“Han convertido el Parlament en un circo”, denuncia una diputada de la oposición. La frase, dirigida a los independentistas, bien podía valer para la situación que, hace 10 años, generaron los partidos impulsores del procés. Pero se refería a la última sesión plenaria en la que ERC y Junts per Catalunya (JxCat) ajustaron cuentas tras su ruptura.
La enésima pelea de los exsocios de gobierno venía precedida por el discurso de Pere Aragonès, que eludió pronunciar la palabra “independencia”, según le reprocharon los neoconvergentes. Los presupuestos de la Generalitat, la incertidumbre económica por los precios alcistas y la carestía energética quedaron en un segundo plano.
Sometido a la pinza de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, una generación perdida debido el procés que ellos mismos lideraron, pero que no renuncian a ser influyentes, Aragonès intenta que, en su objetivo de ensanchar la base, no haya fugas hacia su eterno rival independentista, mientras intenta pasar página y explorar un acuerdo presupuestario con el PSC que rechaza el presidente de ERC.
Malabarismos
A esta situación, que obliga a los republicanos a hacer malabarismos imposibles, se acaba de añadir un nuevo frente: el acercamiento de Junts al mundo empresarial. Ocurrió ayer, en el consejo nacional del partido, donde, por primera vez en muchos años --debido a su alianza con ERC--, los neoconvergentes hablaron sin complejos de su apuesta por la bajada de impuestos, el fomento de las energías renovables y de la colaboración público-privada.
Todo un guiño a un sector empresarial, receloso de los aspavientos secesionistas y añorado de la antigua CDC. Jordi Turull, secretario general de Junts, aseguró que no hay cisma en el partido tras el voto dividido de la militancia a favor de salir del Govern.
Pero al igual que ERC, también se ve abocado a hacer equilibrios entre el alma más radical, la teledirigida desde Waterloo y que profesa la presidenta de Junts, Laura Borràs, y la pragmática, la que defienden exconsejeros, alcaldes y cargos territoriales.
Poner el acento en esas tres propuestas tan reivindicadas por el empresariado --fiscalidad, inversión en empresas y modelo mixto de gestión-- supone evidenciar las carencias de los republicanos, que ahora gobiernan en solitario, a la espera de llegar a acuerdos puntuales con comunes y socialistas. Esto es, entre una formación contraria precisamente a ese modelo neoconvergente, y un PSC decisivo dada su condición de primer grupo de la oposición --empató en escaños con ERC, 33, en las elecciones del 14F-- que sí promueve un pragmatismo socialdemócrata.
El viernes próximo está previsto que Aragonès se reúna con Salvador Illa, primer secretario del PSC, para abordar los presupuestos de la Generalitat de 2023. Una prórroga supondría la pérdida de casi 3.600 millones y la posibilidad de ampliar partidas económicas y sociales, imprescindibles para afrontar el complicado contexto actual. Pero Aragonès, que en ningún momento ha descartado pactar con el PSC, choca con el rechazo absoluto de Junqueras, siendo víctima de ese extraño triángulo integrado también por la secretaria general del partido, Marta Rovira, muy influyente. Ello da lugar a alianzas variables con resultados imprevisibles.
Cordones sanitarios
No hace tanto que ERC imponía cordones sanitarios a PSC, que siempre ha tendido la mano para impulsar las nuevas cuentas catalanas. No aprobarlas, ha dicho el presidente de Foment del Treball, Josep Sànchez-Llibre, sería “inmoral”. Los sindicatos también han pedido valentía y generosidad a los partidos para propiciar unas cuentas "de izquierdas". Incluso la Taula del Tercer Sector Social cree que evitar una prórroga es “una obligación social”, ante la pobreza al alza.
La reciente decisión de ERC de permitir la tramitación de los presupuestos generales del Estado --un día antes había dicho lo contrario-- ha puesto el foco en un posible “cambio de cromos”. Ni republicanos ni socialistas admiten que esté el terreno allanado para un acuerdo en Cataluña. La proximidad de las elecciones municipales y alimenta el tacticismo y los equilibrios.
En Barcelona se da por hecho un pacto entre Esquerra y los comunes, que no son decisivos en el Parlament, pero que son partido de gobierno a nivel español. No será buscado, como aseguran los aludidos, pero un tripartito parece ahora más posible que hace un año. Sobre todo desde la entrada de exdirigentes socialistas y de los comunes en el Govern.