Los discapacitados reivindican su derecho al acceso al sexo
Personas con diversidad funcional acuden a asociaciones para tener relaciones íntimas y exigen visibilizar su situación
22 febrero, 2020 00:00“Pensé que nunca podría gustar”, afirma Luisa. Tiene una discapacidad física que le hace caminar mal, como ella dice, no tiene ningún problema para trabar amistades, no las tuvo como estudiante ni en el mundo laboral. En cambio, nunca tuvo relaciones sexuales. “Me sentía bloqueada. No era igual que el resto de las mujeres”, recuerda.
Como ella, hay muchas personas adultas con diversidad funcional que nunca han tenido sexo. No consiguen encontrar la persona adecuada. “Si los discapacitados ya son invisibles para la sociedad, imagínate para el sexo”, critica María Clemente. Ella es una de las responsables de Tandem Team, una asociación sin ánimo de lucro que ofrece asistencia intima y erótica a personas con discapacidad.
Estimulación
“Tú das mucho amor y recibes el doble”. Así describe Ester su experiencia como asistenta íntima. Ester, que prefiere no revelar su identidad real, es trabajadora familiar, tiene su trabajo y cada 15 días, cada mes o a veces cada dos, acompaña a una persona con diversidad funcional en su desarrollo sexo-afectivo.
El trabajo consiste en un “contacto vital” afirma. Se trata de pasear, ir al cine, a tomar algo, y sí, “hay una parte íntima para reforzar la autoestima”. También realiza masajes y trabaja la estimulación sensorial de las personas con discapacidad e incluso tántrica, y habla con ellos por Whatsapp, donde le explican las cosas que les pasan, “pero tengo mis límites”. Ella, por ejemplo, no ofrece sexo, pero “hay asistentes que sí”.
"Persona deseable"
“Es un acuerdo al que pueden llegar los asistentes con las personas que reciben el servicio”, reconoce Clemente. Luisa, como usuaria, ha llegado a este acuerdo con algunos de sus acompañantes, reconoce, y el resultado le ha ayudado mucho. “Fue un descubrimiento”, asevera, “descubrí una nueva persona en mí, que podía querer y ser querida”. “Por primera vez, sientes que alguien te trata de igual a igual y te ve como una persona deseable”, cuenta sin confundir las emociones.
Como ser humano, “cuando tienes una relación íntima o erótica ganas, te sientes bien, liberas endorfinas. A veces es sexo, pero otras son miradas, afectos”, relata Luisa. “Y cuando no tenemos éstos, acabamos enfermando”, subraya. No dista mucho de lo que siente Ester como acompañante, “las emociones se despiertan”.
Aprendizaje
Luisa, nombre ficticio, dice que se debe tener muy claro que cada uno ejerce un rol. “No puedes dejar a un lado que son acompañantes” y nada más, subraya. De hecho, para que eso no suceda, los encuentros entre asistentes y acompañados se distancia en el tiempo. Ambos deben verlo como un intercambio. “Lo valoro como un aprendizaje”.
Clemente defiende que esa es la voluntad de Tandem. Se trata de un servicio que va “más allá del sexo”. Ella y su equipo procuran ofrecer un espacio para personas con diversidad funcional con la voluntad de que encuentren “herramientas para el desarrollo sexo-afectivo” y ayudar a las personas con discapacidad “a hacer este cambio”.
Dignidad y libertad
La Federación Catalana de Discapacidad Intelectual (Dincat) remite a las personas que lo requieran a ir a Tandem o a otra entidad, Foro de Vida Independiente, que ayuda a las personas a “acceder a su propio cuerpo (tener una relación sexual con ellas mismas) o para que puedan tener una relación sexual con la propia pareja”. Dichas entidades ofrecen terapias para “garantizar el derecho de las personas con diversidad funcional a poder disfrutar de su sexualidad de manera saludable, digna y libre”, subrayan desde Dincat.
No todo el mundo lo entiende así. En Francia, el presidente Emmanuel Macron ha anunciado este mes de febrero que estudia legalizar la figura del asistente sexual y la polémica se ha desatado. Grupos contra la prostitución critican este tipo de servicios y los emparejan con la prostitución, muchos de ellos colectivos feministas que creen que se objetualiza el cuerpo. Mientras, Dincat recuerda que el derecho a disfrutar de la sexualidad está recogido en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las personas con discapacidad y es coherente “con los principios éticos, con el modelo de Calidad de Vida de Shalock y Verdugo y con el concepto de salud de la OMS”.
Desconocimiento
La misma Clemente, desde Tandem, se declara feminista y está en contra de la objetualización del cuerpo de la mujer, pero recuerda que la asistencia sexual está enfocada como terapia. “Cuando escucho las críticas de algunas feministas las suelo compartir, pero en este caso creo que se basan en el desconocimiento de lo que hacemos”. Subraya que las personas que trabajan como acompañantes, en primer lugar, deben tener otro trabajo. Por protocolo buscan personas que no se encuentren en situación de vulnerabilidad, sino que estén familiarizadas con la discapacidad y que tengan otro modo de ganarse la vida. E insiste, cada asistente pone sus límites.
Una de ellas es Ester, quien no ha tenido sexo, pero sí conoce gente con discapacidad que ha ido con prostitutas y con asistentes íntimos, “y me dicen que hay una diferencia abismal”, ya que no se trata sólo de sexo. Desde Tandem, de hecho, reconocen que, a quienes vienen para escoger a una persona con la que tener sexo, amablemente se les invita a acudir a otro sitio. En la asociación pasan tres entrevistas antes de tener contacto con el o la asistente.
Visualización
Luisa es mujer y usuaria y conoce esas críticas de algunos sectores. “Si criticas que una persona con discapacidad no puede tener acceso al sexo es porque no la ves diferente”, hay discriminación. E insiste que “es una opción y todo el mundo puede escoger hacer uso de esta asistencia o no”. En su caso, lo ha hecho y admite que “ganas cosas, te ayuda a tener recursos por si el día de mañana encuentras a alguien”. “Te empodera”, asegura, y “te permite a acceder a una relación a la que no siempre has podido acceder”.
Luisa y Ester defienden la opción de legalizar la asistencia íntima, erótica y sexual. Clemente reconoce que la situación en España es alegal. Y todas ellas coinciden en la necesidad de la legalización. “Normalizaría e igualaría a las personas con discapacidad con las que no la tienen”, asevera Luisa. Y una de las cosas más importantes, “permitiría visibilizar” la situación en la que se encuentran las personas con discapacidad en relación con el sexo. Un derecho que se enorgullecen de poder disfrutar.