El conflicto de las narcosalas se extiende a otros barrios de Barcelona
Los vecinos del centro para drogodependientes Lluís Companys se quejan del deterioro de la convivencia entre toxicómanos y residentes
24 mayo, 2021 00:00El conflicto de las narcosalas ya no se limita al Raval. Los vecinos del centro de atención y seguimiento (CAS) de Lluís Companys se han dirigido al Ayuntamiento de Barcelona para denunciar el deterioro de la convivencia en las inmediaciones del equipamiento para drogodependientes. Sus principales quejas son la sensación de inseguridad cotidiana, así como el descontrol en las inyecciones de heroína, que se realizan a cualquier hora del día en las esquinas del complejo y las calles cercanas.
Un grupo formado por 677 personas presentó en febrero una recogida de firmas ante el consistorio. Desde entonces, varios residentes entrevistados por Crónica Global se han puesto en contacto con la corporación a título individual. Ninguna de estas gestiones ha servido para obtener una respuesta, mucho menos para hallar una solución que restablezca la buena relación entre residentes y toxicómanos y, si esto no es posible, se desplace el centro a otro lugar.
Patrullas ciudadanas
"Muchos hemos pensado en mudarnos. Yo he puesto mi casa en venta", comenta una afectada que prefiere mantener su anonimato. Esta mujer expresa su hartazgo por la inseguridad e insalubridad que rodea las instalaciones gestionadas por la Cruz Roja cerca del Arc de Triomf.
Lo sabe de buena tinta: la semana pasada un drogodependiente le escupió en la cara al reprenderle por su conducta, asegura mientras muestra un parte de denuncias ante los Mossos d'Esquadra para corroborar sus palabras. La impotencia se palpa en el ambiente, hasta el punto de que algunos vecinos se han planteado la organización de patrullas ciudadanas para vigilar el barrio.
Inseguridad en el portal
Eugenia, con domicilio en la zona, explica otro episodio vivido recientemente: "He recibido insultos porque se quedan a dormir en los porches de mi edificio. Y no solo para dormir, sino para pincharse. A veces mis hijos han llegado tarde a la escuela porque están pinchándose en la puerta".
"Un día mi hijo le pegó una patada a un cartón y saltaron seis jeringuillas", cuenta a modo de ejemplo. Los entrevistados también tienen críticas para la Guardia Urbana y los Mossos d'Esquadra, que consideran que no hacen suficiente por atajar sus denuncias. "La policía nos ha llegado a decir que esto solo se soluciona si hacemos una manifestación", se quejan.
Los negocios, afectados
En lo que coinciden las fuentes consultadas es en el efecto llamada que genera el recinto sociosanitario, que atrae a personas de fuera del barrio en busca de droga. Lo cuenta Jorge Torres, dueño de un bar que queda justo enfrente de la institución. Su negocio se ha visto obligado a cerrar a las cinco de la tarde, ante los problemas para atender con seguridad a los clientes en horario nocturno.
En su establecimiento, la semana pasada se produjo una pelea a las cuatro de la tarde entre dos drogodependientes que se saldó con una intervención policial. "Las sillas volaban, mi mujer llorando. Llamamos a los Mossos, pero se quedaron libres. Esta es la barbaridad", relata Torres.
Problema enquistado
"Se pinchan fuera del centro. Nos quieren vender la moto de que son pocos, pero son muchos, podemos hablar de una veintena. Y ninguno del barrio", añade. El bar Rincón de Galicia, colindante con el de Torres, es propiedad de Esther Fouces.
La restauradora explica que el problema viene de lejos: "Este es un problema que arrastramos desde hace más de diez años. Ahora hay más presencia de policía, pero no hay patrulla estática. Este es un problema que va más allá de la ocupación de la vía pública. Es un problema transversal".
Sin respuesta oficial
"Hay gente que se ahorra sentarse en nuestras terrazas por el show continuo", resume. Más testimonios. "Mi ritmo de vida se reduce a que me levanto cuando ellos se despiertan por la mañana y me voy a dormir cuando lo hacen por la noche. Es una constante", se queja José García, exconductor de autobús. Los problemas de convivencia son comunes: ruidos, inyecciones a cualquier hora, personas durmiendo al raso, peleas y aglomeraciones de sintechos. El mismo esquema relatado por los vecinos del CAS Baluard en el Raval, sobre el que informó este medio.
Crónica Global ha contactado con la Consejería de Salud, pero el departamento no ha querido dar su versión sobre estos incidentes. Los vecinos aseguran que no cejarán en su empeño por cerrar o regular el centro sociosanitario. Eso, si no se mudan antes.