Vivir con un Covid de larga duración
En Cataluña, cerca de 2.000 personas luchan por sus derechos frente a una Administración ausente y el escepticismo de los médicos
11 enero, 2021 00:00¿Qué sucede cuando los síntomas del Covid-19 no desaparecen? Se calcula que cerca del 5% de contagiados desarrolla secuelas que podrían tardar meses o incluso años en remitir de forma definitiva. Pese al enorme conocimiento adquirido sobre el virus, la situación de estos afectados constituye aún una incógnita.
Crónica Global ha hablado con tres miembros del Col·lectiu d’Afectats Persistents per la Covid-19. Esta asociación, que raya los 2.000 inscritos y sigue creciendo, nació de forma espontánea ante la falta de respuestas tanto de la Generalitat como de los profesionales sanitarios. Estas son sus experiencias.
Investigadores determinan factores de riesgo para sufrir el Covid de larga duración / CANAL 44
Síntomas inacabables
"Cada día para mí es nuevo. Me levanto cansada, con la voz todavía frágil pese a no haber hablado en toda la noche. Solo puedo dedicar cuatro horas de energía diaria a andar, hacer las cosas de casa. Y eso teniendo en cuenta que no sufra un repunte fuerte", explica Sílvia Soler, una filóloga de 52 años que contrajo el coronavirus en marzo. "Los repuntes suelen darse cada 15 días, aunque algunos meses solo he tenido uno. Hay días en que a las nueve de la noche ya estoy en la cama de lo debilitada que me siento".
Pronto cumplirá diez meses con todo tipo de molestias vinculadas al patógeno: fatiga, disfonía, dolores musculares, dispnea, déficit de atención, dificultades intestinales... "Todavía no he recuperado ni el gusto ni el olfato", destaca. Los afectados por Covid persistente presentan un cuadro sintomatológico de hasta 30 factores distintos. Sin embargo, la gravedad de los casos de long Covid, como empieza a denominarse a este síndrome, no suele merecer la atención de los médicos.
Incredulidad de los médicos
Esperança Martín (45 años) puede dar fe de ello. Esta médico de familia del CAP Maragall se contagió una semana antes de que se decretase el primer estado de alarma. "Me aislé el 12 de marzo y ocho días después empezaron los síntomas. Llegué a tener una neumonía que me impedía incluso hablar por teléfono. Tras cuatro semanas mejoré y me reincorporé al trabajo, pero a los cinco días me di cuenta de que mi caso era distinto al de mis pacientes".
Martín estuvo seis meses de baja y, por suerte, ha podido reincorporarse a su trabajo de forma flexible. Recuerda la incomprensión de sus colegas: "Cuando iba a urgencias y veía la cara de los compañeros... les contaba que tenía hasta 13 diarreas diarias desde hacía seis o siete semanas. El escepticismo, normal también por el desconocimiento, era lo que me encontraba". Ni siquiera su profesión daba mayor timbre de veracidad a su relato: "Al revés, me decían que por ser doctora tenía más miedo que el resto. En mi caso no ha habido ninguna diferencia por estar dentro del sistema". A esto se sumaba, según Martín, un sesgo sexista aplicado a las mujeres, que "siempre son sospechosas de ser histéricas e hipocondríacas".
Indetectable por PCR
El perfil mayoritario de este colectivo tiene algunas particularidades. Suelen ser mujeres, de edad media e infectadas con el SARS-CoV-2 durante la primera ola. Y lo más grave: las PCR no logran atestiguar ninguna reserva vírica en su organismo. "Nos ha costado nueve meses que el Departamento de Salud reconociera que lo que nos pasaba era atribuible al coronavirus", lamenta Martín. Hoy, todavía no se ha dado luz verde definitiva al protocolo de seguimiento reclamado por la asociación.
Otros afectados se han topado con la misma incomprensión en su círculo íntimo. "Ha sido complicado que me entendieran algunos familiares y amistades. Al final, como perdí 13 kilos pues tuvieron que creerme. Pero me decían que todo era psicológico y eso, quieras o no, no te ayuda mucho", narra Álvaro Rial, que con 30 años lleva desde marzo con síntomas persistentes.
Diazepam como remedio
La falta de apoyo es el elemento común de todas las personas que atraviesan este viacrucis. Al malestar general y las numerosas afecciones derivadas por el Covid, deben sumarle un ambiente renuente a aceptar su condición. "Hemos estado abandonados. Llamabas al 061 y te decían que guardases reposo. Y luego, cuando te hacen las pruebas y todas las analíticas dan que estás bien, pierdes un poco la cabeza", continúa Rial.
Es imposible que no tenga un coste personal. "Yo he sufrido una depresión. He tenido ansiedad. Vas al médico y te recomiendan Diazepam y antidepresivos. Pero cuando tuve una recaída en verano y me di cuenta de que mi cuerpo estaba todo envenenado, se ve que no es algo solo psicológico". La esperanza del colectivo es que la investigación científica --como la que se está desarrollando en la unidad de lucha contra el sida en el hospital de Can Ruti-- logre desvelar el enigma de estos síntomas latentes. Y hallar una cura para ponerles fin.