Sergio del Molino junto a la portada de su libro 'Atlas sentimental de la España vacía' / PATRICIA GARCINUÑO

Sergio del Molino junto a la portada de su libro 'Atlas sentimental de la España vacía' / PATRICIA GARCINUÑO

Política

Sergio del Molino: "La España vacía ha entrado en una dinámica parecida al nacionalismo"

El escritor cree que la irrupción de plataformas políticas que defienden los territorios despoblados evidencia "la obsolescencia del sistema autonómico" y la necesidad de un modelo federal

8 enero, 2022 21:00

Tras publicar La España vacía, Sergio del Molino (Madrid, 1979) se convirtió en un referente para entender la realidad de las regiones despobladas de nuestro país. No era un libro de viajes, pero con Atlas sentimental de la España vacía (Geo Planeta), libro ilustrado por Ana Bustelo, el escritor se resarce con un retrato de personajes y lugares "interesantísimos". En una entrevista con Crónica Global [se puede ver completa en este enlace], considera un error que las plataformas sociales que luchan contra la despoblación se hayan convertido en partidos políticos. Y cree que queda pendiente un gran debate: el de la obsolescencia del sistema autonómico. A su juicio, el único modelo con unas reglas de juego claras es el federal.

--Pregunta: Le han convertido en un referente de la España vacía. ¿Eso le genera responsabilidad?

--Respuesta: ¡Espero que no! He escrito un libro que ha tenido un enorme eco que ha permitido hablar de una realidad. Con La España vacía todos sabemos a qué nos referimos. Todo el mundo sabe a qué parte del país, a qué parte de la historia nos referimos. Ha permitido que se establezca una conversación que creo que en España teníamos pendiente. Yo he sido el detonante, también por suerte y por casualidad, llegó en el momento en que ese debate estaba a punto de bullir y que necesitaba que alguien le pusiera nombre. A partir de ahí he participado mucho, he estado en todos los foros a los que se me invita, he escrito mucho. Pero no me siento responsable, porque he estado al margen de todo lo que tiene que ver con la movida política. Yo conocí al director general de Reto Demográfico, que lleva dentro de la Vicepresidencia del Gobierno las cuestiones de la despoblación, hace un par de meses. No tengo conexión con los movimientos, ni las instituciones, ni el Gobierno. Soy un señor que escribe cosas e intento mantenerme en mi lugar, que es el que he elegido. Te abruma cuando lo piensas, pero como no pienso mucho…

 

--¿Qué le llevó a indagar en la España vacía? ¿Una cuestión sentimental, como indica el título de su último libro?

--Yo era periodista, no sé si se pierde alguna vez esa condición o si es un sacerdocio, y la España vacía viene de mi trabajo periodístico. No es una decisión tomada de repente un día que, como Labordeta, decido coger la mochila. Es lo contrario. El libro es un decantado de muchos años, es el resumen o culminación de muchos años de recorrer el país, de pensarlo, sin saber que estaba escribiendo el libro. Es el decantado de una obsesión de años, de una relación íntima que he tenido, sobre todo a través del reporterismo, de salir por las mañanas con fotógrafo y contar historias. El libro La España vacía no es un libro de viajes, por eso he querido resarcirme con el Atlas sentimental de la España vacía para hacer lo que no hice: contar historias de sitios, encontrarte historias marginales que parece que no interesaban a nadie, personajes interesantísimos. Y sobre todo con unos paisajes que me abrumaban y una realidad que me emocionaba mucho, desde siempre. Constatar el vacío del paisaje ibérico siempre me ha emocionado. En La España vacía recogía unas reflexiones, no esos viajes. Vuelvo al origen, a esa fascinación primera. Y como en todos los españoles, tiene unas raíces autobiográficas. Yo no soy un niño rural, no crecí en un pueblo. Bueno, crecí en un pueblo de Valencia, pero de la España costera, de la España llena. No tengo esa conexión íntima mía con la memoria rural, sí la tengo a través de mi familia.

--¿De dónde procede?

--Mis dos ramas familiares venían de Soria y Aragón, de lugares muy vacíos, que están a punto de desaparecer, en los que yo he pasado mis veranos. El libro surge de esa conciencia. A mí me fascinaba de una forma casi estética, desde Machado, Azorín y Delibes que resonaban en mi cabeza. El resorte para escribir La España vacía tiene que ver con mi abuelo, con el descubrimiento que escribí en un libro anterior que le dedico, Lo que a nadie le importa. Después de vivir toda su vida en Madrid, como urbanita, y sin tener una infancia campesina --sus padres eran los campesinos--, mi abuelo se jubila y se retira al pueblo de la familia, una aldea de 100 habitantes. Y yo reflexiono ahí lo importante que es para mi abuelo la identidad campesina, que considera perdida y considera el paraíso al que siempre volver. Y se convierte en un campesino falso, se pone una boina, a vestirse como tal. Y de esas reflexiones viene la conciencia de escribir La España vacía. Si para mi abuelo era importante, y creo que representaba el denominador común de la España de entonces, tenía que importarle también a otra mucha gente. Aquí hay algo importante de lo que no nos damos cuenta o lo estamos enfocando mal, como algo pasajero, anecdótico, folclórico, nostálgico en el peor sentido. En aquel momento acerté.

--¿Cómo se puede mantener el equilibrio entre esa identidad campesina, esa esencia, con esas infraestructuras que reclaman esas zonas despobladas?

--Yo parto de la base de que las identidades culturales, en ese sentido, basadas en la tradición, no son importantes. En la escala de valores sociales que debemos establecer, es mucho más importante la democracia, el progreso y el bienestar. Y si las tradiciones deben ceder lugar para que avance el progreso y se instale una sociedad democrática, que podamos vivir en el presente y no en un pasado idealizado, pues las tradiciones se pueden ir al carajo, no hay que lamentarlo. No creo que preservar un modo de vida, una forma de memoria o un simulacro de folclore sea tan importante como para renunciar a las ventajas de vivir con los avances, la tecnología y con el bienestar y los derechos democráticos. Siempre digo que el problema no va de pérdida de identidad ni de derechos ni de falta de servicios, que lo hay, aunque menos de lo que se dice. El Estado está presente, no es una España abandonada, es una España de segunda división, tiene unas prestaciones menores, pero no está dejada de la mano de Dios. Hay servicios básicos, luz, cobertura sanitaria… El problema es de derechos democráticos, de sentirse parte del país. Y para sentirte parte de un país moderno, complejo y plural como es la sociedad española, tienes que renunciar al pasado, a muchas tradiciones. Son incompatibles. Hay que perder esencias a cambio de vivir en una sociedad democrática, plural y compleja. La pregunta está bien planteada porque es un dilema que se ha planteado durante mucho tiempo, pero yo creo que está resuelto, no tiene sentido. Es una aberración el mero hecho de pensar en renunciar a cualquier derecho que nos asiste como ciudadanos democráticos por conservar tradiciones de un mundo que ya ha desaparecido. Debemos asumirlo.

--¿Qué le parece la plataforma electoral que se ha creado para defender la España vacía? En 'Crónica Global' entrevistamos al periodista Pedro Vallín, que nos habló de un movimiento más sofisticado de lo que se pueda pensar, que frena a Vox, preocupa a PSOE y PP y desplaza al proceso independentista catalán.

--Teruel Existe es una plataforma que lleva 30 años trabajando, pero la emergencia y la relevancia es cuando se caldea el debate. Coincido con el análisis de Pedro Vallín, es un movimiento complejo, activista, transversal, muy plural, que tiene sus rencillas entre ellos. Es un maremágnum bastante activo. Para mí es un enigma qué puede suceder, cualquier previsión que hagamos entra dentro de la especulación nigromante por una razón demoscópica. Se van a presentar en cada provincia con el nombre de ésta más la marca España vaciada. Y luego se unirán en un grupo parlamentario. Pero las candidaturas son provinciales. Eso hace que el resultado sea muy incierto, en esas provincias, y ese es un problema que arrastramos desde la Transición, es muy difícil hacer previsiones. La correlación de votos y escaños es muy diferente respecto a ciudades como Madrid o Barcelona. Se tendrían que hacer encuestas en cada provincia y nadie puede pagar ese gasto demoscópico. Los estudios son nacionales. Esas encuestas que les dan hasta 15 diputados son totalmente ficticias. Mi valoración previa es que es un error que estos movimientos cívicos se conviertan en partidos políticos. El paso que dio Teruel Existe es un error para su propio activismo, creo que eran mucho más eficaces como plataformas cívicas porque demostraron que eran capaces de contagiar y presionar a todos los partidos políticos. Que la Vicepresidencia creara el Reto Demográfico es un logro suyo, que el PSOE, el PP y todos los partidos incluyeran en sus programas electorales todo su repertorio de reivindicaciones es un logro suyo.

--¿Por qué es un error?

--En el momento que se meten en el juego político, pierden buena parte de su apoyo social, que era transversal. Estamos en un momento de polarización y estoy convencido de que parte de la base de Teruel Existe no está de acuerdo con que el diputado de su partido haya apoyado al Gobierno. Se ideologiza algo que no era ideológico. Eso hace que el movimiento se debilite y pierda esa aura de santidad, de popularidad y simpatía que tenía y se van a convertir en actores políticos. Y posiblemente el PSOE, que es el partido que saldrá más perjudicado, le va a recibir con cuchillos. Esa simpatía condescendiente que tenían estas plataformas va a desaparecer. En las elecciones van a ir a degüello. Y no sé hasta qué punto estos activistas están preparados, cómo les puede afectar esa pérdida de la inocencia, les puede envenenar. Es entrar en un juego peligroso. Además, se ha perdido la oportunidad de pensar los problemas de España en su conjunto. El valor político que tenía este movimiento es que por primera vez se había tomado conciencia de que era una cuestión de Estado, que afectaba a todos, que no es una serie de reivindicaciones provinciales. Revelaba un problema de déficit democrático de España que nos apelaba a todos. En el momento en que se particulariza, entramos en una dinámica de juego muy parecida a la de los nacionalistas. Y tiene razón Vallín, va a ser un reto fundamental para los grandes partidos porque va a ser su mosca cojonera. Hasta ahora han sido los nacionalismos vasco y catalán y si esto triunfa, van a ser ellos, porque se van a comportar igual que esos nacionalismos, inspirándose en su forma de intervenir en la política. Eso no es una buena noticia democrática, ni para el parlamentarismo, ni para la ciudadanía española.

-¿Se ha perdido entonces la ocasión de vertebrar España?

--Sin duda, teníamos la oportunidad de abrir un debate mucho más profundo sobre la democracia española y eso se va a quedar en una serie de reivindicaciones particularistas acerca de “qué hay de lo mío”, “ponme el tren”, “ponme el Centro Nacional de Danza en Soria”. En realidad, pejigueras, de política de muy bajo vuelo. Es una pena.

--¿Hay algo de márketing en ese apoyo de los Gobiernos a la España vacía? ¿Está moda?

--Sí, está de moda. Se ha incorporado con sinceridad a los programas electorales, con distintos enfoques, pero como eje. No es una cuestión de maquillaje. Otra cosa es que esas políticas sean acertadas o sean un bluf. Por eso van a ir a degüello, porque creen que estas plataformas les está robando, no solo el electorado, sino el discurso. ¿Por qué esta gente me roba protagonismo y una acción de gobierno, unas inversiones, que estoy ejecutando yo? Que es un tema de moda y que es sexy de alguna forma y genera titulares, por supuesto, de eso viven los políticos, y por eso lo han incorporado, que es uno de los temas de conversación importantes. Felipe González decía que un buen político se distingue de uno malo en que sabe escuchar de lo que se habla y lo que importa. Eso es oportunismo político, por supuesto, pero es que la política está hecha de oportunismo, no creo que haya nada malo en eso.

--La nueva financiación autonómica que propone el Gobierno comienza a ser criticada porque favorece a las zonas despobladas. ¿Un logro? ¿Un ejemplo de lo que decía, que están escuchando?

--La financiación autonómica siempre va a generar polémica porque está pensada para generarla, para no tener criterios claros y cambiarlos cada cierto tiempo, y que dependa siempre de la lucha y la presión de los poderes autonómicos. Quien más llora, más mama. Y quien tiene más capacidad de presionar al Gobierno consigue más cosas que los demás. Y eso es radicalmente injusto, se mire como se mire. No sé si es un logro, es una reivindicación que barones del PSOE y del PP llevaban tiempo exigiendo. Incluso habían formado un lobi de territorios despoblados. Uno de los abanderados es Javier Lambán, presidente de Aragón, que se lo ha apuntado como un logro. Posiblemente sea el mayor logro político que ha tenido. Su objetivo era cambiar los criterios de la financiación y de asignación de los fondos europeos. Creo que es una polémica estéril, de corto recorrido, elude una discusión más profunda que tiene que ver con el modelo de Estado. El reparto de fondos debe tener en cuenta la despoblación, porque los servicios son mucho más caros en zonas rurales que en zonas urbanas. Una plaza escolar en una zona rural de Aragón cuesta 8.000 euros por alumno, y en Zaragoza, donde yo vivo, no llega a 3.000. La diferencia es abismal. Debe haber una subvención para que haya igualdad, para que no haya un desfase. Pero que la financiación autonómica sea el mecanismo adecuado es otro cantar. Lo que aquí se está debatiendo es la obsolescencia del propio sistema autonómico, que no estaba pensado para durar tanto. Está agotado. Sobrevive gracias a una negociación y un conflicto permanentes. Algunos dirigentes nacionalistas lo descubrieron hace mucho, y ahora lo ha descubierto Ayuso: cuanto más tensas la cuerda contra el Gobierno, cuanto más conflictivo eres, más consigues. Eso no sucedería así si hubiera una reglas de juego claras. Y esas reglas claras solo las puede tener un Estado federal. Hay una paradoja, porque muchas comunidades tienen más competencias y autonomía que los landers alemanes o las provincias canadienses. Las reglas de juego se están inventando constantemente en un proceso de negociación y conflicto constante que no lleva a ningún sitio. El debate que nos debemos tiene que ver con el modelo de Estado, no podemos seguir con esta provisionalidad constante. La financiación de los servicios públicos no puede depender del carisma o el arrojo de determinados líderes. Hay que estar por encima de todo eso.

--Volviendo a sus libros: ¿cómo es su trabajo de campo, cómo le recibe la gente, cuál es su experiencia personal?

--Son experiencias viajeras muy normales. No hay una barrera entre el mundo urbano y el rural. No creo que despierte curiosidad que alguien se interese, está todo muy normalizado. No es un trabajo de campo sistemático, incorporo mis experiencias. Lo que recojo en este Atlas sentimental son muchos viajes, algunos que tienen que ver con mi trabajo, soy un viajante de comercio, siempre estoy dando charlas, yendo por los pueblos. Lo que procuro es dejarme sorprender. Siempre voy con lecturas previas. Me interesa un sitio porque he leído algo sobre él. Uno de los capítulos del libro está dedicado al negrillo de Masueco, del que escribió Unamuno. Me interesaba mucho ese árbol. En zonas agrarias, donde hay personas muy mayores, quizá sí que tienes que hacer un esfuerzo por entender su mundo, por entrar en otros códigos. Pero, en general, España es un país bastante homogéneo. Nos llevamos los prejuicios de casa. No noto grandes diferencias. Nos relacionamos igual, tenemos los mismos temas de conversación, no hay barreras culturales en ese sentido.

--¿En otros países está mejor resuelta esa vertebración, esa integración del mundo rural en el Estado?

--Francia es probablemente el ejemplo en Europa, donde el campesinado ha sido tradicionalmente una fuerza política muy importante, que ha condicionado la estructura del Estado. Lo que decías antes de mantener el equilibrio entre identidad e integración en el Estado, Francia lo tiene. Hay un campo muy vivo, a pesar de que tienen muchos problemas. Francia está muy densamente poblada, más que España, pero hay una gran diferencia entre vivir en París que en pueblos pequeños. Y es un país muy centralista, pero tienen en cuenta toda esa población, mucho más integrada en el país. En ningún sitio de Francia te sientes fuera del país. Pero también se notan las presiones de la globalización y la decadencia de la cultura campesina, aunque no de forma tan dramática como en España

--¿En qué está trabajando? ¿Cuál es su nuevo proyecto?

--Estoy con un libro narrativo, una novela, que tiene que ver con la historia de España reciente, con una figura política muy importante. Estoy muy metido en ello.