Las negociaciones para la investidura de Salvador Illa (PSC) como presidente de la Generalitat encaran la recta final. Hasta el punto de que ERC ha reservado ya una fecha para consultar a la militancia si aprueba o rechaza el preacuerdo que prevé rubricar con los socialistas en los próximos días. El 1 de agosto, los afiliados deberán levantar o bajar el pulgar a la propuesta.
Illa se comprometió desde el primer momento a liderar un tripartito de izquierdas con los 42 diputados del PSC, los 20 de ERC y los 6 de Comuns: en total, 68, los que dan la mayoría absoluta en el Parlament. Pero de eso ya han pasado dos meses y sigue sin haber Govern, mientras Carles Puigdemont (Junts) trata de presionar con sus tretas para forzar una repetición electoral.
Financiación singular
Los acontecimientos discurren por otra dirección. ERC asume que volver a las urnas puede dejar al partido mucho más debilitado tras el batacazo que sufrió el 12M, cuando pasó de 33 a 20 diputados. Y, en este escenario, se apresura en cerrar un acuerdo con el PSC. La secretaria general republicana, Marta Rovira, puso como fecha límite de un preacuerdo este julio, pero los socialistas debían ceder en cuestiones "prioritarias" como la llamada financiación singular.
Lo factual es que las partes están acercando posturas de forma veloz en las últimas horas, en las que ERC ha confirmado la pronta condonación de 15.000 millones de euros del Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) por parte del Gobierno, el pago de la deuda de Rodalies y, este miércoles, con el encuentro entre el presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, y el president, Pere Aragonès, en Barcelona.
Voto telemático
Todo ello debe quedar cerrado antes de que termine el mes por la simple razón de que las bases de ERC deben validar el acuerdo. Y el plazo para convocar de nuevo elecciones concluye el 26 de agosto. Por eso, los republicanos han marcado en su calendario el 1 de agosto para plantear el pacto a los militantes, según informa Nació. Será, posiblemente, de forma telemática.
Además, ERC necesita algo de estabilidad, en mitad de la crisis interna entre junqueristas y roviristas y la que se ha abierto en torno a los polémicos carteles contra los Maragall.