Política

Voto del miedo, voto de castigo y el Partido de los Inocentes

El "cliente" perfecto de Podemos no cree en la política pero está dispuesto a votar a un "politólogo", que es al político lo que un mejillón cebra a uno de roca; de mal en peor. ¿O de perdidos al río?

28 diciembre, 2014 14:53

Solo el duende de un pueblo puede transformar una matanza de criaturas en un día de chanzas. El genius loci bellotero. La gente escuchaba: "En Ramá se oyeron voces, llantos y alaridos. Raquel llora sus hijos sin querer consolarse, porque ya no existen". Y salían de misa para darse bastonazos en plan "haber elegido muerte". Reseco, renegrido y roñoso, el común propende a lo cafre, como muestran las cartas de los soldados de Napoleón que sobrevivieron a la francesada (la Guerra de la Independencia). Al no ser abundantes los recursos naturales se ha desarrollado toda una práctica sobre las teóricas formas de hacer el mayor daño posible con el mínimo de pólvora disponible. Esta impronta vertebra tanto a El Empecinado como al Timbaler del Bruc y es la base de la variada gastronomía regional del gato por liebre y las sopas de ajo.

Sobre eso se cuenta que los obreros españoles en la Alemania de los sesenta eran apreciados y requeridos por sus jefes cada vez que se estropeaba una de sus afamadas máquinas al objeto de que las arreglasen; dado su ingenio vivo para la improvisación, la adaptación a la ausencia total de herramientas y recambios y ese punto de supina y temeraria ignorancia que convierte a algunos de nuestros paisanos en auténticos pioneros. Dos artefactos tan sorprendentes como los helicópteros y los submarinos se deben a esa clase de inventiva inaudita, al autogiro o girocóptero de Juan de la Cierva, al sumergible tripulado de Narcís Monturiol y al submarino torpedero de Isaac Peral. Poca broma.

Hoy es el día, empero, del muñeco de papel en la espalda, viva representación del hombre humillado, del derrotado congénito, del tipo sometido, encorvado y afligido. Cuidado con ese individuo, el cliente perfecto de Podemos. En este país, España, con sus 17 Comunidades y 2 ciudades autónomas, se inventó el bipartidismo. Fue Goya con 'El duelo a garrotazos' de las Pinturas Negras.

Ahora no es tanto una cuestión de izquierda y derecha. Ni siquiera en Barcelona se mantiene el eje Cataluña-España. Se trata, más bien, de optar entre el voto del miedo y el voto de castigo. O se es de Lagartijo o se es de Frascuelo y eso es así desde antes de la matanza de Atapuerca. Ya casi ni se contempla la posibilidad de que Podemos se quede en pudimos, algo que debiera tenerse en cuenta dadas las veleidades propias del paisanaje, compatibles con la solidez de las viejas querencias. Podemos es un problema para Rajoy, pero una emegencia absoluta para Sánchez, Susana Díaz, el nacionalismo catalán y hasta para Ciudadanos y UPyD.

Al derrengado que lleva el muñeco en la espalda de su viejo abrigo le importa un bledo que Iglesias tenga una dacha en el bosque o que Errejón sea de la casta universitaria. Lo que ve es la estupefacción en la cara de los políticos y la posibilidad de convertir su voto en un corte de mangas al sistema que le ha dejado tirado. Ahí hay más votantes de centro izquierda y hasta de centro derecha que okupas, como se pudo comprobar en su mitin de hace una semana en Barcelona. Clase media con el agua al cuello, gente sin nada más que perder.

Los arriólogos preciden que el PP recuperará voto ante el temor que suscita la retórica de Pablo Iglesias, al que le falta un minuto para creerse Julio Iglesias, tal es el ardor de su 'fan zone'. A nadie le cabe la más mínima duda de que si los dirigentes de Podemos llegan a La Moncloa España se mete de cabeza en un carajal de proporciones dantescas, lo que alienta las expectativas del voto del miedo, que recogería el PP si se verifica la recuperación anunciada por Rajoy.

En este belén, Podemos es el Partido de los Santos Inocentes, pero no porque sus miembros estén libres de pecado, sino por el tocomocho en el que pueden caer sus teóricos millones de votantes, uno de cuyos nexos de unión podría ser el asco que les dan los políticos o, si se prefiere, la convicción de que los políticos son intrínsecamente malos, desde el orden moral al práctico. Eso mismo lo piensa también mucha gente de la que vota al PP, al PSOE, a CiU o a ERC en aplicación de la teoría del mal menor. El caso es que el tipo del muñeco en la espalda que desconfía de la política pretende votar a unos individuos que se definen como "politólogos", cosa que está entre sofista, curandero y astrólogo en el índice de profesiones y estudios esotéricos.

¿Qué es un politólogo? ¿Un licenciado o un doctor en ciencias políticas? Hace treinta años con tres cursos de periodismo se pasaba directamente a cuarto y quinto de ciencias políticas, que se podían estudiar en nueve meses a razón de dos tardes por semana. Y si eso era así hace tres décadas, lo de ahora debe ser para echarse a temblar. Ahí es donde el hombre harto de estar harto puede ser doblemente burlado. Por los políticos y por los politólogos, una subespecie de políticos que serían algo así como lo que el mejillón cebra a los músculos de roca. Sólo se entiende si se habla el inglés del "from the lost, to the river".