Un agente herido en Urquinaona: "Querían ver a algún policía muerto"
José empezó su turno a las 4:00 de la madrugada y a las 21:00 fue trasladado al hospital tras recibir el impacto de un adoquín que abolló su casco
24 octubre, 2019 00:00Es agente de la Unidad de Intervención Policial (UIP) desde 2006. José --nombre ficticio-- tiene 41 años y, desde el pasado 11 de octubre, forma parte de uno de los 25 grupos de antidisturbios desplegados en Cataluña por las protestas tras la sentencia del 1-O. El pasado viernes, la noche en que se registraron más altercados, resultó herido en la batalla campal que se desató en la plaza Urquinaona de Barcelona. Una violencia sin precedentes, según el agente, que apunta que los manifestantes “querían ver a algún policía muerto”.
--PREGUNTA. Lo primero, ¿cómo está?
--RESPUESTA. Bastante mejor, ya no me duele la cabeza, y las cicatrices están curando bien.
--¿Ya en casa?
--Todavía no, espero regresar esta semana, que nos manden ya para nuestra casa.
--¿Cómo ha vivido estos días, durante el dispositivo?
--Empezó todo el lunes de la semana pasada, cuando empezaron a tomar el aeropuerto, y después se ha ido recrudeciendo la situación, hasta el viernes que fue el culmen de las protestas y de las agresiones que sufrimos.
--¿Tenían orden de contención, no les dejaban actuar?
--Vamos actuando de manera progresiva, con todos los medios de los que disponemos. Primero a lo mejor lanzan huevos o botellas y tienes que aguantar. Cuando ya recibes agresiones más serias, como piedras, y se forma mucho tumulto y mucha violencia, es cuando se actúa con otro tipo de medios: pelotas de goma o gases lacrimógenos.
--¿Tienen la sensación de que les mandaron actuar demasiado tarde y de que aguantaron demasiado la línea de contención, sobre todo el viernes, durante la batalla campal de Urquinaona?
--Efectivamente. La situación se descontroló mucho, y estábamos recibiendo impactos de todo tipo de objetos, pero hasta que no recibes la última orden, que es la de cargar, tienes que aguantar la línea como sea. Al final llegó la orden, y actuamos.
--¿Cómo se puede aguantar de pie, durante horas, el lanzamiento de piedras, botellas?
--Se soporta con la cabeza bien fría y mucho entrenamiento. Entrenamos durante todo el año, y durante una semana tenemos una formación de reciclaje. Todas las unidades de España vamos a Linares y allí ensayamos actuaciones ante manifestaciones, lucha callejera. Y cada dos años pasamos una revalida que consiste en unas pruebas físicas, un cuestionario teórico y otro de personalidad. Y hay que hacer un número de horas al día. Aparte de deporte, precisamente para eso, para aguantar porque el material pesa mucho: el casco, el antitrauma, el escudo; y hay que estar en forma.
--¿Psicológicamente cómo se soporta?
--La verdad que es complicado, pero con la experiencia se lleva. En mi unidad todos llevamos más de diez años. Hemos estado en el 15M, mineros --en referencia a los disturbios de 2012-- y, al final, te vas acostumbrando. Y cuando terminas el servicio intentas hacer borrón y cuenta nueva y pensar en otras cosas más agradables, como cuando estamos en jefatura y te llevan un ramo de flores. Cosas que son las que luego te reconfortan.
--Los niveles de violencia de estos días en Barcelona, ¿los habían encontrado en otros dispositivos?
--No. Yo llevo desde 2006 en la Unidad de Intervención Policial (UIP) y nunca, nunca, nunca, había visto la violencia de estos días. Sobre todo el viernes. Ni con el 15M ni con los mineros. Era tal la cantidad de cosas que nos arrojaban, y la violencia, el hostigamiento que estábamos recibiendo que ni yo, ni ninguno de los que estamos aquí con los que he hablado, han vivido una situación semejante.
--¿El dispositivo se desarrolló de una manera adecuada?
--No sé exactamente, porque eso está a nivel de mandos operativos, de los cuerpos de que disponían para esos días. No sé dónde estaban situados. Sí que es verdad que hubiese venido bien un poco más de apoyo, sobre todo cuando comenzó todo en plaza Urquinaona el viernes, sobre las seis de la tarde. No sé si había más grupos de reserva, pero toda la ayuda que hubiese venido habría sido poca, porque fue una auténtica batalla campal.
--¿Qué zona le tocó cubrir?
--A mi unidad, el viernes, le tocó la zona de Via Laietana y la plaza Urquinaona. Allí estuvimos desde que empezaron los incidentes hasta la madrugada. Tuvimos un pequeño relevo para beber un poco de agua y reponer bolsas de material, y otra vez nos mandaron para allá. Hasta que no acabó todo, allí estuvimos.
--¿Se quedaron hasta sin pelotas de goma?
--Mi unidad no. Gracias a mi jefe de grupo, me gustaría recalcarlo, porque es quien nos da las órdenes en la calle, fue racionando tanto el material como organizando el despliegue. Sí que es verdad que cuando nos relevaron fuimos a jefatura a recargar más.
--¿Cómo lo vivieron, cuando ven a todos los que tienen enfrente, lanzándoles de todo, y deben aguantar la línea?
--La verdad que bastante mal, porque ves que usando el material de que dispones no se llega a dispersar a toda la gente. Y como había tantas personas hostiles, cuando avanzabas, al poco rato llegaban otros cientos que salían desde atrás. Era tal la cantidad que había, que no daba tiempo a repeler a tanta gente. Entonces pasas momentos angustiosos de ver que toda la masa hostil se te viene encima y tu vida puede llegar a correr peligro, porque realmente creo que lo que ellos querían ese día era ver a algún policía muerto.
--Además de los niveles de violencia, ¿buscaban el cuerpo a cuerpo con el agente? Entiendo que lo habitual es que el agitador corra en sentido contrario a la policía y no al revés.
--Efectivamente. En otras manifestaciones que se complican un poco, hemos visto que en el momento que avanzas un poco, no usas ni material antidisturbios, la masa hostil retrocede. Pero en este caso no. Aquí avanzabas y se te venían encima tirando más adoquines y más botellas con ácido, señales de tráfico, de todo. Era una situación un poco extraña, porque no habíamos vivido algo así nunca.
--No conocer el territorio, ¿dificulta la labor de los agentes?
--Sí. En nuestro caso, el jefe de grupo nos dio un mapa para situarnos en la zona en que se preveía que íbamos a actuar y, más o menos, sobre todo los conductores, lo tenían bastante aprendido, pero gracias a la previsión del jefe.
--¿Cómo terminó la noche del viernes en Urquinaona?
--Dispersando a toda la masa de la plaza por las calles adyacentes y luego se van dando vueltas hasta que acaban de disolverse, porque se separan en grupos pequeños. Esa es la forma de acabar con los disturbios.
--¿Jornadas maratonianas?
--La verdad que, desde el lunes, --estamos desplegados en Cataluña desde el 11 de octubre-- todos los días hemos hecho 15 o 18 horas. El viernes habíamos entrado a las cuatro de la mañana y el dispositivo acabó pasadas las dos de la mañana del sábado. Es algo excepcional, normalmente se calculan las horas para el servicio. Pero tampoco he visto a nadie que se queje de las horas.
--¿Cómo resultó herido?
--Empezamos las cargas sobre las seis y en torno a las nueve, más o menos, recibí un impacto que me abolló el casco y me hizo una brecha en la frente y tuve que ser trasladado al hospital. Me diagnosticaron un traumatismo craneoencefálico. Estuve toda la noche en observación hasta el día siguiente que me dieron el alta. Me mandaron un poco de reposo y ya estoy completamente operativo. Bien. El susto, porque había recibido otros impactos en la cabeza, y no había pasado nada, porque el casco lo había absorbido bien, pero el adoquín creemos que se lanzó con una especie de tirachinas modificado porque a la distancia a la que estaban los manifestantes es muy difícil causar ese impacto usando solo la mano. Durante esta tarde había recibido varios impactos en la cabeza y no pasó nada, pero ese fue diferente.
--Ahora, ¿deseando llegar a casa y descansar tranquilo?
--Pues sí. Sobre todo por mi familia que es la que más sufre, porque los tuyos están viendo la televisión y no saben si el policía que ha caído herido es su marido y pasan momentos muy angustiosos. Cuando llegué al hospital, llamé a casa, porque aunque antes había perdido el conocimiento, ya estaba consciente. Avisé de que me iba a quedar en el hospital, pero que estaba bien. Es mejor que escuchen la voz que no que se lo diga un compañero.