El conseller de Interior, Miquel Buch, en su despacho / EP

El conseller de Interior, Miquel Buch, en su despacho / EP

Política

El Govern se queda solo con el relato de los 1,714 millones de mascarillas

El 'conseller' Buch desliza que el Gobierno eligió con segundas la cifra de cubrebocas que ha enviado a Cataluña, porque coincide con una fecha "nefasta para los catalanes"

14 abril, 2020 00:00

El Govern se queda solo con el relato de que los 1,714 millones de mascarillas que el Ministerio del Interior ha enviado a Cataluña son una provocación para con la región, porque ese número le recuerda a una fecha "nefasta para los catalanes, todos ellos", en palabras del conseller de Interior, Miquel Buch. Se refiere al año 1714, el fin de la guerra de sucesión, la capitulación de Barcelona ante las tropas de Felipe V, y la consiguiente pérdida de autogobierno del Principado.

La oposición en pleno salió ayer al paso para responder a Buch. Desde Alejandro Fernández (PPC) hasta Lorena Roldán (Cs), pasando por Inés Arrimadas (Cs), Ada Colau (comuns)Ramon Espadaler (Units) e Ignacio Garriga (Vox), sin olvidar a Gabriel Rufián (ERC), que comparó las palabras del conseller con un gag del programa de sátira política Polònia. Pero la realidad, una vez más, supera a la ficción. El Gobierno ni siquiera entró en la polémica: "Estamos en lo importante".

"Fechas nefastas para los catalanes"

El independentismo radical comenzó a construir el relato el domingo, cuando se conoció que el Gobierno había preparado una partida de 1.714.000 mascarillas para Cataluña en esta lucha global contra el coronavirus. Los medios subvencionados por la Generalitat pronto vieron en ese 1,714 una provocación, y abrazaron esta versión algunos líderes políticos y otros tantos fanáticos.

En este contexto apareció Buch el Lunes de Pascua para decir que "aquel año (1714) simboliza una cifra nefasta para los catalanes". Y añadió: "No aceptaremos que se juegue con la historia de nuestros ciudadanos, igual que no aceptaríamos que se repartieran 1,939 millones de mascarillas", número que le recuerda al fin de la Guerra Civil, con la caída de Barcelona a manos de las tropas franquistas.

Miquel Buch, durante la rueda de prensa / GOVERN.CAT

Los fieles a la causa

Entre quienes apoyaron este discurso aparecen personajes muy conocidos por su activismo durante los años del procés, como el líder de los mossos independentistas, Albert Donaire, y los tuiteros Mark Serra y Cristina Gallifantes. Pero también el director de comunicación de la Generalitat, Jaume Clotet; el expresidente Carles Puigdemont desde Waterloo, y los consellers Jordi Puigneró y Damià Calvet. "Parece una broma de mal gusto", "tendrían que haberse dado cuenta de que es una cifra muy caprichosa y despierta sentimientos", dijo este último anoche en una entrevista en TV3.

A pesar de todo, el Govern y sus ramificaciones han cometido otros deslices con la gestión del coronavirus en general, con numerosos vaivenes hasta que estalló la crisis, y de las mascarillas en particular. Sin ir más lejos, el alcalde de Igualada (Barcelona), Marc Castells, acusó al Gobierno de haberse incautado de 4.000 cubrebocas destinados a una de las zonas más afectadas por el virus. Nunca pudo demostrarlo y, en cuanto pudo, escurrió el bulto, como detalló este medio.

Lío con las farmacias

También está el lío de las farmacias: el Ejecutivo autonómico prometió que estos comercios dispondrían de 14 millones de mascarillas este martes, pero días después tuvo que recular, porque ni disponía de tantas unidades ni mucho menos en la fecha anunciada, que se retrasó una semana.

Todo ello, sin olvidar que la Generalitat repartía estos elementos de protección por medio de una empresa opaca y de que el mismo Departamento de Salud, dirigido por Alba Vergés, entorpecía la distribución mientras culpaba a Madrid de las demoras.

El amarillo para cerrar el círculo

Pero las críticas del Govern al Gobierno por algunas acciones para frenar el coronavirus comenzaron incluso antes de si las medidas del estado de alarma eran o no suficientes. El Ejecutivo lanzó la campaña "Este virus lo paramos unidos" al inicio de la pandemia y la Generalitat se revolvió. Por dos motivos. Primero, por la palabra "unidos". Segundo, tal y como destacó la consellera Àngels Chacón, porque la palabra virus estaba en amarillo. Así, el nacionalismo catalán vendió, sin demasiado recorrido, que ese mensaje escondía un doble sentido dirigido no solo al SARS-CoV-2, sino también al desafío independentista.

Es cierto que el independentismo ha adoptado el amarillo como símbolo con el que identificar a los políticos presos y condenados por el procés. Y también es cierto que la elección de ese color tiene diversas teorías. Entre ellas, según algunos historiadores, está el vínculo con la guerra de sucesión (de nuevo, para cerrar el círculo), cuando ese color estaba asociado al archiduque Carlos de Austria (que contaba con el apoyo de los representantes del Principado de Cataluña, que se alinearon con él creyendo que ganaría la guerra), mientras el Borbón Felipe V (que ganó el conflicto bélico y suprimió el autogobierno catalán) estaba ligado con el azul. El 11 de septiembre, la Diada conmemora el asalto final sobre Barcelona.