El coronavirus de Wuhan marcará un antes y un después en todo el planeta. A priori esta nueva concepción del mundo no es ni mejor ni peor, sino diferente. Vienen unos meses complicados en términos económicos, también sociales, pero este caos supone una oportunidad para reordenar y mejorar muchas cosas que se están haciendo muy mal. La sensación es que la situación se nos ha ido a todos de las manos.
Del coronavirus poco se sabe, más allá de que esta cepa la han bautizado como Covid-19 (coronavirus disease 2019). La única certeza es que es muy contagioso. Por lo demás, rumores, especulaciones y temores infundados. Porque, leyendo un poco, nadie conoce los orígenes de los coronavirus, aunque la versión más extendida es que los transmiten los animales a los humanos. Tampoco está claro que el Covid-19 comenzase su colonización en un mercado de Wuhan, zona de laboratorios, por cierto.
A partir de aquí, improvisación, a pesar de que, al parecer, y siempre casualmente, Estados Unidos simuló una pandemia ante representantes políticos y económicos de todo el mundo semanas antes de que estallara la crisis del Covid-19. La idea era ver cómo deberían actuar los países con base en las experiencias de brotes anteriores y, a decir verdad, prestaron poca atención a la presentación, como se puede apreciar.
Hay quien lo compara con una gripe, por los síntomas, y quien protesta por estas comparaciones, porque parecen querer quitarle importancia al virus cuando, en realidad, la gripe común afecta a miles de personas cada año y acaba con la vida de cientos de ciudadanos. Digo yo que la comparación sirve para lo contrario, para no alarmar más de la cuenta. Y sí, el coronavirus se ceba especialmente con los mayores: la media de edad de los fallecidos en España es de 85 años. ¿Y la esperanza de vida? De 82,83 años.
¿Es más letal el coronavirus que la gripe? Según el que haga los cálculos. Nadie se pone de acuerdo. Con los datos de China e Italia en la mano, sí, mucho más; con los datos de España, un poco más, pero con los datos de Corea del Sur (donde se realizan muchos controles y otras tantas pruebas), no. La rapidez del contagio y la incapacidad de detectar todos los infectados con celeridad impiden hacer una fotografía real por ahora. Y no solo eso, sino que las montañas de datos sin demasiado control aparente infunden miedo en una sociedad que solo necesitaba esto para vaciar los supermercados como si no hubiera un mañana. Sobre todo se llevan comida fresca y papel higiénico. Sin sentido.
El coronavirus, con todo, nos está demostrando la vulnerabilidad de la raza humana, y lo fácil que es tenernos a todos con el corazón en un puño. A ello contribuyen los medios de comunicación, siendo altavoces de una crisis que nadie sabe de dónde viene ni a dónde va, y posiblemente magnificando el problema sin pretenderlo. El Covid-19 llega en plena era de la (sobre)información y de las fake news. ¿Cambiará esto algo? ¿Restricciones a la libre información? ¿Mayor control sobre los contenidos? Al menos, que le sirva al sector para recapacitar y hacerlo mejor la próxima vez.
Todo ello aderezado con unos dirigentes políticos incompetentes que un día dicen que está todo controlado y que no hay motivo para cerrar los colegios y, al siguiente, hacen lo contrario. El cóctel perfecto para, de nuevo, vaciar los supermercados. Y para que las bolsas se hundan como nunca antes. ¿Es lógico celebrar el 8M y, horas después, prohibir las concentraciones multitudinarias? ¿Es lógico suspender las reuniones de más de mil personas al tiempo que hay libre circulación? ¿Es lógico que manden a casa a un sospechoso de contagio, pero que su pareja y sus hijos puedan hacer vida normal? ¿Y qué decir de los astronautas que recogen a gente infectada? Tampoco cuadran. Por fortuna, nadie ha visto en Europa imágenes como las que se supone que había en China, con cadáveres amontonados en las calles a causa del coronavirus. Qué raro todo.
Tal y como está montado el mundo, el sistema es insostenible a medio plazo: hay pocos nacimientos y muchos jubilados. Hay sobrepoblación. Casualmente otra vez, el Covid-19, como todo el mundo sabe y se ha dicho, es más letal en la gente mayor, por desgracia. Del mismo modo, si los países decretan confinamientos de un mínimo de dos semanas y no se puede hacer nada… igual hay un baby boom dentro de unos meses. Ni hecho adrede...
Más cosas que pueden cambiar a raíz del Covid-19: el asunto de la conciliación familiar. Los trabajadores tardamos una media de 57 minutos en llegar al puesto de trabajo, valga la redundancia, y el hecho de que haya muchos solteros, por un lado, y muchas parejas donde los dos miembros pasan muchas horas fuera de casa (entre otras cosas, porque con un sueldo es muy complicado llegar a fin de mes), está llevando a buscar fórmulas con las que compatibilizar empleo y hogar-amigos. El teletrabajo ya está aquí. ¿Se quedará? Estar en casa, sobre todo en los diminutos pisos actuales (sin bidé, por eso lo del acopio de papel de váter), puede resultar agobiante, pero da cierta libertad, eso es cierto. En todo caso, si vamos a contagiarnos todos... más vale pronto que tarde.
Otra cuestión a la que hay que prestar atención es el dinero. De nuevo, todo patas arriba. El mundo del capitalismo especulador se tambalea. El Ibex ha sufrido el mayor descalabro de la historia. A todo esto, la OMS sugiere que los billetes pueden ser foco de Covid-19 (¡lo que le faltaba al papel en su guerra contra el plástico!) ¿Es la muerte del efectivo? Ello daría un mayor poder a las entidades financieras. Y no parece que sea el momento de las criptomonedas todavía, ya que no se están revalorizando según lo esperado. Todos atentos.
Hay otra posibilidad: que esto del coronavirus sea un plan de la entrañable Greta Thunberg para frenar el calentamiento global. Hay que ver lo limpios que se ven los cielos de China a raíz de los confinamientos, y lo poco que se contaminarán en Italia y España en las próximas semanas a consecuencia de las medidas restrictivas en ambos países. No hay mal que por bien no venga. Ni políticos que estén gestionando bien esta crisis.