Hoy hace justo dos años, Cataluña vivió uno de los días más graves y convulsos de su historia política contemporánea. El 27 de octubre de 2017, el bloque de diputados nacionalistas en el Parlament (Junts Pel Sí y la CUP) hicieron valer su mayoría en la Cámara --no así en votos, pues en las elecciones de 2015 apenas obtuvieron el 47% de los sufragios-- para imponer el resultado del referéndum ilegal del 1-O y aprobar la Declaración Unilateral de Independencia (DUI). Una resolución y un proceso que han acabado derivando en condenas de prisión para algunos de sus principales responsables --otros huyeron--, y cuyas consecuencias todavía está pagando toda la ciudadanía catalana a día de hoy.
Entre los más entusiastas defensores de la DUI en aquellas fechas --en contraste con el desasosiego que dicha resolución, no publicada finalmente en el Diari Oficial de la Generalitat de Cataluña (DOGC), causó en buena parte de los catalanes-- figuraba Quim Torra, un editor que en 2015 había sido presidente de Òmnium Cultural y de quien, por entonces, nadie podía imaginar que llegaría a presidente de la Generalitat.
El ahora máximo mandatario del Gobierno catalán celebró por todo lo alto la declaración de independencia, como puede apreciarse en sus artículos y vehementes comentarios de sus redes sociales, en los que pasó de la euforia más absoluta por el advenimiento de la supuesta “república catalana” que se anunciaba a la frustración por la aplicación del artículo 155 de la Constitución, el cese del Govern y la convocatoria de nuevas elecciones autonómicas.
"Que repiquen las campanas"
“Nace una República. La libertad es una fiesta mayor. Que repiquen las campanas y que la tierra se llene de alegría”, escribía Torra en el diario El Punt Avui, en un texto escrito justo el día antes del 27-O.
Su alivio por dejar de ser --o eso creía-- ciudadano español se traducía en Twitter en reflexiones como estas: “De una tacada nos hemos sacado de encima al Rey, al Gobierno, el Congreso y el Senado, el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, la Fiscalía, el Tribunal de Cuentas, Hacienda...”. Y también a hacer llamamientos a “defender la República”.
Pero la alegría le duró muy poco, puesto que su anhelado sueño se esfumó enseguida. El cese casi inmediato del entonces presidente Carles Puigdemont --que se dio a la fuga horas después-- y de su gobierno en pleno, así como la convocatoria de nuevas autonómicas para el 21 de diciembre por orden del Ejecutivo español presidido por Mariano Rajoy, dio paso a su enfado. Lo cual sacó a relucir su vena más airada, con mensajes en sus redes sociales que, en cierta medida, recordaban algunos de sus tuits y artículos hispanófobos, supremacistas y xenófobos del pasado.
"Gobiernos extranjeros" y "país vecino"
Primero, dando apoyo a la reacción de entidades independentistas: “¡Qué grande, Agustín Alcoberro!”, aplaudía Torra, en alusión al en aquella época presidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), entidad que, en un breve mensaje de Twitter, replicó a las medidas de Rajoy diciendo que la ANC “no tiene por costumbre comentar la política de Gobiernos extranjeros”.
Torra pasaba de la perplejidad --”si la República Catalana ha sido proclamada, es imposible que el Reino de España haya destituido a nadie”-- a las reclamaciones más delirantes, como pedir que “ahora debería salir el presidente Puigdemont y cesar al presidente Rajoy del Gobierno de España y convocar elecciones en el Reino de España”. “El presidente de Cataluña no lo cambia el presidente de España. Y punto”, zanjaba, refiriéndose a España como "país vecino".
Críticas a Colau y otros líderes no independentistas
A lo largo de la jornada, Torra no escatimó críticas hacia políticos que consideraba ajenos al independentismo. Como por ejemplo la alcaldesa Ada Colau, a la que reclamaba que cambiara el nombre de la calle “Príncipe de Asturias” --deseo cumplido, pues ahora se llama "Riera de Cassoles"--, y de la que indirectamente renegaba apuntando que él se sentía representado por la de Badalona, la independentista Dolors Sabater, a la que sí consideraba “alcaldesa de la capital de Cataluña”.
Y de ahí a criticar a otros detractores de la DUI por su oposición en el Parlament o en los medios de comunicación. Fue el caso, por ejemplo, del diputado del PP Alejandro Fernández, de quien sugería que se le contratara “para un programa de humor semanal”. Y también de Laia Bonet, actualmente concejal del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, de quien se quejaba de que saliera en TV3 --”¿pero cuántas horas lleva?"-- se preguntaba, irritado.
Boicots y "escenarios gandhianos"
Tras un misterioso silencio el día siguiente --fecha en la que se sospecha que se fugó Puigdemont--, Torra volvió a la carga dos días después, el domingo 29 de octubre. Desde ese momento, su objetivo pasó a ser reclamar el boicot al Gobierno español, acatando a regañadientes las elecciones, que consideraba “ilegales”, con el objetivo de desestabilizarlo en el Congreso. Curiosamente, la misma estrategia que, a día de hoy, mantiene su partido: Junts Per Catalunya.
“Somos República Catalana y no avalo las elecciones convocadas por España. Pero puedo convertirlas en un arma para defender la República y bloquear el 155”, decía. ¿Y cómo conseguir dicho objetivo? Según él, renunciando por completo a facilitar cualquier forma de gobierno, participando “no para escoger nada, sino para obstruirlo todo”. Sus propuestas eran, básicamente, tres: “Defender la República proclamada, su Govern y Parlament; boicotear al Estado; y boicotear todo nombramiento de presidente de la Generalitat”, además de exigir la puesta en libertad de los líderes de la ANC y Òmnium, que estaban en prisión preventiva.
La radicalidad de Torra le llevaba también a descalificar la postura de otros dirigentes políticos, como la “deslealtad” del postconvergente Santi Vila “a sus excompañeros de Gobierno y sus votantes” por no respaldar la DUI; o, sobre todo, al socialista José Montilla, de quien decía que se le deberían “retirar los honores de la expresidencia” de la Generalitat, a raíz de su “comentario miserable” en un programa de TV3. ¿Su pecado? Haber dicho que “ojalá el gobierno de Rajoy no tenga que reactivar después de las elecciones el 155”.
Además del boicot al Gobierno español, materializado en los últimos meses en decisiones como el rechazo parlamentario de JxCat a los Presupuestos Generales del Estado o a la investidura de Pedro Sánchez, que ha acabado derivando en una repetición electoral, Torra ya planteaba en aquellos días otros planes de la hoja de ruta postconvergente, que se han visualizado en las protestas independentistas de los últimos días: “Todo será siempre en vano hasta que no enfrentemos el conflicto abiertamente y colectivamente. ¿Dónde están los escenarios gandhianos que necesitamos?”, planteaba. Sus deseos de entonces han acabado hechos, al parecer, realidad: la semana pasada, el presidente de la Generalitat de Cataluña participaba en la marcha a pie hacia Barcelona organizada por las principales asociaciones independentistas contra la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes del procés.