Presentación oficial de Federalistes d'Esquerres en el Ateneo Barcelonés, en septiembre de 2013

Presentación oficial de Federalistes d'Esquerres en el Ateneo Barcelonés, en septiembre de 2013

Política

El anuncio de algo nuevo

Federalistes d'Esquerres nace con un objetivo: mostrar que ni en Cataluña todo el mundo es independentista ni en el resto de España hay sólo centralistas irredimibles.

26 septiembre, 2013 09:59

Las tres salas del Ateneo Barcelonés habilitadas para la ocasión no fueron suficientes para dar cabida al medio millar largo de personas que ayer asistieron a la mesa redonda convocada por Federalistes d'Esquerres.

El acto tenía dos objetivos: servir de presentación oficial de la nueva entidad y mostrar que ni en Cataluña todo el mundo es independentista ni en el resto de España hay sólo centralistas irredimibles.

Tras dos horas largas de intervenciones, la gente se resistía a irse a casa. El vestíbulo del histórico edificio, el bar, los aledaños del centro estaban llenos de corrillos formados por los asistentes. Paladeaban la sensación de saber que su soledad no era real. La soledad a la que viven sometidos desde que el discurso nacional-independentista se hizo hegemónico en una parte de Cataluña.

Algunas de las personas que intervinieron en el acto aludieron a esa sensación. "O eres independentista o no existes", había dicho Montse Pareja. Poco antes, Antoni Sitges había reivindicado el LSD (L de lucidez, S de sinceridad, D de decencia), virtudes aprendidas de los textos de Orwell, Machado, Aranguren.

Los asistentes percibían que la realidad era otra que la presentada por los medios de comunicación de financiación pública, partiendo de una afirmación de Manuel Cruz: la realidad incluye su percepción, pero esta puede ser inducida. Eso lo dijo al principio. Al final, enlazando, señaló: "Nadie dice que la gente sea tonta y se deje adoctrinar por los medios, pero conviene no entontecer a quienes ya tienen propensión a ello".

Los medios, los periodistas, la visión uniforme de España y Cataluña se llevaron algunas críticas. Todos, porque, como dijo José Antonio Zarzalejos, ponente invitado llegado del otro lado del Ebro, los gobiernos no paran mientes en dar dinero a cambio de elogios, con alusión especial a Esperanza Aguirre que las daba "a manos llenas".

Críticas al inmovilismo del Gobierno

El momento más divertido lo protagonizó la escritora Carme Riera cuando explicó que, cuando preguntaba quién era Mercè Rodoreda, la respuesta más frecuente es que se trata de "la mujer de Jordi Pujol". Pero la sesión no fue de chistes. No es que fuera un peñazo, pero la gente se había reunido allí para transmitir un mensaje: hay que hablar. De hecho, el lema de la sesión era, precisamente, "hablemos".

Los ponentes insistieron en que hay caldo federal, en que las encuestas lo señalan, en que la solución federal es mucho más adecuada que la independentista, en que la contraposición entre Cataluña y España es una falsedad, en que el silencio inmovilista del Gobierno del PP es tan nefasto como el camino hacia no se sabe dónde de Artur Mas.

El público echó en falta que se hablara más de la relación entre la crisis económica y el auge del nacionalismo. Aludieron a ello todos los ponentes, especialmente Joan Botella, pero el público quería más. Pedía que se dijera, como había hecho Montse Pareja, que lo que se buscaba no es una sociedad independiente, sino una sociedad justa.

En un acto entregado al racionalismo frente al emotivismo nacionalista, los aplausos hicieron escasas apariciones. Pero en alguna ocasión, el público se soltó el pelo y aplaudió una frase redonda. Así, cuando Zarzalejos citó a Ortega contra Mariano Rajoy: "Cuando la realidad es ignorada, prepara su venganza". O celebró una cita de un cuento de Borges hecha por Joan Botella: “En el centro de Europa hay una conjura: un grupo de hombres han decidido ser razonables”.

Y, al final, un recordatorio: aquello era el principio de un camino hacia el diálogo. Por eso, seguramente, la gente salió y se resistió a irse a casa, prefirió seguir dialogando en la puerta del edificio. Recordaban, quizás el verso de Celaya: "A la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo". Tan nuevo como la voluntad del diálogo del viejo federalismo.