Rafa Latorre en la entrevista con Crónica Global / CG

Rafa Latorre en la entrevista con Crónica Global / CG

Política

Latorre: "Artadi no estuvo dispuesta a jugarse su patrimonio por la causa"

El periodista relata en su libro cómo Bermúdez de Castro, responsable de aplicar el artículo 155 en Cataluña, explicó que la portavoz del Govern fue la más obediente y diligente con Rajoy

29 noviembre, 2018 00:00

Rafa Latorre (Pontevedra, 1981) es periodista y columnista de El Mundo. Acaba de publicar el libro Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido (Esfera de los libros), sobre el procés independentista promovido por los sucesivos gobiernos nacionalistas. Latorre rechaza en su obra cualquier tentación equidistante --que no de ecuanimidad-- que exima de responsabilidades a quienes "han violado la ley" o los asimile a quienes cumplieron con la legalidad, pese a que estos últimos pudieran mostrar más o menos destreza política para afrontar el desafío secesionista. Esta responsabilidad de los dirigentes la extiende a los votantes y, por esta razón, considera que el discurso del Rey el 3 de octubre de 2017 fue la primera vez que alguien se dirigía a los catalanes "como adultos después de que los hubieran infantilizado durante años".

Rafa Latorre en El Mundo, de donde es columnista / EL MUNDO

Rafa Latorre en El Mundo, de donde es columnista / EL MUNDO

Rafa Latorre en El Mundo, de donde es columnista / EL MUNDO

--Pregunta. ¿Hasta qué punto cree que lo que sucede en Cataluña es corresponsabilidad de lo que usted llama “tercerismo” por haber presentado el desafío nacionalista como un “choque de trenes”?

--Respuesta. La responsabilidad esencial la tienen  quienes han violado la ley. De eso no hay ninguna duda. Siempre se ha intentado equiparar la responsabilidad de la dejación del Estado en lo ocurrido con aquellos que mintieron a los catalanes y les vendieron un producto totalmente averiado y que, además, les exigía violar la ley, pero eso no es cierto. Sin embargo, sí que hay una responsabilidad en el tercerismo también. Sirvió para legitimar de alguna manera unas posiciones basadas en la exclusión y desarmar el aparato argumentativo de la defensa del Estado.

--En su libro relata que hasta que no llegó a Cataluña no vio que lo que pasaba también se explicaba por un sentido casi religioso, no solo de agravio económico. Pero, por otro lado, explica que la gente tuvo mucho miedo durante los meses más críticos. ¿Hay también una parte muy grande de frivolidad?

--Hay una parte enorme de frivolidad. Me abono a la tesis de Arcadi Espada de que hay una fracción de catalanes que se alegraron de que el Estado frenara el golpe a pesar de que ellos habían contribuido con su voto y con su aliento a que se produjera. Piensa en todas las empresas que se marcharon de Cataluña y trasladaron su sede. Además, seguro que algunos de sus directivos estaban perfectamente animados y movilizados con la independencia. Por lo tanto hay un punto de frivolidad enorme. De hecho, a mí me molesta mucho ese discurso que trata de exonerar de responsabilidad a la ciudadanía. La gente ha de saber que es dueña de su discurso y que su voto se traduce en unas determinadas políticas, y que si apuesta por una vía, las consecuencias pueden ser dramáticas. Una parte de Cataluña apostó por una vía que conducía a un destino trágico de una manera absolutamente gozosa.

--En este sentido, también dice que el rey Felipe fue el primero en tratar a los catalanes como adultos.

--La condescendencia con la que siempre se ha tratado al nacionalismo es una infantilización por parte de los partidos tradicionales. El Rey por fin les habló como ciudadanos de pleno derecho y de plenas facultades, y eso es muy importante. Como ciudadanos maduros capaces de asumir las consecuencias de sus actos. Les advirtió de lo que suponían los objetivos del Gobierno que en ese momento estaba en la Generalitat, les advirtió del empobrecimiento para su comunidad y la responsabilidad de cada uno de los ciudadanos al apoyar una determinada política. Efectivamente, creo que los más contrarios al discurso del Rey deberían sentirse agradecidos porque se dirigió a ellos como adultos después de que los hayan infantilizado durante años con un discurso condescendiente.

'Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido', de Rafa Latorre

'Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido', de Rafa Latorre

'Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido', de Rafa Latorre

--Salvando las distancias, ¿cree que lo que pasó con Puigdemont en Alemania es parte de lo que ocurrió con Pere Bescompte, miembro de Terra Lliure que disparó al periodista Federico Jiménez Losantos y luego, en Francia, era un hombre libre?

--Creo que hay también una parte de frivolidad en Europa. Eso es innegable. No es lo mismo enfrentarse a un golpe secesionista en tus propias fronteras que advertirlo en la lejanía. Uno se deja seducir por los cantos de sirena de la épica callejera y de la rebeldía con más facilidad si se produce en el extranjero. También es verdad que el Estado con su tardía respuesta favoreció una ficción. Entiendo que una parte de la opinión pública europea se preguntase que si el delito era tan flagrante por qué no se produjo una reacción inmediata. No haber reaccionado los días 6 y 7 de septiembre desarboló los argumentos de defensa que podría tener ante un tribunal extranjero el Estado español.

--En su libro también habla de tres eurodiputadas (Maite Pagazurtundua, Beatriz Becerra y Teresa G. Barbat) que han hecho más que el Gobierno y el Estado para combatir el discurso nacionalista en Europa.

--Por parte del Gobierno es verdad que adoptó una solución inédita, destituir a todo el Govern. Yo asumo esta crítica que se me puede hacer y que es completamente legítima que es que uno siempre mira el pasado con la superioridad de lo vivido. Había un miedo enorme a lo desconocido: nadie sabía cómo iban a reaccionar los Mossos d’Esquadra, por ejemplo. Hay que ponerse en estos días para ver hasta qué punto era incierto el camino que estaba tomando el Gobierno. Luego, hubo gente que consiguió vertebrarse por fin en torno a un proyecto de defensa del Estado democrático. Al igual que hubo gente que puso su prestigio al servicio de una causa infame, hubo gente que puso su prestigio para los más elevados fines. Ahora que se hace un discurso tan antipolítico hay que destacar el papel que han jugado algunos muy destacados como los que cito en el libro.

--También da una lectura positiva de la “judicialización” del 'procés'. Algo muy original.

--Es una cosa verdaderamente absurda. Evidentemente, en España hay separación de poderes y los jueces tienen que inmiscuirse en la política cuando la política rebasa la ley. No hay más. Pretender apartar a los jueces de cualquier tipo de actividad política es la consagración de la casta más burda y perfecta.

Foto del periodista Rafa Latorre

Foto del periodista Rafa Latorre

Foto del periodista Rafa Latorre

--Se muestra muy crítico con el papel de la prensa internacional. Dice que hubo más Hemingways que Orwells. ¿Pero no cree que también fue por la renuncia del Gobierno de hablar con la prensa?

--Sí, pero hay una irresponsabilidad innegable en cada uno de los periodistas que se tragó las trolas del nacionalismo. Hay también ejemplos de lo contrario. Hay el ejemplo de extraordinarios corresponsables que trabajaron sobre el terreno, como la de Le Monde, Sandrine Morel, y que no se dejaron seducir por ese discurso disparatado. También Liberátion publicó unas tribunas verdaderamente excepcionales, hubo periódicos alemanes que se enfrentaron al discurso nacionalista con argumentos contundentes… Lo que pasa es que la mayoría de periodistas que llegaron aquí se dejaron seducir y creyeron estar viendo la revolución española que la historia les había negado. Yo entiendo que esto es muy atractivo frente al prosaísmo de la ley.

--Sobre el papel de Elsa Artadi. La representa casi como una 'botiflera' con la causa secesionista porque fue la que más cumplió durante la intervención de la autonomía.

--Es verdad que lo del 155 demostró, como lo definió Daniel Gascón, que el procés era la “rebelión de los obedientes”. Ellos estaban dispuestos a llegar lo más lejos como les permitieran llegar sin asumir consecuencias personales. Algunos. Otros no. Oriol Junqueras ha asumido las consecuencias derivadas de sus actos. Es cualquier cosa menos un cobarde. Sin embargo, hubo una parte del funcionariado que sabía que se estaba jugando mucho y que no estaba dispuesta a asumir las consecuencias. Un buen ejemplo es Elsa Artadi, no estuvo dispuesta a poner su patrimonio en juego por la causa secesionista.

--¿Y Ferran López [sustituto de Josep Lluís Trapero al frente de los Mossos?

--La autoridad encargada de aplicar el 155, Bermúdez de Castro, habla muy bien de Ferran López. El funcionario se encuentra en el peor lugar posible, entre dos legitimidades que quieren imponerse y que tratan de utilizarle a él para imponerse. Por lo tanto, es una situación complicadísima. El caso de Artadi es completamente distinto. Porque Artadi milita en la independencia. Ferran López fue un hombre que se encontró en el peor lugar posible para ser funcionario.

--Lo que se desprende en su libro es que la verdad no está en el punto medio. Que la culpa solo ha sido de una parte, los nacionalistas. Pero, ¿el Estado no ha hecho nada mal? Por ejemplo, ¿la prisión preventiva?

--Puigdemont se hizo una fotografía con cinco requerimientos del Tribunal Constitucional. La colgó orgullosamente en Instagram. Ellos estaban perfectamente al corriente de cuáles serían las consecuencias penales si cumplían sus amenazas. La prisión preventiva puede ser elevada, pero hablemos de toda la prisión preventiva. No se les está imponiendo a un régimen excepcional. Es que ellos se enfrentan a unas penas muy elevadas y ante penas tan elevadas lo normal es aplicar una prisión preventiva, máxime cuando algunos de los que debían ser procesados huyeron. Y es más, desde que están en Cataluña, Junqueras dispone de unos privilegios en la cárcel de los que no dispone ningún otro preso. En España no se hacen distingos entre políticos presos y presos comunes. Precisamente porque es una democracia se entiende que los políticos han de asumir las consecuencias de sus actos de la misma manera que cualquier otro ciudadano.