Jóvenes de acampada en la plaza Universidad de Barcelona secundando la huelga / EFE

Jóvenes de acampada en la plaza Universidad de Barcelona secundando la huelga / EFE

Política

La producción de universitarios en España: ¿provocará un choque social?

Cataluña genera cada año más de 2.000 doctores, una élite que consigue con dificultad y al cabo de los años un puesto de trabajo inferior a lo esperado

23 noviembre, 2020 00:00

La población universitaria, y los doctores que cada año genera el sistema educativo, puede resultar un problema. Es una élite que logra con mucha dificultad acceder al mercado laboral, y que cuando lo consigue es en puestos de menor calidad y remuneración de lo esperado. Cataluña genera más de 2.000 doctores anuales, y el conjunto de España supera los 10.000. Se trata de un grupo que, como ocurre también en otros países occidentales, expresa un malestar creciente que ha sido el alimento de populismos de diferente signo. ¿Es el mundo al revés?

Lo ha teorizado Peter Turchin, un científico de la Universidad de Connecticut, al que se recurre ahora para explicar el malestar social. Hace diez años lo plasmó con un trabajo en la revista Nature, augurando una creciente inestabilidad en Estados Unidos y en Europa occidental. Y lo ha recogido The Economist para aseverar que, efectivamente, Turchin, con su disciplina de la “cliodinámica”, que utiliza modelos matemáticos para prever cambios históricos, puede estar en lo cierto.

La élite de la Pompeu Fabra

En Cataluña, ese malestar creciente se ha identificado en el último decenio con el proyecto independentista. Diferentes sondeos en los últimos años han mostrado que eran las clases más favorecidas las que apostaban con mayor interés por la independencia de Cataluña, con la idea de que con un Estado propio habría más oportunidades vitales y profesionales. Uno de los que mejor lo ha concretado es el economista Thomas Piketty. Y es la fórmula que señala Turchin. Una sociedad que genera élites, con buenos sistemas educativos, tendrá un problema si no le ofrece salidas de calidad. Es una cuestión de sobreproducción de universitarios y doctorados. En un momento de desigualdad económica creciente, la lucha es mayor por los mejores puestos laborales, y éstos son cada vez más escasos: en la administración, muy saturada ya, y en el mundo de las empresas. Eso está relacionado con los clérigos, la clase intelectual que se aprovecha para apuntalar un relato particular, como es el independentismo.

Lo que hace Turchin es interesarse por la lucha de clases pero, en lugar de centrarse como lo hizo Marx en la clase obrera, este académico presta su atención a las élites, porque son las que tienen una mayor capacidad para mostrar su malestar, se expresan con mayor claridad, y tienen más capacidad de influencia. No es una casualidad que las peticiones del independentismo de lograr un Estado propio para recaudar todos los impuestos en Cataluña y poner así un final al “déficit fiscal con España” haya partido de los mejores departamentos de Economía de las mejores universidades. Es el caso de la Universitat Pompeu Fabra, que produce la élite de mayor calidad en Cataluña y atrae a los mejores estudiantes en distintas materias del resto de España, y también europeos, y que tiene adalides de primera magnitud como el exconseller Andreu Mas-Colell o Jordi Galí.

Gráfico sobre las tesis doctorales / GOBIERNO DE ESPAÑA

Gráfico sobre las tesis doctorales / GOBIERNO DE ESPAÑA

Situaciones de precariedad

La población universitaria en España se acerca al 40%, entre los jóvenes de 25 a 35 años. Se trata de unos siete puntos por encima de la media de los países de la OCDE, y diez puntos más que un país como Alemania, que desde hace más de 100 años apostó por ser una sociedad de profesionales medios, con todo el apoyo para la formación profesional. Son modelos distintos, que se explican por razones históricas: por el anhelo en España de muchas familias de clase media y media-baja de subirse al ascensor social después de décadas de miseria con la dictadura franquista. Pero en momentos de crisis, y con ese ascensor encallado, la advertencia de Turchin aparece en primer plano.

Joaquín Prats, catedrático de Didáctica de las Ciencias Sociales de la UB, que ha dirigido tesis doctorales durante años y conoce bien el sistema educativo, señala que los doctorados eran algo dirigido para los catedráticos, y que el aumento enorme que han experimentado puede llevar ahora a un “menor reconocimiento”, con dificultades para entrar en el mercado laboral, con muchas situaciones de precariedad.

Los 25.000 abogados que sobran en EEUU

La Agència per a la Qualitat del Sistema Universitari (AQU) señala que los doctores en Cataluña entran en el mercado laboral al cabo de unos tres años, pero el 48% del total acaba sobrecualificado sobre el trabajo que consigue. Los que se insertan en el mundo de la empresa experimentan una mayor distancia respecto a sus expectativas, y uno de cada tres no realiza responsabilidades acordes con sus especializaciones.

El exconsejero de Economía Andreu Mas-Colell / EFE

El exconsejero de Economía Andreu Mas-Colell / EFE

Lo que Turchin señala es que llega un momento en el que esas élites, gracias a sistemas educativos que han posibilitado un mayor acceso a la población, no cooperan y luchan por el poder político y económico. Eso enlaza con la interpretación de los historiadores sobre distintos acontecimientos históricos, como las revoluciones de 1848, en las que fueron claves “los hombres muy formados”, como ha destacado The Economist. Lo mismo ocurrió con la revolución francesa en 1789, provocada no tanto por la pobreza como por la batalla entre una clase cualificada subempleada y el viejo régimen de los terratenientes hereditarios.

En ese análisis de Turchin aparecen algunos datos que dan pistas para saber lo que puede pasar en Cataluña o en el conjunto de España si no hay salida para esa población formada: Estados Unidos produce unos 25.000 abogados que “sobran”. Y el 30% de los graduados británicos están “sobreformados” en comparación con sus empleos.

Gestionar aburre en Cataluña

¿Se ha basado el independentismo en ese malestar de una clase media y media alta, con más estudios, para buscar una ruptura con España? Los datos de las diferentes encuestas así lo muestran, pero hay más factores.

Lo señala el ensayista Juan Claudio de Ramón, al considerar que las clases dirigentes catalanas se cansaron de gestionar y buscaron otros alicientes, aprovechando distintas palancas. Lo asevera a partir de una frase en los diarios de Azaña: “Esto del nacionalismo es como el dominó en Valladolid, fruto del aburrimiento provinciano”.

Según De Ramón, “lo decía del nacionalismo vasco y catalán de su época, con los que luego intentó entenderse. La frase es displicente y demasiado dura, pero tiene un punto de verdad: es un peligro que una clase dirigente se quede sin cosas por hacer, o sin más cosas que la mera gestión del día a día. Conforme la política se tecnifica o se protocoliza, los políticos se encuentran con menos cosas trascendentes que hacer. Y entonces se convencen de que hay necesidad de algo trascendente. El caso más claro es el del Estatut del 2006. ¿Qué necesidad real había? Ni en su versión original ni tras su limado aportaba ni aporta ni un adarme de bienestar material adicional a la sociedad catalana. Se hizo porque el catalanismo se aburría. Y nos metió a todos en este berenjenal”.

Juan Claudio de Ramón, diplomático español, autor de 'Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña' /CG

Juan Claudio de Ramón, diplomático español, autor de 'Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña' /CG

El asunto, en todo caso, se puede generalizar. Una élite que pide salidas para que se acomode su formación al mercado laboral y unos dirigentes que se han quedado sin capacidad de maniobra. Juan Claudio de Ramón insiste: “Si hemos de ser justos, ese aburrimiento también puede producirse en el ámbito de los Estados, sobre todo los europeos. Conforme las decisiones fiscales y monetarias se han ido desplazando a Bruselas, las élites nacionales de los países se han ido quedando con la parte más teatral de la política, la más vacía y rimbombante: se obsesionan con cambios de régimen o cambios constitucionales o proyectos meramente ideológicos o retóricos que no repercuten en el bienestar de nadie y polarizan a la población. En definitiva, los políticos se convierten en una fuente de problemas y no de soluciones. Eso lo explica muy bien Ivan Krastev cuando observa que Europa se ha convertido en ‘políticas sin políticos’ y las capitales nacionales en políticos sin políticas. De ahí la impresión que tienen los que van a Bruselas de que allí se consigue sacar adelante trabajo serio y útil y de que vuelta en el país todo es ruido y bronca y decadencia de la política".

Todo preparado, a menos que esos mismos dirigentes tomen conciencia del problema, para choques sociales, en la medida en que la crisis económica se agrave.