacer la propuesta de alquiler social, cuando "no fuimos nosotros quienes plantearon esa posibilidad". El caso es que "creemos que no se quieren vincular a un acuerdo que ellos mismos propusieron, aludiendo que hay una persona con discapacidad". Sin embargo, la solución es tan fácil como ceder la vivienda a Habitatge, y que desde ahí se dé una solución a estas dos mujeres.
¿Qué hace Habitatge?
Al cierre de esta edición, Elisa y su hija viven pendientes del calendario, ya que en el mes de mayo está previsto que se queden en la calle. Mientras, Sareb sigue dilatando los tiempos sin que intervenga la Administración catalana. "La ley marca unos plazos en los cuales se tiene que establecer el derecho a un alquiler social, pero vuelven a pedir una documentación que ya se ha entregado tres veces". Mientras, Habitatge permanece de brazos cruzados, argumentando que "mientras pidan papeles es que existe alguna posibilidad de negociación".
El caso, explican Elisa y su acompañante, es que "mientras todo esto se alarga, la fecha de desahucio sigue fija, inamovible" y "la Administración no está cumpliendo los plazos que indica la ley de Cataluña --1/2022, de 3 de marzo, para afrontar la emergencia en el ámbito de la vivienda-- para que los tenedores formalicen un alquiler social. La ley fija unas sanciones e incluso la expropiación de viviendas si es necesario cuando no se cumple la mencionada norma. Por tanto, "además son cómplices con Sareb de estar dilatando el tiempo, en lugar de buscar soluciones de una vez por todas. Luego, nos hacemos la foto", concluyen.