Llegó el día. Todo o nada para ERC y, en el mismo lote, para la gobernabilidad de Cataluña. Esquerra, partido asambleario, somete a votación de las bases el acuerdo que la cúpula del partido, encabezado por Marta Rovira, ha cerrado con el PSC para investir a Salvador Illa a cambio de una “financiación singular” y un mayor blindaje del catalán, entre otras cesiones socialistas. El futuro de la autonomía está en manos de 8.200 militantes republicanos con derecho a voto.
Después de semanas de intensas negociaciones entre los dos partidos, de debates internos en el seno de ERC, de divisiones, polémicas y asuntos turbios que han aflorado en la formación republicana, y de las amenazas y advertencias de Carles Puigdemont, líder de Junts, y Lluís Llach, presidente de la ANC, llega el momento de la verdad, el que decidirá si hay nuevo Govern o, por el contrario, hay que repetir elecciones… con unos resultados previstos muy similares a los que arrojaron las urnas el pasado 12 de mayo.
Pendientes de Mar Besses
Todos los escenarios están abiertos. En primer lugar, el acuerdo debe pasar el filtro de la militancia. Si se impone el no, se romperá automáticamente el pacto cerrado entre ERC y el PSC, y los catalanes serían llamados de nuevo a las urnas en octubre, siempre y cuando el candidato socialista no obtuviera la mayoría simple en una segunda vuelta. La división entre los republicanos es real, con partidarios de levantar el pulgar y quienes apuestan por bajarlo, por lo que se espera que el resultado esté muy reñido al cierre de las votaciones.
Por el contrario, si gana el sí –y la dirección se está esmerando en que así sea–, se abre un escenario distinto. En principio, con el aval de las bases, los 20 diputados de ERC –más los 42 del PSC y los 6 de los Comuns, también atados– harán presidente a Illa. Los electos de las tres llamadas formaciones progresistas suman 68; es decir, mayoría absoluta. Raspada, pero absoluta. Pero ¿qué ocurre si algún diputado rompe la disciplina de voto? Todas las miradas se ciernen sobre Mar Besses, de las juventudes de ERC, que decidirán el sentido del voto de esta diputada el fin de semana aunque la militancia apruebe el pacto.
¿Abstención del PPC?
En ese supuesto, en el que Illa obtendría más noes que síes en primera votación para su investidura, habría que realizar una segunda votación en el Parlament en la que entonces le bastaría con obtener mayoría simple; es decir, ya no necesitaría los 68 apoyos, aunque para ser president debería obtener más síes que noes. En ese caso, el presidenciable socialista tendría que confiar en la abstención de otro grupo, tal vez del PPC. Si no lo logra… Cataluña volvería a votar.
No obstante, en el caso de que Illa logre los apoyos necesarios y se convierta en el nuevo president para los cuatro años próximos, hay una parte sustancial del compromiso entre ERC y PSC que depende de terceros: la reforma legislativa para la adecuación de la llamada “financiación singular” para Cataluña o, en otras palabras, la salida de la comunidad del régimen común, que pasaría a recaudar, liquidar y gestionar todos los impuestos y daría un pago al Estado en concepto de servicios prestados y solidaridad territorial. Para ello es necesaria una mayoría en el Congreso que, hoy por hoy, está en el aire, empezando por las filas del PSOE, igualmente divididas acerca de este trato fiscal diferencial, y siguiendo por la decisión de Junts, muy crítico con este acuerdo. De todos modos, dice ERC que contempla este escenario y que cuenta con un plan b, que no ha detallado. Aún queda mucha tela que cortar.
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