La disposición de Pedro Sánchez (PSOE) a ceder a las presiones de los partidos secesionistas para ser investido presidente del Gobierno ha envalentonado a los dirigentes de ERC y Junts per Catalunya. A pesar de su estrepitoso declive electoral, ambas formaciones se sienten fuertes al saberse necesarias para el líder socialista, lo cual les ha permitido aumentar sus exigencias y elevar el tono de su discurso identitario y victimista.

Así volvió a evidenciarse este jueves durante la intervención de Pere Aragonès (ERC) en la Comisión General de las Comunidades Autónomas del Senado, donde el presidente de la Generalitat expuso a las claras su forma de concebir la política con un discurso que, más que responder a una presunta apuesta por el "diálogo", pareció concebido para dinamitar puentes. Primero, por las formas, dado que el máximo representante del Govern no aceptó escuchar réplicas y abandonó la Cámara en cuanto acabó su exposición, aduciendo "motivos de agenda". Un plantón en toda regla al cual se sumó el hecho de que, en sus aproximadamente diez minutos de alocución, sólo habló en catalán, y no en castellano, ante el resto de grupos parlamentarios.

Desafío a Pedro Sánchez

No menos desafiantes resultaron, por otra parte, sus demandas, más que conocidas ya y que a grandes trazos se resumen en: amnistiar a los condenados y encausados del procés secesionista de Cataluña --algo a lo que el PSOE parece dispuesto, a pesar de no haber figurado en su programa ni en su campaña electoral--; dar por sentado que ese será sólo el primer paso hacia la celebración de un referéndum pactado de "autodeterminación"; e insistir en el manido discurso del supuesto "déficit fiscal" que, a su juicio, el Estado mantiene respecto a Cataluña, y que ERC eleva a los 22.000 millones euros anuales, según sus estimaciones.

El supuesto "apaciguamiento" esgrimido desde el Gobierno para justificar sus cesiones a ERC y Junts en los últimos años --entre ellas, los indultos a los mandatarios del referéndum ilegal y unilateral del 1-O y la derogación del delito de sedición-- parece formar ya parte de la historia. Tal como demostró Aragonès en el Senado, el procés sigue muy vivo. Y su discurso no se lo pone nada fácil al PSOE, sino todo lo contrario, pues le deja en una situación muy comprometida para justificar sus pactos y sacar adelante no sólo la investidura, sino todo el resto de legislatura --presupuestos incluidos--. De tanto tensar la cuerda, ERC parece estar empujándole hacia la repetición electoral.

Deriva radical... y declive electoral

La deriva radical de la formación de Oriol Junqueras no es ajena a su eterna rivalidad con Junts per Catalunya (JxCat), partido con el cual compite para ganarse al electorado secesionista. Pero, a tenor de lo visto en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, esta estrategia está resultando un fracaso en toda regla, pues perdió alrededor de 300.000 votos en cada una de ellas. Un desgaste al cual los posconvergentes tampoco han sido ajenos, aunque en un grado mucho menor.

La visita de Aragonès a Madrid, en suma, fue el fiel reflejo del fiasco de ERC, que mantiene sus constantes vitales gracias al rol de socio parlamentario que ha decidido otorgarle Pedro Sánchez. Lejos quedan los tiempos en que los dirigentes nacionalistas, en vez de apostar por la crispación, resultaban influyentes en Madrid, negociando con demandas realistas, legales y factibles. Ya fuera Jordi Pujol, Pasqual Maragall o José Montilla. Un dato basta para ilustrarlo: desde 2015, ningún presidente de la Generalitat ha acudido a una conferencia de presidentes autonómicos. El discurso de Aragonès de este jueves en el Senado no fue más que un trampantojo. Y que cada vez genera menos expectación.

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