Los resultados de las elecciones municipales han sido nefastas para Pedro Sánchez en el conjunto de España y para ERC en la comunidad catalana. El primero ha optado por el efecto sorpresa –para algunos, un ejercicio de responsabilidad— y ha adelantado las elecciones generales al 23 de julio. El segundo ha enmudecido. ¿Hará lo mismo con las autonómicas? De momento rechaza ese escenario. Otra cosa es lo que ocurra a partir del 23J. Mañana, el presidente Pere Aragonès analizará lo ocurrido el domingo en una comparecencia ante los medios de comunicación.
El avance de las generales acorrala a Aragonès, que preside la Generalitat en minoría, pierde votos a marchas forzadas y ya recibe presiones para dar la batalla por el liderazgo en un partido todavía controlado por Oriol Junqueras y Marta Rovira. Pero, sobre todo, los comicios generales obligan a ERC a decidir cuál será su relato a medio plazo ante un posible cambio de gobierno tras el 23J. Esto es, cómo responder ante una eventual victoria de PP y Vox.
Pérdida de 300.000 votos
ERC ha perdido 300.000 votos, al pasar de los 819.845 obtenidos en 2019 –ganó las municipales en Cataluña-- a los 519.833 de este 28M. Los dirigentes del partido han asumido que son malos resultados, por lo que el foco mediático y político se centró en Pere Aragonès, presidente de la Generalitat que gobierna en minoría y que podría haber tocado techo electoral tras ganar las autonómicas por primera vez.
Su apuesta por el diálogo y la búsqueda de una solución al conflicto independentista mediante cauces legales tuvo rédito electoral, pero no el suficiente para vencer al PSC, que ganó las catalanas de 2021 –aunque la mayoría independentista sumó— y el domingo volvió a ser la primera fuerza municipalista con 712.949 votos.
Pactos en Barcelona
Tampoco ha podido ERC alcanzar los resultados de hace cuatro años en Barcelona, cuando Ernest Maragall ganó la alcaldía, pero un pacto entre PSC, comunes y Barcelona pel Canvi (Manuel Valls) le impidió ser alcalde. Xavier Trias, el candidato de Junts per Catalunta, venció. Pero las urnas dejan en manos de los pactos la investidura del futuro alcalde. Y ahí es donde, de nuevo, ERC debe decidir si apoya una amplia mayoría progresista que permita gobernar al PSC con el apoyo de los comunes o avala la candidatura de Trias.
La primera opción, que Oriol Junqueras rechazó rotundamente, supondría dar alas de nuevo a los socialistas, tras el pacto de presupuestos de la Generalitat que firmaron con Aragonès. La segunda implica ser la muleta de Junts, un partido que salió del Govern con duras críticas a la supuesta renuncia de Esquerra a implementar la "república catalana". Y esa opción no es bien vista por el entorno de Aragonès, que teme ser fagocitado de nuevo por su eterno rival.
¿Intercambio de cromos?
Por su parte, el alcaldable Ernest Maragall no se mostró tan beligerante en cuanto a un supuesto tripartito en ciernes, pues admitió que podrían haber pactos estratégicos con el PSC para encumbrar a Jaume Collboni a la alcaldía. Un pacto que, según advirtió Salvador Illa, no será moneda de cambio respecto a las elecciones generales.
Y es que el intercambio de cromos siempre ha estado presente en la estrategia de pactos entre PSC, ERC y comunes. Los republicanos rechazaron apoyar las cuentas de Ada Colau 24 horas antes de que se cerrara un pacto presupuestario entre comunes y ERC en la Generalitat en 2021. Y tras el acuerdo entre PSC y Aragonès sobre las cuentas de 2023, Cataluña asistió a la ruptura de bloques creados en el procés.
Junqueras había vetado esa negociación con los socialistas, no así Aragonès, que sigue necesitando de apoyos externos para garantizar la estabilidad de su gobierno de aquí a 2025, que es cuando tocan elecciones autonómicas. Si es que el president no las adelanta, pues es su potestad.
Ruido de sables
El ruido de sables entre Aragonès y Junqueras viene de lejos, lo que ha obligado al primero a hacer equilibrios entre la gestión –demostrar que ERC sabe gobernar es uno de sus principales objetivos— y la reivindicación independentista.
Pero ni la mesa de diálogo creada con el Gobierno ni el acuerdo de claridad previo a plantear un referéndum pactado han tenido éxito, lo que ha dado pie a duras críticas por parte de Junts y del activismo independentista radical que, en días previos al 28M, hizo un llamamiento a la abstención en unas elecciones municipales que califican de “españolas”.
Si el 28M fue una primera vuelta para las generales, no parece que los republicanos vayan a remontar, pues el independentismo seguirá desmovilizado dentro de dos meses. Fuentes republicanas aseguran Aragonès no valora ahora mismo adelantar elecciones autonómicas. En este sentido, descartan que antes de las generales pueda producirse.
Y si el 23J ganan PP y Vox, se abre un escenario en Cataluña de “cuanto peor, mejor”, según algunos sectores secesionistas, que obligaría a ERC –ya sin capacidad de influencia en Madrid— a reformular su discurso.
Nuevos relatos
Otra cosa es que ese nuevo giro sea creíble y vaya acompasado con Junts, que también debe decidir si consolida su vuelta a Convergència (CDC) o se deja arrastrar por el sector duro, en segundo plano en esta campaña del 28M.
Y es que tanto el futuro de Laura Borràs, presidenta de Junts condenada por corrupción, como el de Marta Rovira, secretaria general de ERC y uno de los cerebros de Tsunami Democràtic que investiga la Audiencia Nacional –este es el motivo de que siga en Suiza fugada—, unido a la larga sombra de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, mantienen en stand by cualquier intento de buscar liderazgos sólidos en Junts y ERC.