La expresión victoria pírrica se acostumbra a emplear en el ámbito deportivo --casi siempre mal utilizada--, pero también se puede usar para hablar de política. Es más, se puede aplicar ahora mismo a Pablo Casado, todavía presidente del PP.

Por desgracia, es habitual hablar de victoria pírrica --referente a Pirro de Epiro y a la batalla de Heraclea; corrió mucha sangre para nada-- cuando un equipo vence a otro por la mínima. Y digo por desgracia porque se emplea mal en esos términos. Una victoria pírrica es, en realidad, aquella en la que el ganador obtiene el triunfo a costa de grandes pérdidas o daños colaterales; es decir, cuando pierde más que gana. 

A la vista de los acontecimientos, este tipo de victoria fue la que obtuvo Pablo Casado en 2018, cuando se impuso a Soraya Sáenz de Santamaría y se convirtió en el presidente del PP tras la abrupta salida de Mariano Rajoy. Se las prometía muy felices el palentino, que parecía llevar aire renovado a un PP muy tocado tras la moción de censura que ganó Pedro Sánchez, pero, desde entonces, la oposición de la formación conservadora se ha diluido mientras crecía la extrema derecha de Vox, que Casado ha sido incapaz de gestionar porque nunca ha sabido si imitar a Santiago Abascal o alejarse de él. El bandazo es lo que mejor define su gestión.

Pero hay más. El paso de Casado por la primera línea del PP ha sido más bien discreto y lleno de controversias. En estos ni siquiera cuatro años al frente del partido pocos pasos positivos se le recuerdan. Comenzó su andadura con el caso máster; siguió con descalificaciones a Sánchez, desde “traidor” a “felón” --se agradece su léxico rico--, continuó con el anuncio de venta de la sede, Génova, 13, para pasar página de la corrupción que afecta al PP --como a tantos otros, desgraciadamente--; metió la pata en la campaña del catalán Alejandro Fernández para el 14F al cuestionar las cargas del 1-O y, como colofón, el caso Ayuso. No se puede gestionar peor.

Sobre Ayuso y su hermano hay que esperar a lo que digan las indagaciones, pero hay que decir en su descargo --aunque no parezca muy ético a priori-- que, en esos momentos de la pandemia, había que conseguir material a cualquier precio y se hizo la vista gorda con muchos contratos. Solo hay que ver lo que investiga Antifraude acerca de un contrato millonario (¡35 millones de euros!) que firmó Salut en marzo del 2020 para comprar mascarillas en China con una empresa sin experiencia previa en el sector, Basic Devices. En todo caso, parece evidente que, venga de donde venga la información sobre la remuneración de Tomás Díaz Ayuso, es un ataque contra la presidenta madrileña, un incómodo valor en alza en el PP que, pese a todo, puede caer también en esta crisis, bien que no lo parece por ahora.

Asimismo, el espectáculo del PP en los últimos días es digno de estudio. Bandazos y más bandazos de Casado y su séquito, con el expediente a Ayuso y su retirada, con una imagen de fragilidad tremenda y una cascada de dimisiones. Por no hablar de los mariachis. Se está quedando solo y difícilmente podrá remontar. Él no es el ave fénix Pedro Sánchez. Ni el partido ni el país merecen una oposición tan endeble. Lo dicho, en 2018, Casado obtuvo una victoria pírrica.